Cuando la muerte lleva otra cruz: la escasez de gasolina

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En 2018 el servicio funerario más barato costaba 12 millones de bolívares. El ataúd más económico no bajaba de cuatro millones. Hoy en día se necesitan entre 100 y 200 dólares (unos 36 millones de bolívares), para un entierro. Y encima de todo eso, el deudo tiene que ruletear por las bombas para conseguir la gasolina para el traslado del cadáver.

Caracas. “Le pido a Dios que retrase mi muerte y la de mis familiares. Me aterra pasar por eso en medio de esta cuarentena. Si no me alcanza para la comida, mucho menos para un entierro. Esto es una locura”.

Isabel Prieto, vecina de la parroquia Coche, habló con un toque de desespero cuando, en medio del conteo del dinero para pagar unos productos, otra señora le echó el cuento de un familiar que murió en el interior del país y no pudieron ir al entierro.

Isabel dijo apurada que no quería pensar en eso. “200, 300 dólares, yo no tengo eso para un funeral, mi familia tampoco”, le respondía casi atropellando las palabras.

La mayoría de las personas, casi nunca, están preparadas para hacerle frente a la muerte. Cultural, social ni psicológicamente. Tampoco económicamente, aun teniendo seguro privado.

Ya con el afincamiento de la crisis humanitaria compleja era difícil llevar a un muerto hasta su última morada, usando un cliché popular. En julio de 2016 un entierro (urna, capilla, acto velatorio, café, papeleo y traslado) costaba 240.000 bolívares.

Y sin ir muy lejos, en febrero de 2018 el servicio más barato costaba 12 millones de bolívares. El ataúd más económico no bajaba de cuatro millones de bolívares. En ese momento, el trabajador venezolano no podía con los costos. Se vieron casos en los que improvisaron urnas con cartón y otros materiales. Hubo quienes en el interior del país abrieron zanjas en sus propias viviendas para sepultar a sus allegados.

Hace dos años el precio del formol, otro producto indispensable en este servicio, también estaba por las nubes. Un envase de 3,7 litros pasó de costar 700.000 bolívares, a seis millones de bolívares, antes de la reconversión monetaria de agosto de 2018. 

Ahora, las funerarias trabajan con limitación en muchos aspectos del servicio, por ejemplo, redujeron los termos de café, los consomé del mediodía y hasta han eliminado el carro del acompañante, obligadas por el costo de los repuestos.

Foto: Luis Morillo

Pero, aun así, siguen con las puertas abiertas. Pues lo más seguro que hay en esta vida es la muerte, usando otro lugar común, que muy bien se ajusta a la realidad y que, aunque la señora Isabel le pida a Dios que le retrase el deceso, es un designio del cual nadie escapa. Tarde o temprano llega, solo que ahora un servicio como este se ve recargado con otra cruz: la escasez de gasolina.

Claro lo que le aterra a ella es de dónde saca 200 dólares para pagar un funeraria.

Hablamos de unos 36 millones de bolívares cuando, calcula, los ingresos de su familia no llegan ni a los tres millones de bolívares mensuales. Ella y su esposo son jubilados y su hijo es empleado público.

Sin gasolina no hay traslados 

Pero lo aterrador va más allá. ¿Cómo se hace para trasladar un muerto? Estamos en cuarentena desde hace 63 días y la escasez de gasolina se acentúa con el paso de las horas.

La falta de combustible ha hecho mella en todos los sectores de la sociedad. A pesar de que hay unos priorizados, como salud, seguridad y alimentos, las funerarias entraron en ese lote a penas hace un mes, según señaló Luis Mora, directivo del gremio.

Y no fue que el Gobierno los sentó con ellos para buscar un plan de suministro. Los funerarios fueron a la Zodi a plantear que no llenaban los tanques de las carrozas y fue entonces que les asignaron estaciones fijas, por lo menos en Caracas.

Foto: Luis Morillo

Tres funerarias por bombas, 40 litros semanales para dos carros por compañía. Eso fue lo que les prometieron. “Con 40 litros, en  mi caso, hago un servicio y medio. No me da para más”, dijo Mora,

En condiciones normales hacía ocho servicios a la semana. Por la falta de gasolina llega a uno.

Y así el resto de las 240 funerarias afiliadas a la Cámara de Empresas Funerarias, Canadefu.

Más peso para los deudos

La gente en medio de su tragedia familiar lleva a cuestas el precio y la carga de buscar el combustible.

