La carretera vieja Caracas-La Guaira entre las ruinas del deslave y las invasiones

ruinas del deslave

A 21 años del deslave, que arrasó con centenares de casas y dejó miles de damnificados y cientos de muertos, el alto riesgo está la orden del día en los barrios apostados en la antigua carretera que comunica a la capital con Vargas. Todavía hay personas que esperan solución a sus problemas de vivienda.

Caracas. “Una lluvia nos pone inquietos. No dormimos si es de noche. Nos quedamos como si estuviéramos en un velorio, a punta de café. Cuando se apacigua el temporal, es cuando medio cerramos los ojos. Eso nos pasa todo el tiempo, luego de la tragedia de 1999 vivimos entre las ruinas del deslave y esto es una continua zozobra”, dijo Ninoska Pimentel.

Ella, quien habita a escasos metros de una torrentera junto con su tía e hijos, contó que el barrio no ha recibido ningún tipo de ayuda desde que las quebradas se salieron del cauce y dejaron centenares de damnificados y muertos, el 15 de diciembre de 1999, hace 21 años.

“En El Limón todo quedó así, entre las ruinas del deslave. La gente se fue y regresó. Algunos salieron, pero la Misión Vivienda no llegó a todos. En mi caso tengo 52 años aquí, mi mamá murió hace cuatro años y lo hizo esperando ser reubicada. Nadie, ni los consejos comunales, se ocupa del barrio”.

Foto: Gleybert Asencio

El Limón es una de las comunidades más antiguas de la carretera vieja Caracas-La Guaira, la cual sufrió los embates del deslave. Por lo menos tres quebradas que bajan de la vertiente norte del cerro el Ávila se desbordaron y arrastraron a su paso enormes piedras y palos. Se juntaron en el puente de El Limón y pasaron por encima llevándose carros y casas.

En ese sector había un poco más de 300 viviendas, y tras el paso de las aguas quedaron en pie menos de la mitad. Pasado el tiempo la gente volvió a levantar sus moradas encima de los escombros y sobre los pilares y columnas que se mostraban como el fantasma de la tragedia.

Foto: Gleybert Asencio

Ahora, hay unas 120 casas que son producto de nuevas ocupaciones, según estiman los mismos vecinos, quienes dicen que desde el año 2010 no se levanta un censo de alto riesgo en la zona. La última encuesta que se hizo fue para el carnet de la patria, a partir de 2017.

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Los vecinos dicen que además de las ruinas del deslave, hay abundante basura. Foto: Gleybert Asencio

El barrio El Limón, así como Blandín, mediante los decretos 8101 y 8102, fueron declarados como zonas inhabitables luego del deslave. Prácticamente fueron más 108,83 hectáreas que mandaron a desalojar de inmediato y sobre las que se prohibió ejecutar cualquier construcción o edificación de viviendas, así como la ocupación de los inmuebles que allí se encontraban.

Esa medida se publicó en la Gaceta Oficial Nº 39.633 de 2010, y la especificación que le daban era: Área de Emergencia Habitacional (Areha).

De ese decreto los vecinos solo tienen el recuerdo. Nieves León, de hecho, se encogió de hombros cuando se refirió a la vulnerabilidad en la que vive. “Mira como se sale la torrentera por el baño de mi casa”.

Foto: Gleybert Asencio

Ciertamente al lado de la regadera tiene un hueco, parecido a un pozo séptico por el que pasan el agua de la quebrada. “Cuando llueve se desborda. Hicimos una canal allá afuera para que no se metiera en las otras casas. Y cuando escampa tenemos que lavar, si hay agua, y recoger todo el sucio que sale de la quebrada. Aquí ya no viene nadie a ver cómo estamos”, señaló Nieves.

Foto: Gleybert Asencio
Abandonados y sin respuestas

Las casas con grietas, el puente con las bases fracturadas, la quebrada El Limón llena de maleza, cauchos y todo tipo de basura, la calle con huecos y hundimientos. Todo ese panorama alerta sobre la situación de alto riesgo que se vive no solo en esta zona, sino a lo largo y ancho de la carretera vieja Caracas-La Guaira, ubicada en las faldas del Ávila.

Comunidades como La Shell, La Chapa, La Pedrera, La Montañita, La Ceiba, La Llanera, Plan de Manzano, Manja Joba, Blandín son localidades donde aún no se ha terminado el proceso de adjudicación.

La data que manejaban los consejos comunales en 2009 hablaba de 8000 personas que saldrían del sitio, en 2016 todavía quedan cerca de 5000 y para 2020, la cifra se desconoce.

Foto: Gleybert Asencio

“Muchos regresaron y las familias fueron creciendo”, dijo José Carico, habitante de El Hueco, en Blandín, barrio que está comenzando la carretera y que colinda con Macayapa y Altavista, municipio Sucre.

En El Hueco quedan 18 familias a las que desde hace 11 años les ofrecieron reubicación en un urbanismo que construyen en Los Frailes de Catia.

“Cada 15 días vamos como 40 personas para saber qué ha pasado y nada que entregan las viviendas. Van lento, muy lento”, comentó el hombre mientras se internaba cerro abajo para mostrar el cauce de la quebrada Blandín, parte de la vertiente Tacagua, la misma que la noche del 15 de diciembre brotó de la montaña y con su lodo tapió un centenar de casas.

