La oscuridad y el abandono ganan terreno en el Teatro Teresa Carreño

teatro teresa carreño

A pocos días del estreno de Los Miserables en el TTC, uno de los complejos culturales más importantes de América Latina está en penumbras, tiene filtraciones y se deterioran sus principales esculturas. Los jóvenes de protocolo y bailarines confirman el desamparo de los espacios que componen la “catedral” de las artes del país y denuncian que las polillas amenazan el escenario de la sala Ríos Reyna.

Caracas. No solo la oscuridad ha ganado terreno en el principal complejo cultural del país, el deterioro es cada vez más palpable. Las inundaciones en el Teatro Teresa Carreño y en una de sus salas después de cada lluvia dejan sus marcas. Las filtraciones han afectado las esculturas, pisos y techos. Los baños –que deberían estar abiertos al público– no funcionan, los drenajes están tapados y algunos de los locales que daban vida al complejo cultural hace tres años fueron olvidados.

Las obras del padre del cinetismo, Jesús Soto, también son una muestra del olvido de recinto. Las Nubes Blancas, los Cubos vibrantes sobre proyección blanca y negra y los Cubos virtuales sobre proyección amarilla están abandonados a su suerte.

Las escaleras mecánicas que bajan desde los espacios abiertos hasta el estacionamiento del complejo están estáticas, detenidas en el tiempo. Incluso cerraron el acceso y no hay quien las transite. Los bombillos, que según el personal son sustituidos con regularidad, son hurtados por vándalos de oficio.

Los empleados aseguran que el último plan de recuperación se llevó a cabo en 2015, pero fue un intento fallido y el mantenimiento solo sucedió en la Memoria y Cuenta de ese mismo año realizado por el Ministerio de Cultura.

Juan Carrillo, un bailarín de la agrupación Teresa Danzakalle y quien tiene cuatro años haciendo vida en los espacios abiertos, dijo que el pasillo principal y los tramos que conducen a los laterales son un monumento a la oscuridad.

Con 329.338 metros cuadrados de construcción, el Teresa Carreño es el segundo complejo cultural más importante de América del Sur. Contiene cualidades arquitectónicas y artísticas en el imperio de las artes. Proyectado por el arquitecto Tomás Lugo en 1972, fue escenario de grandes eventos y albergó una comunidad cultural que hoy ya no existe. La música, los conciertos, óperas y recitales que entonces palpitaban en la Caracas más cosmopolita se vivieron en las salas del Teresa Carreño.

“Otro espacio menos notorio, pero en el que hacen vida agrupaciones de baile, es el Platillo Protocolar, el cual se mantiene sin aire acondicionado y parece un horno cada vez que nos reunimos allí”, aseveró Claudia Landaeta, quien baila en los espacios abiertos.

La imagen del teatro en penumbras no es solo una lectura metafórica de los empleados que formulan las denuncias desde el anonimato. Los jóvenes de protocolo también confirmaron el deterioro de los espacios que componen la “catedral” de las artes.

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Los peldaños de las escaleras están rasgados. Foto: Luis Morillo
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Las filtraciones se comieron algunas esculturas que se encuentran en los espacios abiertos del Teatro Teresa Carreño. Foto: Luis Morillo
“Todo es una fachada en las salas”

La sala Ríos Reyna, principal espacio para presentaciones en el teatro, tiene 2360 butacas y un escenario de forma semihexagonal que fue diseñado con dimensiones especiales para adecuarse a usos múltiples. Un empleado de la Fundación Teresa Carreño, quien pidió resguardar su identidad, señaló que las correas están desvencijadas y el circuito mecánico que hace posible el ascenso de los espectadores está dañado. Requieren mantenimiento.

Intentan ocultarlo cuando dan ruedas de prensa para difundir las obras del teatro, pero quienes trabajamos aquí sabemos la otra cara de la moneda. En el momento de presentar bailes, obras, musicales, entre otros, todo es una fachada y se tapa con las luces y la oscuridad de las salas. Pero alguien que se siente en las butacas notará que algo no está bien, comentó el trabajador.

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Sala Ríos Reyna. Foto: Luis Morillo

Empleados aseguraron que la escalera que se levanta hasta la sala sí funciona, pero solo la encienden cuando realizan algún evento. Sin embargo, la parálisis de los peldaños metálicos encarna el menor de los problemas en un recinto estropeado por la desinversión y la abulia gubernamental.

