Los tentáculos del mercado negro se han extendido durante años en el país debido a la crisis institucional y económica. La venta irregular de combustible por parte de uniformados indigna a los usuarios, pero, al mismo tiempo, la escasez los hace sucumbir. En Maracaibo, Antonio compró un puesto en $50 que le aseguró 30 litros de gasolina. Al sur del país la tarifa mínima es de 10 dólares.

Caracas. La escasez de combustible y las prácticas corruptas dentro de las estaciones de servicio no son nuevas para los venezolanos, en especial para quienes viven en las regiones, que son menos privilegiadas que la capital. En marzo empeoraron las fallas en el servicio, lo que trajo más tensión, malestar y mercado negro en las colas por gasolina.

En Caracas los usuarios duran cinco, 10 o más de 15 horas en cola, pero en el interior la situación es extrema y algunos aseguran que les ha tocado pasar hasta un mes en una estación de servicio. La Guardia Nacional Bolivariana, quien controla las gasolineras, recoge las cédulas de los conductores, marca los autos en los parabrisas o hace un listado para llevar el orden de quiénes podrán surtir, sin embargo, a menudo se forma un canal sin registro en el que los funcionarios pasan autos de manera discrecional.

El subsidio a la gasolina por parte del Estado, que hasta 2019 fue de un 95 %, moldeó las bases de un mercado negro que durante años también generó contrabando hacia Colombia. Actualmente, el país vecino vigila las estaciones para frenar que la gasolina colombiana termine en Táchira. Una práctica recurrente en la zona, pues la gasolina venezolana a precios irrisorios era llevada a Colombia por los estados fronterizos.

En Zulia obtener un puesto en una cola por combustible cuesta hasta 50 dólares. Antonio Gutiérrez se instaló en la estación de servicio Lago Pista de Maracaibo durante 19 días. Allí compró un puesto en $50, que le aseguró 30 litros de gasolina a $0,80 de procedencia colombiana. En total Antonio pagó $74 por 30 litros de combustible.

“Entre más pagues por la vacuna, más cerca quedas, yo pagué 50 verdes para estar de quinto. Cuando llegó la gandola, a la tercera semana, pasé de una. El policía le dijo al de adentro: ‘Dale, pasá a éste que ya pagó’”, relata Antonio desde una de las ciudades más afectadas por las fallas de electricidad.

Las tarifas de las llamadas vacunas van entre 20, 30 y 50 dólares. En Maracaibo todo depende de la estación de servicio y la rapidez del surtido. También están “los cuidapuestos” que brindan otras opciones como una especie de combo, pues a quienes ya están adentro le ofrecen 20 litros más por 10 dólares adicionales.

En el mercado negro participan civiles y uniformados, cada quien impone sus reglas en un país con una profunda crisis institucional, económica y social. “Aquí hay una mafia tan arrecha, que uno termina derrotado. Porque no te queda de otra que ceder. Lo hice porque comprarle gasolina a los pimpineros es un riesgo, pero pagar 50 dólares a un policía por una vaina que es un derecho, te desmoraliza por completo”, expresa Antonio.

De cinco refinerías que posee Venezuela solo dos están parcialmente operativas: Cardón y El Palito. Ambas han trabajado con inestabilidad los últimos meses y el mercado interno quedó a merced de las importaciones provenientes de Irán. Esta semana se espera el arribo de los buques Forest, Faxon y Fortune, entre los tres suman unos 800.000 barriles de combustible.

Marine Traffic estima que Forest llegue el 29 de septiembre, Fortune el 1° de octubre y Faxon el 4 de octubre. Con un consumo diario de 60.000 barriles de gasolina la carga de los tres buques alcanzaría para unos 14 días. Los petroleros han hecho maromas para burlar las sanciones de EE. UU. y poder cruzar hasta Venezuela. En junio Irán mandó 1,5 millones de barriles de combustible, el mayor envío hasta ahora.

