Ni un decreto presidencial ha podido salvar al Teatro Teresa Carreño. En 2015 se aprobaron casi 2 millones dólares para su rescate. El musical Los Miserables se presentó en la Sala Ríos Reyna, donde además de los estragos de las barricadas y la rebelión que narra la historia, se coló la desidia en que la se encuentra el teatro.

Caracas. Fue un día inusual para el Teatro Teresa Carreño. Ya no queda puesto en el estacionamiento, “último llamado”, se escucha por las bocinas del complejo. Las personas con trajes de lentejuelas, chaquetas, tacones y copetes se pasean y apuran el paso. Hay público, hay musical, hay vida en el teatro.

Unos confunden la sede de la Universidad Experimental de las Artes con la entrada del teatro, otros no recuerdan cuándo fue la última vez que se sentaron en las butacas de la sala Ríos Reyna. Siguen llegando más personas. Se detienen a contemplar –antes de terminar de bajar las escaleras– los Cubos virtuales blancos sobre proyección amarilla de Jesús Soto, iluminados por apenas un par de bombillos. El complejo es tan noble, que aún en desidia, saca una sonrisa.

La noche invade el teatro y poco es el alumbrado interno. Las luces blancas en el piso de las escaleras mecánicas abren camino en medio de la penumbra. Las personas entregan su ticket, quien lo recibe, lo voltea hacia la luz para verificarlo. “31/10/2019. Hora: 6:00 p.m. Teatro Teresa Carreño. Los Miserables. Total: Bs. 1.166.319”. Pasan.

Los Miserables
Con cuatro compresores intentaron enfriar la sala. Foto: Luisa Maracara

Ya en la sala Ríos Reyna la penumbra no cesa. Al escaso personal le cuesta ubicar los asientos del público. En la historia que van a ver de Jean Valjean, protagonista de Los Miserables –basada en la novela de Víctor Hugo y música de Claude Michel Schonberg– otros roles se avivan: el calor, la oscuridad y la indolencia.

Cuatro compresores de aires acondicionados portátiles no fueron suficientes para una sala con 2367 butacas. “Canta el pueblo su canción, nada la puede detener, esta es la música del pueblo y no se deja someter”, es la melodía de los jóvenes revolucionarios de la Francia del siglo XIX. El público la tararea también, tararean y se abanican, tararean y se recogen el cabello, tararean y buscan el folleto del musical para ventilarse.

Antes de tomar asiento, tantearon las escaleras para no caerse por la poca iluminación. Donde pisan es una alfombra roja con pegostes de hace años ya. Mientras que los rotos y manchas en las sillas de color crema, dibujan figuras y sombras negras en la tela.

Los Miserables
Al caer la noche, fue evidente la poca iluminación interna del teatro. Foto: Carmen Victoria Inojosa

Ni un decreto presidencial ha podido salvar al TTC. En 2015 se ordenó la ejecución de un proyecto para el rescate, ampliación, rehabilitación, repotenciación, actualización y mantenimiento de la infraestructura física del Complejo Cultural Teatro Teresa Carreño.

Se ejecutaron, de acuerdo con la Memoria y Cuenta del Ministerio de la Cultura, casi 2 millones de dólares, para recuperar y mantener la infraestructura física, renovar cinco sistemas, plataforma tecnológica y equipos.

Es un choque entre la desidia y el arte. Sorprenden las voces, la música, el vestuario, el movimiento de una de las plataformas del escenario, los efectos especiales, pese a las fallas del sonido que en ocasiones dejó en mute algunos diálogos. Pero los aplausos están en cada canción, el público agradece el espectáculo en una ciudad que se quedó sin noches.

Los Miserables
La ventilación portátil fue poca para la sala. Foto: Carmen Victoria Inojosa

El clamor se sintió aún más cuando el compositor del musical, Claude Michel Schonberg, apareció entre el elenco. Saludó y citó en español parte del prólogo del libro de Víctor Hugo: “Mientras no se resuelva la degradación del hombre, mientras haya indolencia y miseria en la tierra, los libros de esta naturaleza pueden no ser inútiles. Víctor Hugo, 1862”.

Con estas palabras y la melodía de La canción del pueblo, culminó la función. Después de unos minutos, el teatro quedó solo. “Vamos a aprovechar y salimos en grupo”, se escuchó en los pasillos.

Más política que arte

Parte de las competencias de la Fundación Teatro Teresa Carreño es promover y difundir los valores de las artes escénicas. Pero se plantea, como lo dice en la Memoria y Cuenta, “continuar construyendo el socialismo bolivariano del siglo XXI”.

Atrás quedaron las temporadas de ópera, las galas de ballet, la agenda política invadió la programación. En 2015, de las 716.871 personas que acudieron al teatro, 385.031, fueron por uno de los 35 eventos gubernamentales y oficiales.

Este año no hubo temporada de ópera ni grandes producciones propias. Tan solo siete funciones de Los Miserables de Clas Producciones, bajo la dirección general de Mariano Detry. En la dirección de la Orquesta Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho, Elisa Vegas. Estas personas desde hace un año comenzaron a trabajar en el montaje del evento.

En estos días el Teatro Teresa Carreño, el segundo más importante de América Latina, tendrá una programación fija hasta el 10 de noviembre, será un intento por retomar lo que debería ser rutina.

El TTC pareciera haber sufrido los estragos de las barricadas y la rebelión que se narra en Los Miserables. Solo que, a diferencia del musical, al final de la obra, no se aplaude a los responsables.


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