La crisis presupuestaria en la Ríos Reyna es la mayor prueba del abandono que afecta al complejo, admiten trabajadores de la Fundación Teresa Carreño.

Otra sala que requiere mantenimiento es la José Félix Ribas –considerada como la segunda sala de mejor acústica de Caracas, después del Aula Magna–, la cual a simple vista se ve conservada, pero las 347 butacas que conforman su aforo muestran sus rasgaduras en el material de cuero y al espacio que funciona como antesala le faltan algunos bombillos. También que se han descuidado los pisos y la alfombra.

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Butacas que presentan rasgaduras en el material de cuero en la sala José Félix Rivas. Foto: Luis Morillo.

Este espacio se inauguró el 12 de febrero de 1976. El techo de la sala cuenta con una obra del artista Jesús Soto, que lleva por nombre Pirámides Vibrantes y que funciona como techo acústico.

El negocio lucrativo de las obras

Cada vez son menos las obras que se presentan en las salas del complejo. En los últimos tiempos, la Ríos Reyna ha servido de escenario para actos políticos del gobierno y del PSUV, por esa razón la presentación del famoso musical Los Miserables ha levantado roncha entre los trabajadores.

La producción patrocinada por empresas privadas, se estrenará en la sala Ríos Reyna el 31 de octubre.

Montar una obra de esta envergadura en un país en crisis fue uno de los puntos de los que más se habló en una rueda de prensa que dieron a los medios de comunicación. Pero, más allá de eso, un empleado de la Fundación, quien tiene más de 10 años de servicio, aseguró que el dinero que recibirá el Teresa Carreño no irá a obras de mantenimiento y denunció –bajo condición de anonimato– que los beneficiarios serán los directivos.

Miserables nosotros los trabajadores que no recibimos ni un centavo de esos montajes; mientras que un grupo reducido se forra los bolsillos con espectáculos cuyas entradas se cobran en dólares. Por ejemplo, las entradas para el show de Los Miserables cuestan entre 28 y 63 dólares, que en bolívares son entre 580.000 y 1.300.000. Ninguno de esos ingresos es destinado al mantenimiento del Teresa Carreño, ya esto ha pasado antes, manifestaron.

Además, uno de los trabajadores expresó que el musical que contará con 32 músicos en escena, dirigidos por Elisa Vegas, se montará en un escenario infestado de polillas que se están comiendo el piso y brindará asientos al público en unas butacas deterioradas. “Pero se trata de un problema que puede ser revertido con una jornada de mantenimiento”, indicó.

Sin vida nocturna

Cuatro locales que se encuentran en los espacios del complejo cultural son propios de su construcción. Dos de ellos están alquilados y otros dos están abandonados, cerraron hace aproximadamente tres años. Un cafetín, que en sus buenos tiempos vendía empanadas, jugos y almuerzos, se observa destruido, los cables están rotos y los pisos y las paredes se muestran deteriorados.

Foto: Gleybert Asencio

Dos librerías del pasillo principal aún se mantienen abiertas, pero la que se ubica en el segundo piso del complejo permanece cerrada.

Por su parte, un guía de protocolo dijo que al lugar le falta la logística para las presentaciones nocturnas, pues el personal se va más tardar a las 4:00 p. m.

“En un principio la obra de Los Miserables empezaría a las 7:00 p. m. pero ahora comenzará a las 6:00 p. m. debido a la inseguridad y a la falta de empleados”, aseguró.

Las taquillas del teatro cierran temprano y, en un espacio cultural que anteriormente realizaba presentaciones hasta las 10:00 p. m., ahora pasó de tener esa chispa nocturna a ser un espacio desolado a la mira de la delincuencia en horas de la noche.

En cuanto a las producciones, pasó de tener decenas de presentaciones anuales a una oferta cultural prácticamente nula.

Por esta razón, las dimensiones y la calidad de las presentaciones no son las mismas. La mayoría aluden a ideologías políticas o son financiadas por el Estado. Cuentan quienes vivieron sus mejores momentos culturales en las salas del teatro que antes realizan más obras de productoras privadas.

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Cafetín abandonado hace tres años. Foto: Luis Morillo


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