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Foto: Gleybert Asencio

Según reseña del diario El Universal del 17 de diciembre de 1999 entre los sectores de Blandín, La Ceiba y Plan de Manzano, todo en la carretera, el saldo de damnificados fue de un millar y se habló de 2500 personas desaparecidas a lo largo de toda la carretera vieja Caracas-La Guaira.

Muchos sectores quedaron incomunicados en ese momento, por lo que el rescate de las víctimas fue difícil, así como saber con exactitud la magnitud de la tragedia.

Con los años, los recuerdos de los habitantes fueron reconstruyendo los hechos y en la medida que se despejaban las calles, notaban la ausencia de una casa y, por ende, de una familia.

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Foto: Gleybert Asencio

“Pero para que eso vuelva a suceder deben pasar 100 años. Llevamos 21 y aquí vivimos, entre las ruinas del deslave, pero tranquilos. El agua se mantiene en el cauce. No hay ni iguanas porque se las comen”, dijo Carico.

No obstante, Griselda, hija de la señora Gisela Ruiz, no se siente tan segura. “Tenemos el cerro encima de la casa. Los árboles se ven peligrosos sobre el techo. Cuando llueve uno no duerme. Le digo a mi mamá, una señora de 80 y pico de años, que si pasa algo tiene que salir, la sacaremos cargada porque esto da miedo”.

Ella también espera por la vivienda en el complejo Socorro de Los Frailes. Entre tanto, ve pasar sus años en lo que quedó de un barrio –donde la salsa y el vallenato no dejaban de sonar– que hoy luce en silencio, desolado y en donde solo hay metros de pisos de cerámica sin paredes ni techos, gabinetes de mamposterías abandonados y una que otra poceta anclada en el cerro, tal cual como si estuvieran en un museo histórico, pero son son realmente las ruinas del deslave.

Foto: Gleybert Asencio

Los servicios en esta zona fueron recuperados por los pocos vecinos, por estar en alto riesgo las autoridades no invirtieron más en la recuperación, situación que se ve en otros sectores como El Paují, La Llanera y Plan de Manzano, a pocos minutos de Blandín, menos de siete minutos en carro.

De hecho, en el barrio 19 de Abril de Plan de Manzano, la vía tiene una falla de borde que ya se comió un canal de circulación y carcome parte del cerro. En el lindero de la falla, hay una docena de casas, una de ellas la del señor Julio César Núñez, sobreviviente de Vargas, quien habita una residencia cundida de grietas en paredes y pisos.

Foto: Gleybert Asencio

“Les hago un trabajo con cemento y cabillas para anclarlas, pero el cemento está caro. Estoy reuniendo un dinero para hacer más reparaciones, pero siento que se está asentando el terreno. Cada vez que pasa un camión se siente la vibración”.

Su casa también fue censada en 2010. Le pusieron la número 1 del lindero. 10 años después no le ha llegado una respuesta ni de Protección Civil ni de la Alcaldía del municipio Libertador. Con él viven sus hijas y nietos, y ya las grietas están afectando el cierre de las puertas y separando las paredes.

ruinas del deslave
Foto: Gleybert Asencio

Lo mismo que pasa afuera se ve en los alrededores. Caminerías y escalones doblados, postes hundidos y desnivelados y, aun así, un crecimiento desmesurado de invasiones. “Muchas de ellas son recientes”, comentó Núñez.

Foto: Gleybert Asencio
Historial de calamidades

La carretera vieja Caracas-La Guaira pertenece –hasta un poco más allá de El Limón– al municipio Libertador. Sus habitantes han sufrido en estos 20 años los desastres de las lluvias de 1999, de 2005, de 2010. Pero, además de estar afectados por las ruinas del deslave, suman a su calamidad los daños causados por la caída del viaducto 1 de la autopista Caracas-La Guaria en 2006 y, también, por el proceso de expropiación de terrenos para la construcción de la extensión de la avenida Boyacá, cuya obra está parada desde hace 10 años.

Padece igualmente la desidia de los servicios públicos. No hay transporte púbico para satisfacer la demanda. La gente camina, pide colas o espera largas horas por los carros rojos-rojitos del gobierno de Nicolás Maduro. Hay muchos tramos sin alumbrado público, hay fallas de agua y de suministro de las bombonas del gas doméstico, y las cajas Clap llegan con retraso, según los vecinos.

Foto: Gleybert Asencio

La última vez que la alcaldesa Érika Farías visitó la zona, y solo hasta la entrada, fue en marzo pasado cuando inauguró un punto de control de la GNB para prevenir la propagación de la COVID-19, el cual todavía está operativo metros antes del Blandín. Farías fue en horas de la noche y, luego, no ha vuelto a verse en actividades públicas dentro de la comunidad.

A 21 años de la tragedia de Vargas, los habitantes tienen esperanzas de ser reubicados o, por lo menos, a que rehabiliten sus zonas y mejoren los servicios públicos. Dijeron que están cansados de vivir entre las ruinas del deslave.

Foto: Gleybert Asencio


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