Hay seis loterías: Triple, Chance, Zulia, Táchira, Caracas, El Terminalito, y cada una tiene tres sorteos diarios. Además, están otras como La Ricachona, el Loto Activo, El Cardenalito y La Ruta que tienen 10 sorteos al día. Luego, los Animalitos, que incluye La Granja, que canta cada hora.

Caracas. José Luis Avendaño a diario pasa dos o tres veces por el quiosco ubicado a tres cuadras de su casa, en la parroquia Coche en Caracas, para revisar el listado, las combinaciones y los pronósticos del día.

Por ejemplo, me gusta el 66 y en la lista veo en la que aparece un uno, un seis y un nueve. Uno suma, resta y va sacando el dato. Así he ganado.

En un papel doblado y con un lápiz, que ya casi era un tocón, anotaba cada uno de los números que le gustaban. La lista no bajaba de seis, a cada uno le iba a apostar un bolívar para ganar Bs. 30. Con eso uno resuelve el día, eso sirve para llevar algo a la casa.

Lo cierto es que cada quien tiene una técnica distinta. Hay quienes echan mano de las supersticiones, como José Gregorio Aldana, a quien se le arrimó un perro: se recostó de una de sus piernas y por eso le metí al perro un dólar, me gané 30, por poco le brindo una parrilla al animalito. A mí sí me gusta jugar loterías, invierto, gano y compro comida para llevar a la casa.

Aunque para José Luis y para José Gregorio el juego siempre ha sido parte natural de sus vidas, al aceptarlo masivamente como recurso para enriquecerse, como vía para obtener bienestar, sin el debido control y la capacidad para entender que todo exceso resulta perjudicial, se convierte en un grave problema, que no solo es expresión de patología individual, sino que también evidencia patología social, dijo César Sánchez Bello, médico psiquiatra, especialista en juego patológico y otras adicciones comportamentales.

Cada vez hay más personas jugando loterías
Foto: Mabel Sarmiento

Una gran sala de juegos

Lo de los casinos que comenzó a abrir el Gobierno es la punta del iceberg. La realidad es que el país completo se ha convertido en una gran sala de apuestas donde participa dos tercios de la población. Es una situación perversa de la cultura del trabajo, de la constancia, por la cultura del azar y del dinero rápido, dijo

Además, señaló, en todo esto está inmersa la corrupción de las autoridades civiles, y eso ha hecho del territorio venezolano un gran garito donde se practica todo tipo de juego de envite y azar y apuestas ilegales. Tanto es así que, de las apuestas legales, salen las ilegales: de las carreras de caballo, los remates, de los juegos de béisbol, el parley, por ejemplo. Ahora los quioscos de loterías son minicasinos.

Actualmente, expresó Sánchez, hay seis loterías: Triple, Chance, Zulia, Táchira, Caracas, El Terminalito, y cada una tiene tres sorteos diarios. Además, están otras como La Ricachona, el Loto Activo, El Cardenalito y La Ruta que tienen 10 sorteos al día.

Luego, los Animalitos, que incluye La Granja, que lanza sorteos cada hora en un día.En total, entre las loterías y los lotos hay 168 sorteos diarios, y a todos les apuesta la gente.

Sostuvo que muchas personas pueden apostar en juegos de envite y azar sin que afecte sus vidas. Sin embargo, para un porcentaje cada vez mayor de personas, el juego por dinero puede salirse de control, con el resultado de afectar su salud física y mental, estabilidad laboral y financiera, también sus relaciones sociales y familiares.

Los afectados por este trastorno (ludopatía) pueden arriesgar sus empleos, acumular grandes deudas, mentir, o violar la ley para obtener dinero o evadir el pago de sus deudas. Los enfermos describen la presencia de un deseo imperioso e intenso a jugar que es difícil de controlar, junto con ideas o imágenes insistentes del acto del juego y de las circunstancias que lo rodean. Estas preocupaciones e impulsos suelen aumentar en momentos en los que la vida se hace más estresante. Entre 3,5 % y 5 % de la población adulta tiene serios problemas con su manera de jugar, comentó.

En 1992 se jugaron en Venezuela, aproximadamente, 135 millardos de bolívares en juegos legales e ilegales. En 2003 esta cifra se elevó a cerca de 2000 millardos de bolívares (Bs. 5.47 millardos/día), de los cuales solamente 10 % corresponde a juegos de envite y azar legales.

