Aunque el Gobierno multiplica esfuerzos para que se cumpla el aislamiento por el coronavirus, cada vez se torna más difícil contener a la gente del estado Vargas que decide salir de sus hogares a aprovisionarse de agua, medicinas y alimentos.

La Guaira. Luego de más de 40 días de distanciamiento social, en las principales calles y avenidas del estado Vargas no se detiene el caudal de personas que salen para “resolver lo del día”.

Desde tempranas horas de la mañana, cientos de hombres, mujeres y niños caminan cuadras y kilómetros en Catia La Mar, Maiquetía y Caraballeda (los más importantes centros poblados de la región) sin preocuparse de los llamados de milicianos y policías locales, que con altavoces recorren los sitios de mayor concentración a bordo de vehículos oficiales.

Algunas emisoras regionales han reproducido los mensajes grabados de las autoridades civiles y militares de la entidad, en los cuales se advierten de multas pecuniarias y arrestos preventivos a los que incumplan el decreto de la cuarentena, sobre todo en horas de la tarde.

Mirtha Domínguez es habitante del barrio La Línea en Maiquetía, desde donde se dirige sin vehículo hasta el mercado municipal de esta localidad, para conseguir la leche en polvo que necesita su hija de dos años de edad.

“Voy con mi tapabocas, no quiero contagiarme de coronavirus (COVID-19), pero no puedo darme el lujo de no buscar la leche del tetero de mi pequeña”, argumentó Domínguez, quien recorre más de tres kilómetros para conseguir el alimento, el cual a su juicio “está carísimo”.

Foto: Rafael Lastra Veracierto

En el otro extremo de Maiquetía, Romelia Fernández, de 77 años de edad, dijo: “Camino bastante, con mi tapabocas que hice yo misma, para llegar a ese mercadito y comprar más barato la harina pan, el café y el medio cartón de huevos”. Explicó que vive con sus dos nietos en el barrio Piedra Azul y complementa el dinero de su pensión con lo que esporádicamente recibe de sus hijas.

Otros vecinos de Vargas, igualmente, reportaron las habituales dificultades para acceder a los servicios de agua potable y gas doméstico. “Eso no ha cambiado por el COVID-19; digan lo que digan el gobernador y el alcalde, nos tienen secos y sin gas”, señaló Josefa Mora, habitante de la parte alta del barrio San Antonio de Las Flores en La Guaira.

Míseras latas de sardina

Mientras, en las proximidades de Catia La Mar, los vecinos de los bloques de Guaracarumbo son ordenados en una cola para adquirir harina de maíz, sardinas y azúcar, insumos con los que abastecieron en las últimas horas los anaqueles del Pdval en la zona.

“Mantenga la distancia, es un metro y medio”, decía en tono amenazante una miliciana, al tiempo que los compradores le exigían mayor celeridad en el procedimiento de venta, pues aguardaban en el lugar entre dos y tres horas para ser atendidos.

Foto: Rafael Lastra Veracierto

Uno de ellos, Robert José Lira, profesor universitario y habitante del Bloque 3 de Guaracarumbo, se quejó de la situación: “Esto es una humillación, hemos soportado muchas cosas para comprar míseras cinco latas de sardinas chinas y dos kilos de harina de esa marca Goya”.

Desde la cola de Pdval se puede apreciar otra aglomeración superior: la de vehículos livianos y pesados con sus conductores, quienes después de más 15 horas dentro del Aeropuerto Internacional de Maiquetía, aspiran a recibir medio tanque de gasolina en la única estación de servicio habilitada para los ciudadanos.

“Los varguenses somos campeones en resistir las adversidades; si la tragedia de 1999 no pudo con nosotros, esto tampoco va a poder. De aquí salgo con hambre y sueño, pero echo gasolina a mi carro”, relató Juan Andrés Pérez, propietario de un vehículo modelo Aveo, quien tuvo que amanecer en la cola para cumplir con su objetivo.

Pese a que la cuarentena haya sido extendida hasta el 13 de mayo, en sitios públicos de Vargas se evidencia no solo las extensas colas de carros, motos y autobuses para abastecerse de gasolina, sino también la tendencia en aumento de personas saliendo de sus casas para cubrir las necesidades de alimentación y salud.

“Será cada vez peor, puesto que, si los militares no permiten llenar el tanque de gasolina a los camiones y vehículos de carga de las cosechas agrícolas y otros rubros alimenticios, entonces no aparecerán estos productos tan básicos y eso va a desesperar a la población”, afirmó Euclides Alfonzo, comerciante de hortalizas y frutas en la avenida Tacagua de Catia La Mar.


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