“Después de que mataron a su hermanito dice que quiere un arma”

Cuando los niños pierden a un ser querido víctima de la violencia, o peor aún son testigos, tanto la familia como el pequeño deberían recibir rápidamente asistencia psicológica y otras ayudas del Estado.

Yohana Marra/@yohanamarra

Caracas. Frente al mar queda la casa de Auristela Durán. Sube unas cuantas escaleras, que agotan en medio del intenso sol, para llegar a su hogar en Catia La Mar, estado Vargas, donde vive con su mamá y sus dos hijos.

Pasaron cinco meses desde que su expareja, Alexander Ramírez, de 24 años, lanzó al río Guaire a sus dos varoncitos, de seis y siete años. Y ese mismo tiempo tiene Manuel Alejandro, el menor de los niños, desaparecido.

El mayor de ambos sobrevivió porque se agarró de un objeto, pero no pudo salvar a su hermanito y día a día recuerda cómo la corriente lo arrastraba, mientras tragaba agua boca arriba.

Su madre intenta que lleve una vida normal, pero él ha tomado conductas rebeldes desde que se convirtió en testigo de la muerte de su hermano inseparable. También ha mostrado ciertos arranques de agresividad, que antes no tenía.

En horas de la noche se escapa de la casa, a través de unas aberturas que tiene la reja, y en el colegio son muchas las quejas de su comportamiento. Además no quiere asistir a clases ni hacer la tarea, porque todo lo hacía con Manuel Alejandro.

“Después de que mataron a su hermanito lo único que me dice es que quiere un arma. Que quiere matar a toda la familia de ese hombre. Yo le explico que ya se hizo justicia y él está preso, pero lo repite muy constante. Ellos eran inseparables, jugaban todo el día, iban al colegio juntos”, soltó Auristela, con mucha preocupación.

Caso Ninos Guaire
El pequeño, próximo a cumplir ocho años, se muestra agresivo en casa y el colegio. Repite día a día algún episodio relacionado con el hecho violento

Asiste al psicólogo, al igual que su hermana mayor, de 10 años, quien no estaba con ellos cuando los arrojaron al río. “Ella ha tomado todo más tranquila, pero igual lo ayudó hace poco a buscar la ropa y los juguetes que le había regalado Alexander, y le prendieron fuego”.

Pero Auristela en cinco meses de la tragedia no ha sabido manejar la situación y cree que por esto no puede ayudar debidamente a su hijo. Todos los días se deprime, llora y habla con sus dos muchachos de lo que sucedió. Para motivarlo a que haga las tareas o vaya a la escuela usa la memoria de Manuel Alejandro.

A veces, cuando lo está bañando, él le pide que lo saque porque siente que se va a ahogar con el agua de la ducha. “Es muy fuerte lo que estoy viviendo con él, trato de darle bastante amor, pero creo que no es suficiente. La psicóloga dice que a él hay que hacerle como un reinicio de la mente”.

Y aunque esta madre lo intenta todo, no tiene las posibilidades económicas para buscar ayuda profesional en otro lugar ni para todos los miembros de la familia. A parte falta quien la asesore o le dé una guía, para saber a dónde acudir para manejar bien esta situación.

Padres del niño lanzado al Guaire participaron en la búsqueda.
En septiembre de 2015 los niños fueron arrojados al Guaire. El de siete años pudo ser rescatado sano, pero el de seis no se ha encontrado hasta la fecha

El 20 de septiembre de 2015 Alexander Ramírez fue hasta la vivienda de Auristela Durán y bajo engaño sacó a los niños de la casa. A la altura de Las Mercedes arrojó a los menores al río Guaire, en venganza con su expareja porque no quería regresar con él. Pese a las intensas labores de búsqueda del cuerpo de Manuel Alejandro, que duraron más de un mes, no lo hallaron. El hombre fue condenado a 20 años de prisión, en la cárcel de El Dorado, estado Bolívar.

Víctimas desasistidas

Oscar Misle, coordinador general de la organización Cecodap (defiende derechos de niños y adolescentes), sostuvo que en el país hay muchas carencias para asistir y tener abordajes con los niños víctimas de hechos violentos, o que han perdido a padres de esa manera.

Añadió que necesitan programas para ayudarlos a llevar el duelo, sobre todo porque no saben expresar la molestia o dolor que guardan dentro. “La rabia e indignación son parte del duelo, son reacciones humanas, que si no se abordan y el entorno no tiene las condiciones para ayudarlo, la violencia queda encriptada en el niño. La edad tiene mucho que ver porque no todos perciben las situaciones de la misma manera”, explicó.

Los familiares también deben recibir ayuda psicológica porque, al igual que los pequeños, atraviesan por el mismo dolor y si no los saben manejar no canalizarán de forma correcta a los más niños, según Misle.

Caso Ninos Guaire
La hija de Auristela, de 10 años, ayudó a su hermanito a quemar juguetes que la expareja de su mamá le había regalado. Asiste al psicólogo, aunque no estuvo presente cuando arrojaron a los varoncitos al río Guaire

El educador y terapeuta sostuvo que los adultos deben acudir a Consejos de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes (artículo 58 de la Lopnna) en su municipio, para que les dicten una medida y acompañen a los parientes durante la situación. Les brindarán herramientas para sobrellevar lo sucedido.

“La modalidad debe ser factible, a veces les dan cita dentro de un mes y durante ese tiempo no saben cómo manejar la situación con el niño víctima, o simplemente no van y no reciben ayuda emocional”, soltó.

En los colegios también deberían estar completamente preparados para estas realidades que atraviesa el país, pues cada vez son más niños que tienen a un familiar asesinado. Misle indicó que quizás hay docentes que generan situaciones contrarias porque no entienden el comportamiento del afectado.

“No comprenden por qué llora mucho o por qué se pone rebelde, cuando lo que está detrás de ese comportamiento es una situación que no ha sido atendida”.

Fotos: Cheché Díaz


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