Usuarias de taxis conducidos por y para mujeres dicen sentirse más seguras

A mediados de 2021 una mujer de casi 70 años fue acosada por un sujeto que la siguió en una camioneta. Esta misma escena se repite en el espacio público para adolescentes, niñas y mujeres, lo que demanda nuevos servicios de movilidad que sean más seguros. La activista María Luisa Campos sostiene que es urgente contar con una opción de transporte que promueva un ambiente libre de acoso.

Caracas. El temor de agarrar un taxi es real entre las mujeres. Antes de hacer algo tan sencillo como pedir un servicio de traslado muchas se preguntan: “¿Y si después me escribe al tener mi número de teléfono? Si me quedo dormida, se puede aprovechar de mí. Una vez un taxista me persiguió”. 

El historial violento del país también hace que surjan otros miedos: “¿Me pueden dormir para secuestrarme o robarme?”. Las inquietudes demandan servicios de transporte más seguros para la población y también medidas que incluyan un enfoque de género, pues niñas, adolescentes y mujeres a menudo se enfrentan al acoso sexual en el espacio público. 

A mediados de 2021, una mujer de casi 70 años fue acosada por un sujeto que la siguió en una camioneta azul, cerca del Parque Bimbolandia. Ella intentó caminar varios metros para tratar de zafarse de la situación, pero el auto la seguía. En un punto notó que el hombre exhibía sus genitales y pidió ayuda. Esta misma escena se repite y se repite en las calles para las mujeres. 

En Caracas ya surgen algunas alternativas como servicios de taxi conducidos por mujeres para mujeres, el único exclusivo en ese ramo es Pink Taxi, que apareció en el mercado a mediados de 2020. Pero también han surgido otros, de parte de las que hasta ahora se han convertido en las aplicaciones más grandes de movilidad: Yummy Rides y Ridery. Al pedir un servicio en estas dos últimas sale la opción Sherides y Ellas x Ellas, respectivamente. Estos servicios establecen expresamente que quienes manejan y las personas que serán trasladadas deben ser mujeres.

En el país no existen datos oficiales que documenten el acoso sexual, incluso para los casos de femicidios, que están tipificados en la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una vida libre de violencia desde 2014. No se cuenta con estadísticas periódicas. Los casos de violencia de género a menudo son documentados por organizaciones civiles y registros independientes. Solo en 2021 el monitor Utopix registró 239 femicidios en el país, el acto de violencia más extrema hacia una mujer por razones de género.  

Sofía decidió usar los servicios de Sherides (Yummy) porque era de madrugada y había tomado alcohol. Un día se quedó dormida en un taxi y pensó que esto era un riesgo para ella. “Me sentí muy vulnerable”, dice a Crónica.Uno. El día que usó Sherides la carrera en un servicio regular en esa app le costaba $3,50, mientras que el servicio para mujeres ascendía un poco el costo a $4.   

“La semana pasada había leído en Twitter que una chama se lanzó del taxi, porque el conductor le dijo cosas como ‘vamos a pasarla bien’, eso también me generó miedo, yo ya sabía que existían estos servicios, una vez lo intenté pedir y no había disponible, pero sentí que era mejor irme por ahí. Cuando me monté en el taxi le expliqué para dónde iba y me sentí bien, más segura”. Sofía cuenta que sus malas experiencias se han dado en el transporte público, por parte de colectores o choferes que le piden el número de teléfono.

Foto: Gleybert Asencio

ONU Mujeres sostiene que el acoso sexual abarca el contacto físico no consensuado, por ejemplo, cuando una persona agarra, pellizca, propina bofetadas o realiza tocamientos de índole sexual a otra persona. Incluye también otros tipos de violencia no física, como abucheos, comentarios sexuales sobre el cuerpo o el aspecto de una persona, la solicitud de favores sexuales, miradas sugerentes, acecho o exhibición de órganos sexuales.

La cofundadora de la ONG Resonalia, dedicada a movilidad y género, y licenciada en estudios internacionales, María Luisa Campos, indica que existe una gran cantidad de denuncias por redes sociales de parte de usuarias de servicios de taxis, usualmente liderados por hombres.

Entendemos cómo es urgente tener opciones de transporte que nos garanticen no sólo buenos precios, sino seguridad en el trayecto y un ambiente libre de acoso, esto significa también que cuando se termina la transacción del viaje, no tener que lidiar con el miedo a ser perseguidas o acosadas digital y presencialmente por alguien que posee tus datos personales y dirección.