Foto: Mabel Sarmiento
La ansiedad por el juego

Sánchez indicó que por cada persona con problemas con su manera de jugar se afectan entre 10 y 15 otras relacionadas con el jugador.

A Carlos Díaz ya le pasó. Perdió una amistad de años por una deuda. Perdí 600 bolívares en loterías y como quería recuperar el dinero seguí jugando y jugando. Mi amigo me llamaba, me cobraba, pero no pude pagarle. Sigo apostando, pero ahora juego parley, que también paga en dólares.

Urupagua Villegas, socióloga, profesora e investigadora de la organización En Persona, explicó que el que apuesta muchas veces siente irritabilidad, deterioro de la calidad de vida, procesos de negación, autoengaño, se obsesiona, vive preocupado, tiene insomnio y, finalmente, un sentimiento de culpabilidad.

Entonces, ¿cuál es la salida? Apostar más. Pero, desde dónde se puede cambiar esa conducta, de buscar el placer para evitar el dolor, es desde la escuela. Necesitamos que en esos espacios se trabaje sobre cómo conectar valores, pues mientras más joven es la persona más éxitos hay de intervenir, de transformar.

Lo que hemos visto, continúa, es que ahora hay entidades que están por encima del Estado, que son estas compañías de tecnologías de la información, cadenas de juegos en línea, que son mucho más poderosas, porque nadie las puede regular porque están en redes, sin normas, sin leyes, sin restricciones. Son aún más peligrosas que el Estado, porque son juegos masivos en línea.

La adicción al juego, llamada juego patológico, es un trastorno reconocido por la Asociación de Psiquiatría Americana en 1980 y por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que lo recoge en su clasificación Internacional de Enfermedades en el año 1992.

Como quiera que se vea hoy en día juegan niños, adultos y ancianos, mujeres y hombres por igual. Lo hacen en quioscos y en apuestas callejeras.

Con la aprobación oficial

Dentro de poco se cumple un año desde que el mandatario Nicolás Maduro le echó tierra a la suspensión de la renovación de los casinos en Venezuela, una medida que estuvo vigente durante 10 años impulsada por el fallecido Hugo Chávez, quien llamaba a estas salas antros de perdición de la burguesía.

Maduro, a finales de agosto de 2021, anunció la reactivación de cerca de 30 casas de juego a lo largo y ancho del país. Hay quienes dicen que el giro en la medida se da tras la caída de los ingresos petroleros por el desplome de la producción y las sanciones internacionales.

La mayoría de esos centros estarían ubicados en Caracas y algunos operan desde antes de 2021; específicamente el casino del Hotel Humboldt, ubicado a 2200 metros de altura, donde se realizó el primer torneo de póker de la ciudad, en plena cuarentena por COVID-19.

Para la fecha, la invitación de Maduro era apostar en petros para impulsar la economía local.

Chávez ordenó la suspensión de la renovación de casas de apuestas y cerró todos los casinos, a excepción de los que estaban en Nueva Esparta, pues cumplían con las normas. Lo curioso es que luego de 10 años se hace un decreto reactivando la Comisión Nacional de Casinos, dentro de lo que hoy llamamos el plan económico social, sostiene el médico psiquiatra.

¿Para qué? ¿Para recabar fondos para el aparato del Estado? ¿Qué hace entonces la comisión? ¿Por qué no se cumple el artículo 25 que habla sobre el funcionamiento de casinos en las áreas declaradas, previamente, como zona geográfica y turistas por el presidente de la República; y de la realización de un referéndum en la parroquia del estado donde se va a instalar?

Lo cierto del caso es que los juegos de envite y azar son parte del día a día del venezolano. Dentro de un casino se apuesta de todo, pero también en las plazas de los pueblos se juega a la ruleta y en cada cuadra, donde hay un quiosoco, las loterías y el parley atraen a grandes y chicos. Solo un bolívar se puede echar a la suerte.

La crisis social económica y el impacto que tiene en la capacidad de vida y la supervivencia ha impulsado que el juego se convierta en una vía no solo para buscar y conseguir el sustento diario, sino también en una forma de evasión. Si me siento mal fumo un cigarro, me tomo un trago, es como pasar un suiche, con los animalitos pasa lo mismo. Cuando el juego por dinero se convierte en una adicción, deja de ser una diversión y se transforma en un problema, reflexionó Sánchez Bello.


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