Protagonizada por Denzel Washington, es el cierre de un personaje que ha vivido en una dualidad por hacer el bien.

Caracas. El exagente de seguridad Robert McCall (Denzel Washington) ya empieza a caminar en el mundo de otras maneras. En un pequeño pueblo de Italia, el paso se hace más lento. Se recupera de heridas físicas, pero todavía más de aquellas infligidas durante una vida de enfrentamientos por lo que considera correcto.

En El justiciero: capítulo final el protagonista está en peligro de muerte. Y desde el lecho en el que se recupera, emprende otra búsqueda. Hay una calma en la rutina del convaleciente que empieza a sentarle bien. El café frente a la plaza, el pescado fresco en el negocio de la caminata, la mirada pícara con la mesera del té.

Antoine Fuqua ha creado una trilogía sobre un personaje en constante conflicto. En la primera entrega de El justiciero (2014), Robert McCall rompe la promesa de dejar esa vieja vida para ayudar a una joven víctima del tráfico de mujeres. Desde entonces, ha sido la constante de su vida. Ayudar al otro en situaciones extremas. La más reciente película es un cierre para un personaje que lo merece.

El justiciero: capítulo final
El justiciero: capítulo final es una película que se disfruta de manera directa y amena

Uno de los principales atractivos del protagonista es su visión del servicio. Robert McCall es un hombre de fe. La biblia está presente en su vida, va a misa y la cruz es un objeto que lo acompaña en sus cavilaciones.

El director comprende muy bien a su personaje. Se han compenetrado. Sabe cómo ubicarlo entre la contemplación de su situación más interna como en lo que considera es su deber con los demás. Como Daredevil, vive en constante dilema. Llama la atención también cómo recuerda a la figura de El libro de los secretos, largometraje también protagonizado por Denzel Washington, quien interpreta a un hombre en un mundo postapocalíptico que resguarda un libro sagrado. 

No juzga. Tan solo presenta a un hombre atormentado por lo que fue y cómo el presente se vuelve desafío, en la lucha por dejar a un lado todo lo que ha sido. 

El justiciero: capítulo final
En la historia el exagente abre paso a una nueva generación que también busca justicia

El justiciero: capítulo final es una película de acción a partir de lo que un hombre siente como su misión. El cineasta delinea muy bien el viaje a lo largo del metraje. 

Sabe concentrar la reflexión de quien mira atrás para hallar sosiego, y paulatinamente va presentando la disrupción en esa búsqueda, cuando unos mafiosos italianos perturban al pueblo, y por lo tanto, a su futuro.

Es cierto que los villanos por momentos son estereotípicos. Autómatas para diferenciar sin contemplación los bandos. No poseen contrastes ni mayores intenciones que mantener su poder.

Hay también una arista relacionada a un conflicto internacional, pero que nunca se resuelve y que solo sirve para otorgarle peligrosidad a la contraparte. No más que eso.  

El justiciero: capítulo final
Las escenas de acción en El justiciero: capítulo final están muy bien logradas, especialmente en el climax

Pero esa carencia es solventada con un protagonista de peso, una persona con un bagaje que cumple con todo lo que se espera de un justiciero, pero que además posee un código de fácil conexión con los demás. 

Las escenas de acción que logra Antoine Fuqua son precisas y alegóricas. Se trata de imágenes que representan bien ese descenso a lo lúgubre, cuando el protagonista debe actuar con vehemencia para lograr su objetivo: acabar con los mafiosos. Bajar a los confines del alma, escenas sombrías y manzanas mordidas que recuerdan el pecado. Tal ve haya una redención, pero el germen de lo que ha sido siempre estará. Buena película con un gran actor.


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