En las tiendas del casco central reportan una merma en sus ingresos de hasta 70 por ciento. En algunos casos pasan hasta 15 días sin ventas.

Alixel Cabrera / @AlixelCabrera

Maracaibo. Cada día es peor para los vendedores del Centro Comercial Caribe Zulia, ubicado en el casco central de Maracaibo. La inflación ahuyenta a sus clientes, que se ven obligados a atender únicamente sus prioridades alimenticias. Con precios entre 10.000 y 30.000 bolívares solo venden de una a cinco piezas diarias, si tienen suerte.

Hoy tampoco fue el día de José Moreno, comerciante. Desde el 19 de junio, día de los padres, no ha logrado vender ni una prenda de ropa, acumulando 15 días de trabajo infructífero. “Para no exagerar, mis ventas bajaron 70 %”, asegura, sentado en frente de su estante donde exhibía jeans por un precio de 20.000 y camisas de 15.000 bolívares. “La ropa está cara porque la compramos carísima también”, agrega.

Subsiste gracias a los ahorros que tenía intención de destinar a la compra de más mercancía. ”No puedo abandonar mi puesto de trabajo y también tengo que comer”. El año pasado reponía sus inventarios una o dos veces mensuales. La realidad de 2016 estrujó su margen de maniobra y en seis meses solo ha logrado comprar mercancía a sus proveedores dos veces.

César Villanueva, encargado de una tienda vecina, ofrece un porcentaje de su percepción de deterioro este año: “Esto empeoró 500 %. Ya no vienen mis clientes, se han olvidado de mí”. Y es que en el mes de junio vendió solo 20 piezas de ropa, cuando el promedio para el mismo periodo antes de 2013 era de 100 unidades.

Sus precios no cambian desde diciembre, cuando recibieron el último lote que compraron. Su salario también se mantiene estático en cuatro mil bolívares semanales pese a que la inflación invada los demás anaqueles de la ciudad. “Me toca estirar los cobritos. Antes se comía tres veces, ahora una o dos. He rebajado; antes mi talla era 34 y ahora 30”, dice, especificando que sus comidas diarias varían entre arroz con huevo, arepa con mortadela o plátano por su bajo precio.

“El que come no se viste”, asevera Edward Mata, comerciante de ropa de niños y caballeros. La merma en sus ingresos es de 50 por ciento en comparación con el año pasado. Anteriormente, los mayoristas le fiaban los productos, pero el constante incremento de precios eliminó la práctica. “A veces tengo que sacar de mi bolsillo porque no me da”.

“Ahora viene menos mercancía. Si traían 100 docenas, ahora 20 porque todos tienen que repartirle a los demás y ya no hay variedad”, indica. A pesar de las dificultades encuentra los recursos para invertir, sin los resultados esperados: “Para el día de los padres pensé que me iba a ir mejor, pero gasté 10 millones y vendí 600 mil solamente. Ahí no hubo ninguna ganancia”.


Participa en la conversación