Campos apunta que en el mundo se generan cada vez más modelos de negocios y trabajos feministas, que atienden las necesidades de las mujeres como grupo vulnerable. “Efectivamente, estos servicios prestan una mayor seguridad a las usuarias que pueden compartir miedos y experiencias de movilidad similares que sus conductoras, compartiendo estrategias de supervivencia, seguridad y cuido”, dice. 

La pandemia también aceleró el uso de tecnologías y el surgimiento de trabajos digitales, entre ellas las aplicaciones de servicios de reparto a domicilio y de taxis. Un ejemplo de ello es que en el sector ya existe una pugna entre las líneas tradicionales y los nuevos servicios de traslado vía apps, los primeros consideran que se da una competencia desleal y alegan que los conductores de los “uber” no pagan impuestos.

Arantxa López es una usuaria recurrente de Pink Taxi. Dice que por ser del interior del país a veces teme perderse en Caracas, así que evita tomar taxis, pero esa no es la única razón, sino también dos eventos de acoso sexual e intentos de robo que ha vivido en la calle y en el Metro.

“Una vez estaba yendo a mi casa y un taxista me siguió, dijo que me montara, que si me subía él me llevaba a donde quisiera y no tenía que pagarle con dinero. Fue una experiencia horrible. Tuve que meterme en una panadería porque no quería que supiera dónde vivía. Por eso yo no solía usar taxis, solo si era recomendación de alguien, hasta que conseguí esta (Pink Taxi) y me da mucha más seguridad y es la que he empezado a usar”.

Arantxa también dejó de movilizarse en Metro. “Estaba en la línea 3, entraba mucha gente y alguien me tocó, no supe quién fue, un tipo me agarró de la barriga y otro me estaba manoseando las nalgas. Fue muy desagradable, así que me alejé del Metro y lo usé al tiempo porque era una ruta corta”.

Para la joven, una ventaja de Pink Taxi es que es gestionada desde una cuenta principal, que pasa los datos de la conductora que brindará el servicio, así como la placa el modelo del carro. Hasta ahora este solo funciona por WhatsApp. En Pink Taxi una carrera desde la avenida Universidad hasta Beco de Chacaíto cuesta $9, en Yummy Sherides el mismo trayecto tiene un valor de $5,69 y en Ridery Ellas x Ellas de $5,45. Estas dos últimas sí funcionan a través de una app.

Marielvis Rincones usó Pink Taxi en diciembre. Cuenta que tanto ella como sus amigas se sintieron seguras. Aunque agrega que no es de usar estos servicios con regularidad por el montón de cosas que lee en redes, pero también por las que ella misma ha escuchado en la calle.

“Yo vivía en Guatire y la línea más popular allá es CorpTaxi, una vez esperando a mi hermano en el C.C. Castillejo, donde está la parada de estos taxis, escuché a uno de los taxistas contarle a los colegas que había salido con una mujer y estaba ‘dándole trago y trago para llevarla pa esa’ y los demás hombres allí sólo se reían con el cuento, ninguno dijo que estaba mal o algo. Solo escuché y esperé a que mi hermano llegara por mí”.

Samy De Steinfeld ha decidido usar Sherides cuando sale de noche. Dice que hasta ahora no ha tenido problemas con la app, lo que sí considera es que estas carreras suelen ser un poco más costosas. Sin embargo, la usuaria indica que evalúa usar los servicios en esta app hasta que se le agote el saldo en la billetera, pues cuando usa los traslados regulares conducidos por choferes la marca o la placa del auto no es la misma que la que le arrojaba la aplicación. 

“Me parece genial que los taxis los manejen mujeres, tampoco tengo rollo que sea hombre o mujer, pero sí te sientes más confiada (con Sherides). Yo no he sufrido ningún tipo de acoso. Es raro que no haya pasado hasta ahora, gracias a Dios, lo que no me gusta es que las carreras de mujeres sean más caras que la de chicos. Me imagino que ambas aplicaciones tienen sus altas y bajas”, analiza Samy, al tiempo que agrega que cuando le echan gel antibacterial en las manos siente desconfianza “¿Y si es burundanga, y si me secuestra?”.

Foto: Gleybert Asencio
Trabajadores móviles digitales

La ONG Resonalia indica que el concepto de trabajadores móviles está perfilado en el Policy Brief: Trabajadores Móviles Digitales en Chile. Este concepto incluye repartidores y conductores por aplicación, así como profesionales que trabajan de manera remota. Se llaman “móviles”, pues realizan sus tareas sin estar sujetos a una localización concreta y “digitales” por el uso que hacen de plataformas digitales, a las cuales se afilian para llevar a cabo sus tareas. Mientras que para los profesionales remotos su principal recurso son las habilidades técnicas o cognitivas, para los trabajadores móviles el recurso principal es la capacidad de desplazarse en el territorio.