El año pasado la demanda local de combustible era de unos 150.000 barriles al día, sin embargo, las medidas de confinamiento por la pandemia de COVID-19 redujeron el consumo interno llevándolo a 60.000 barriles diarios, según cifras del administrador y socio director de Gas Energy Latin America, Antero Alvarado.

En algunas zonas del estado Bolívar la tarifa mínima por un puesto en una cola de gasolina es de 10 dólares. Desde las 5:00 a. m. llegan personas con termos de café a venderles a los conductores que están desde la madrugada en las estaciones marcadas como prioritarias, las únicas autorizadas; pues el resto de las bombas solo puede trabajar cuando la Zodi Bolívar autoriza el despacho de combustible.

En la estación de servicio de la Av. 5 de julio de Maracaibo, Humberto Gonzales sucumbió ante el mercado negro. La última vez que eché —la semana pasada— estuve 12 días en la cola y pagué 30 dólares para poder lograrlo porque nada más surtieron a 60 carros y los demás fueron oficiales de la policía. El cobro lo hace una persona vestida de civil, pero el dinero lo recibe la policía, lamentablemente, eso es lo que está pasando.

Humberto indica que los funcionarios ponen a alguien de cebo, que es quien recoge el dinero y da la orden de los que pueden entrar. “El policía se pone en la entrada de la bomba y van marcando. El que pagó es el que va pa’ adentro. Desde hace un mes a los bomberos les prohíben salir de las bombas para que no hagan contacto con los usuarios y los policías se encargan afuera de hacer y deshacer, sobre todo la policía municipal”, explica.

A cualquier hora en las estaciones de servicio los usuarios lidian con atropellos y son testigos de los sobornos, situación que ha derivado en protestas y detenciones, por ejemplo, en julio murieron dos personas por enfrentamientos entre civiles y uniformados.

Carlos Montiel, un taxista privado, cuenta que se negó a pagar y hacía la cola como el resto hasta que se le acercó un oficial de la policía municipal del estado Zulia y le dijo que le iba a remolcar el carro porque no estaba permitido hacer colas después de las seis de la tarde. “Traté de explicarle pero me pidió 100 dólares para no llevarse el carro. Le tuve que dar el dinero que era para la gasolina y la comida de mis hijos”, dice.

Al oeste de Maracaibo, en El Marite, venden combustible proveniente de Colombia. El litro cuesta $3, mientras que la pimpina de 20 litros la venden en $30. Al norte de la capital zuliana el litro tiene un valor de $4 y si es con delivery cuesta de 55 a 60 dólares por la pimpina de 20 litros.

La venta de bebidas y comida, un “resuelve” para otros

La espera es larga y extenuante, así que algunos pernoctan dentro de sus vehículos o sentados en una acera para cuando les toque el turno de pasar. En ese trajín los vendedores ambulantes aprovechan de ofertar café, agua o alimentos. En Monagas “Café, café” es lo primero que escuchan los conductores al amanecer. Los comerciantes informales se trasladan ahora a las estaciones de servicio de Maturín para vender su mercancía.

Incluso hay quienes van a las bombas a vender para recaudar fondos para alguna causa. “Este año nosotros nos fuimos a las estaciones a vender conservas de coco para poder hacerle el vestido a la Virgen del Valle. Porque como este es su mes, desde agosto íbamos a vender. No nos dedicamos a eso pero aprovechamos las colas para recolectar dinero”, comenta Liliana Mariño.

En Valencia, estado Carabobo, Mauri Salas decidió caminar la cola que se forma en la avenida Valencia del municipio Naguanagua para ofrecer seis tequeños por un dólar.

La venta de café y agua mineral predomina en las colas del Litoral Central. “Yo vendo mis tres termos de café todos los días y me cancelan en pago móvil, en divisas y a veces, en efectivo. No me va mal, a pesar de lo que estamos viviendo”, comenta Juan Carlos Pérez, quien quedó desempleado en diciembre pasado.

Con información de Mariela Nava, Jhoalys Siverio, Rafael Lastra Veracierto, Natacha Sánchez y Leomara Cárdenas

Foto: Luis Morillo/Crónica.Uno


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