Las primas Julia y Carmen hacen helados de vasito para lograr mantenerse durante la pandemia y también para tener algo en qué entretenerse. José Orlando Bautista prepara catalinas con la receta familiar, que es específica de El Tocuyo. Erika y sus dos hijas hacen hamburguesas, y su mamá y su hermano, empanadas.

Caracas. En marzo llegó la pandemia a Venezuela y con ella la restricción de las actividades económicas y recreativas debido al confinamiento, que ya lleva tres meses. Las medidas para frenar la propagación del nuevo coronavirus obligaron a la población a confinarse. Algunos hacen teletrabajo, otros no pueden por la naturaleza de sus labores y otros decidieron cocinar e innovar para sostenerse durante el período que traerá más recesión al país.

Las primas Julia Vizcaya y Carmen Hurtado cuentan que los primeros días de la cuarentena se la pasaron echadas en la cama sin mucho qué hacer. El aburrimiento y la necesidad de ingresos las llevó a pensar en ideas que las mantuvieran ocupadas este tiempo. A una se le ocurrió hacer tequeños y a otra helados. Finalmente se decidieron por helados, de vasitos, de distintos sabores.

A Julia la empresa le notificó que no volverían a las oficinas debido a que atienden público. Carmen, quien es odontóloga, tampoco podía ir a su consultorio. La idea de hacer helados se concretó y empezaron a hacer unos 40, que vendían entre vecinos y conocidos.

“Ahora tenemos algo que hacer y pensamos qué sabores nuevos ofrecerle a la gente. Cuando tienes un motivo para seguir adelante, todo cambia. No te da chance de pensar en otra cosa sino en producir”, cuenta Carmen. Relatan que en abril y mayo, cuando la escasez de gasolina golpeaba con más fuerza, les jugó una mala pasada, así que les costaba hacer los delivery, por lo que empezaron a despachar a pie en lugares cercanos.

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Foto: Cortesía

Las muchachas indican que, gracias a la venta de los helados, ahora ya tienen cuenta en Instagram y se llaman “La Realidad”; están ahorrando y aportan al hogar. Una amiga les regaló un congelador que les permite hacer más cantidad. Comenzaron con 40 y ya preparan hasta 140 diarios.

Es mucho más de lo que esperamos. Nunca pensamos hacer tantos y tener tantos pedidos. Los de coco y parchita son los favoritos. Tenemos clientes de todas las edades y un solo cliente que todo es chocolate (risas), dicen.

Julia añade que al principio era algo pequeño, solo para poder mantenerse, pero le agradece a Dios que les haya ido tan bien: “Creo que no lo vamos a dejar. Ya nuestros clientes son constantes. Cuando pase la cuarentena, lo haremos de diferentes maneras, porque tendríamos otra rutina”.

Lo que pensaron que ocurriría con sus helados era que la gente se iba a aburrir y que les pedirían otras cosas. Sin embargo, dicen que pasaron los días y ya no compraban 10 cocos sino 20. “Cada vez teníamos que comparar más cosas. No teníamos mucha fe en nosotras en el momento, ahora pensamos que nos está yendo bien”, mencionan con entusiasmo. El tiempo que dure la pandemia es incierto, pero Julia y Carmen ya saben que sus helados sí llegaron para quedarse.

Unas catalinas con receta de El Tocuyo

José Orlando Bautista prepara catalinas con la receta familiar que es específica de El Tocuyo. La que se encargaba de hacer este dulce criollo era la mamá de José Orlando. Sin embargo, desde hace unos meses vino a Caracas a tratarse un cáncer de mama. Los gastos de los medicamentos los llevó a buscar una entrada de dinero extra. “Yo la había ayudado antes, pero no las había hecho, así que mi mamá me dio la receta y empecé”, cuenta el joven.

El Teatro Municipal, donde trabaja José Orlando, paró las actividades debido al nuevo coronavirus. Allí se desempeña como productor de sala. “Siempre hemos ayudado a mi mamá en la cocina, pero por su situación de salud no puede hacer tantas cosas”, explica.

El paquete de 10 catalinas lo venden en tres dólares y los llevan hasta la casa del cliente. A partir de cuatro paquetes el precio queda en dos dólares. Lo más difícil es conseguir todos los ingredientes en su solo lugar, explica, pero se mantiene optimista. Hasta ahora hacen unas 80 catalinas, que distribuyen en ocho paquetes.

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Para la entrega se trasladan en autobús o a pie, dependiendo de la distancia. Ya han ido hasta El Hatillo a entregar estas catalinas con sabores de El Tocuyo, estado Lara, de donde es la familia. Explica que las que se consiguen por allí son las industriales. En cambio, estas llevan clavito, canela, guayabita y “están hechas con mucho cariño”. Pueden hacerle los pedidos por la cuenta @_Josebaut en Instagram.

Hamburguesas familiares que resuelven

Erika Acevedo y sus dos hijas no se quedaron de brazos cruzados por el tiempo que dure el confinamiento. Así que acordaron hacer hamburguesas por “la situación atípica” que les ha tocado vivir.

“Teníamos el plan de hacer arreglos, pero en vista de que preparar alimentos tiene más demanda, decidimos las hamburguesas. Ya tenemos dos meses y medio. Las hacemos aquí en casa”, explica Erika.

Los canales que usan para dar a conocer su producto son las redes sociales o la mensajería de WhatsApp entre conocidos. En zonas cercanas llevan los pedidos hasta la puerta de la casa y las más retiradas a través de delivery.

La emprendedora cuenta que les ha ido bien. Solo el fin de semana pasado hicieron 45 hamburguesas. Ofrecen combos de tres hamburguesas por cinco dólares, y este fin de semana preparan ofertas especiales por el Día del Padre.

“A mi hija mayor siempre le ha gustado la cocina, pero esto de las hamburguesas se debe a que una estudia en la universidad y, como se paró todo, pensamos que necesitábamos una ayuda económica”, agrega Erika. Otros familiares también se animaron a cocinar durante la cuarentena. Su hermano y su mamá venden empanadas.

“Ellos también empezaron por el tema de la pandemia. A mi hermano lo despidieron el año pasado. Él trabajaba en una empresa de valores, viajaba para Colombia, pero como eso está parado se pusieron a vender empanadas. Les va excelente, salen dos veces al día, para desayunos y cenas. Tienen ofertas de dos empanadas por un dólar”, relata Erika.

Las tres historias coinciden en que son iniciativas familiares. El ingenio y las ganas de seguir son el ingrediente en cada una de estas preparaciones que van desde los helados y las catalinas hasta las famosas hamburguesas.


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