No podemos recargarles más costos a las personas. Lo que les decimos es que el servicio está disponible pero que nos ayuden con ese insumo. Un servicio va de 150 a 200 dólares, y si nosotros compramos la gasolina en el mercado negro, son 100 dólares adicionales. Eso es mucho para los clientes. Por eso les sugerimos que recibimos el cadáver, lo preparamos y lo tenemos en reserva hasta que ellos solucionen lo del traslado.

Eso puede ser un día o una semana. Ellos llevan las carrozas y sus papeles de ley a la estación y si hay, les recargan con prioridad. 

Hay unos que se quejan del funcionamiento de la estación que está en Caricuao, cuyo militar a cargo es temperamental y muchas veces les pone trabas.

Un caso, denunciado por Mora, fue el de una compañía en Petare a la cual le asignaron esa bomba, de extremo a extremo de la ciudad. “Y no es conveniente porque de lo que logra cargar, un porcentaje, aunque sea menor de seis litros, lo deja en 28 kilómetros de recorrido”.

A mediados de la cuarentena hubo denuncias del mal funcionamiento del surtidor La Estrella en San Bernardino, donde le pidieron a un conductor de una carroza llevar el cadáver.

“Ha tocado que los familiares tengan que ir a hablar con los militares y explicarles que tienen que sacar el cuerpo de la funeraria”, contó Mora.

En Caracas, algunos comercios del ramo ya no están prestando sus servicios. La Hispania en la avenida Andrés Bello, Los Caobos en la avenida Libertador, por ejemplo, y es precisamente por la escasez de este producto.

Jesús Ramírez, dueño de La Metropolitana, propuso que si llevan el costo de la gasolina a 0,66 centavos de un dólar, pagando al cambio local, ellos pueden abastecerse con más facilidad y se elimina el mercado paralelo. 

El acto velatorio se redujo de 1 a 2 horas. Y máximo hasta las 5:00 p. m. están abiertos estos comercios. Solo permiten el paso de cuatro familiares.  De 120 a 140 dólares cuesta un servicio.

 

En El Rosal, los trabajadores, precisamente por el tema de la gasolina, se quedan en turnos de ocho días. Uno de ellos es Francisco Ortiz, quien viaja a Caracas desde Los Valles del Tuy, y ya más de una vez ha tenido problemas para entrar al Ferrocarril por no tener un carnet priorizado.

la muerte
Foto: Luis Morillo

En La Señorial, para el martes 12 de mayo, ya contaban 15 días sin servicios.

Fuentes del sector contaron que algunas empresas solo buscan muertos en rutas cercanas. Nada de ir a zonas como El Junquito o la carretera vieja Caracas-La Guaira. Otras solo hacen los traslados hacia el cementerio del Este y a Jardines del Cercado, que son dos de los que tienen hornos crematorios.

El señor Mora justo el viernes 15 de mayo hizo un traslado de Los Teques a Los Andes, y fue posible porque los familiares se comprometieron a buscar el combustible. De otra forma ese servicio no se hubiese cumplido.

Por lo complicado del caso, muchas familias lo que hacen es notificar a sus allegados cuando completan el entierro o la cremación, para evitar generar angustias y ansiedad por el traslado.

Parte de esa calamidad era lo que le contaban a la señora Isabel, situación por la que pasan muchas personas con fallecidos en el interior del país, que sufren un duelo en la distancia y sin los ritos culturales de la muerte a los que están acostumbrados socialmente.

Foto: Luis Morillo

Para Marisol Ramírez, de Psicólogo Sin Fronteras, ésta es una etapa muy importante. “Hay lugares en estos momentos donde ni siquiera ese acto ha sido posible, pero se deben buscar otros espacios para vivir el duelo”.

Cuando una persona muere, dijo, hay que cerrar el ciclo, sin dejar de entender que en medio de estas condiciones todo se torna difícil.

Pero hay que cambiar los ritos, ya no es necesario un día de velación, por ejemplo. Sabemos que hay una apego cultural que tiene unas explicaciones sociológicas, pero hay que experimentar nuevas formas acordes con lo que estamos viviendo, es indispensable como parte de ese proceso. Sin duda vendrán las expresiones: no lo pude velar como quería, eso será como resignificar ese duelo, pero la gente tiene que adaptarse y cerrar los ciclos. Es una tragedia y es complicada, pero incluso por los costos es necesario el cambio.


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