En Catia buhoneros venden desde ropa interior usada hasta pocetas de segunda

ropa interior usada

Los comerciantes informales compran mercancía a quienes deciden emigrar: zapatos usados, herramientas de trabajo, utensilios de cocina, hornos, lavamanos y urinarios. El fenómeno de la migración venezolana ha alimentado este negocio. Muchos de los que deciden irse del país se acercan a las inmediaciones de la plaza Pérez Bonalde para ofertar a los buhoneros sus pertenencias.

Caracas. La venta de cachivaches en las inmediaciones de la plaza Pérez Bonalde, en Catia, no es nueva. Lo novedoso es que la persona que va al lugar a ofrecer sus pertenencias está dejando hasta ropa interior usada, a diferencia de cuando comenzó la crisis y el proceso migratorio, momento en el que la gente vendía mayormente sus muebles, electrodomésticos y herramientas.

Además de las personas que deciden emigrar, también los padres de familia que se ven ahorcados por la crisis ofrecen sus pertenencias: ropa interior, ropa deportiva, vestidos, zapatos, utensilios de cocina, herramientas, repuestos, cocinas eléctricas y hasta piezas de baño.

Tradicionalmente, quienes hurgaban en botaderos de basura eran quienes suministraban la mercancía a los vendedores de cachivaches.

Foto: Gleybert Asencio

Javier Vega tiene más de cinco años en el lugar vendiendo lo que otros botan pero que aún tiene vida útil. Mira, aquí me llega gente vendiendo las cosas de su casa porque se van del país. Traen licuadoras, ollas de presión, herramientas, lo que sea. La gente averigua el valor del producto nuevo, y luego viene acá y nos ofrece sus cosas usadas a un valor más económico.

El vendedor explica que también llegan hasta su puesto padres de familia desesperados porque no tienen cómo comprar comida. “Traen algo, lo venden y con ese dinero pueden comprar comida. Así solucionan”.

Vega es carpintero ebanista. Dice que no tiene los medios para ejercer su profesión por cuenta propia y que no le va a trabajar a un jefe por un sueldo que no le va a alcanzar para nada.

Algunas personas, que tienen su trabajo formal, cuando salen se vienen acá a vender cualquier cosa para ganar más dinero, porque el sueldo no les alcanza. Estamos ahorita en una sobrevivencia, afirma.

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En el puesto del señor Vega lo que más se vende son los repuestos de licuadoras. Foto: Gleybert Asencio
Productos más económicos

Una cocina eléctrica de dos hornillas con horno puede salir en 50 dólares. Una cuchilla para licuadora, entre 8000 y 10.000 bolívares, mientras que en una tienda cuesta 30.000 o 35.000 bolívares. A su vez, una poceta puede valer 400.000 bolívares; en una ferretería este mismo equipo supera el millón de bolívares.

Lo que más busca la gente en el puesto de Vega son repuestos para licuadoras. Pero a lo largo de la calle se pueden conseguir tornillos, destornilladores, lámparas, ventiladores, motores de todo tipo, palas, repuestos de bicicletas, codos, sócates y muchas cosas más.

Aunque Vega sostiene que es mucha la gente que compra acá debido a los altos precios en el mercado formal, Ángel León siente que el bolsillo de la gente está tan golpeado que a veces ni los cachivaches puede comprar.

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Este urinario era ofrecido en 60.000 bolívares este viernes 12 de julio. Foto: Gleybert Asencio

“Yo tengo por ahí unos codos desde hace meses y nada que se venden”, dice Ángel, quien además de ofrecer motor de lavadoras, tuberías de aguas blancas y negras, palas, oferta una particular lijadora de banda.

“En un día bueno me puedo llevar a casa 100.000 bolívares. Pero hay días en los que solo hago 20.000 o, a veces, nada”.

Hasta ropa interior usada

Eskely Baena no comparte su edad, pero asegura que toda su vida se ha dedicado a la economía informal. “Mi mercancía, la mayoría, es de personas que se van del país. Yo vendo ropa usada, pero en buen estado, de buena calidad. Hasta viene gente de otros estados a comprarme”.

Yo vendo económico porque sé que la cosa está dura y uno tiene que ayudar al pueblo. Por ejemplo, si este conjunto te lo ofrezco en 5000 y tú solo tienes 3500, igual te lo vendo porque Dios provee. Yo digo que por eso para mí todos los días son buenos, porque aunque sea una harina Dios me depara para llevar a mi casa.

Eskely ofrece de todo en su puesto: pantalones, franelas, blusas, sábanas, uniformes y ropa interior, algunas nuevas y otras usadas. “Todo en excelente estado”, subraya.

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Eskely Baena, comerciante de ropa usada, asegura que las prendas íntimas que ofrece están en buen estado. Foto: Gleybert Asencio

Así, en este rincón del oeste caraqueño, lo que muchos venezolanos deben dejar para irse del país se convierte en posibles soluciones para quienes en la capital venezolana deben seguir, como afirmó Vega, luchando por la sobrevivencia.


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