María Luisa Campos, también activista feminista, señala que el cambio en los hábitos de consumo trajo consigo desarrollos tecnológicos y apertura de oportunidades empresariales antes desconocidas en el territorio. El incremento del uso de bicicleta, la falta de gasolina y las limitaciones en la movilidad generadas por la pandemia fueron las causas que tuvieron como resultado que las calles de distintas ciudades del país se llenaran de personas cuya bicicleta, moto o auto, se convirtieron en activos esencial de sus medios de vida y así transformarse en trabajadores móviles digitales.

Para la especialista, el debate sobre estos nuevos empleos y negocios debe extenderse no solo a las usuarias, sino también a las mujeres conductoras. 

“Las trabajadoras móviles digitales suscritas a grandes plataformas transnacionales, así como sus pares varones, laboran en un esquema de tercerización. En estos esquemas las empresas exteriorizan los costos de operación y se apalancan en la vulnerabilidad laboral de sus trabajadores, carecen de formatos de compensación o beneficios laborales (como contrato colectivo, seguridad social, acceso a servicios médicos o de salud, vacaciones, utilidades). Según la legislación venezolana, actualmente estos trabajos que se realizan bajo la figura de la ‘tercerización’,  están prohibidos en la Ley Orgánica del Trabajo”.

Bajo este esquema, Campos sostiene que, las conductoras que experimentan una situación laboral inestable, pueden ser víctimas de acoso y violencias por parte de sus compañeros de trabajo y clientes varones, tienen dificultad para reclamar por derechos o visibilizar abusos a empleadores que no tienen un rostro y cuyo contacto se gestiona vía digital, a la par de enfrentarse a violencias estructurales y vulnerabilidad económica. 

Vale preguntarnos si estos esquemas de empleo, aunque útiles por la facilidad de entrada y horarios flexibles, pueden representar un bienestar sostenible en la vida de las conductoras, dice María Luisa Campos.

Las mujeres también se enfrentan a los estereotipos de género, que establecen una división sexista del trabajo, como por ejemplo, que “no están hechas” para conducir buses, taxis o dedicarse a trabajos históricamente masculinizados. Además, en el país existe brecha salarial por las mismas razones, que según la última Encuesta de Condiciones de Vida en Venezuela va del 18 % al 76,8 %.

Para Soimar Pacheco, usuaria de Pink Taxi, apoyar este tipo de iniciativas es un compromiso para ella. “Es difícil para las mujeres en cualquier área laboral surgir de una manera tan rápida, siempre nos cuesta un poco más por las brechas de género y es importante para nosotras apoyar estos emprendimientos, que lo que hacen es promover e impulsar más negocios y más actividades en el área económica para mujeres y por mujeres”.

Qué medidas debe adoptar el Estado

Desde la ONG Resonalia hacer las ciudades más seguras para las niñas, adolescentes y mujeres pasa por desarrollar políticas públicas que aborden ampliamente el fenómeno de la violencia basada en género no sólo a nivel legal, con el reconocimiento del acoso callejero dentro indicadores de seguridad ciudadana de cada municipio, sino también como parte de una transformación cultural que requiere promover cambios de mentalidad, que contrarresten la cultura machista y posibiliten la contraloría ciudadana de los espacios. 

“También esto pasa por la generación de infraestructuras urbanas implementando botones de emergencia, centros de resguardo, atendiendo también la iluminación de nuestras ciudades. Contar con una red amplia de transporte urbano también facilita la movilidad segura de las mujeres, pues no nos vemos obligadas a transitar por espacios en soledad y expuestas”.

Incluir a las mujeres en la planificación, diseño e implementación de políticas públicas con enfoque de género. La sensibilización de cuerpos policiales, así como la instalación de oficinas de atención a la víctima que puedan acompañar durante el proceso de atención de crisis e introducción de denuncias. 

Qué deben procurar estos servicios

Para la especialista María Luisa Campos, deben promover esquemas de trabajo formal que les posibiliten a las conductoras acceder a beneficios de ley.

Así como:

  • Ofrecer espacios institucionales para recibir y gestionar denuncias por violencia o acoso.
  • Generar redes de cuidado y respuesta rápida con policías locales para la prevención de delitos.
  • Cuantificar las cargas de cuidado y potenciales apoyos para sostenerlas a la par de realizar otros trabajos que generen remuneración, como guarderías, y horarios donde se priorice su participación en las líneas y apps de transporte.

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