El pan ha perdido su privilegio en la dieta del venezolano: el consumidor compra cuando puede

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El deteriorado poder adquisitivo del consumidor ha disminuido la ingesta de pan en todas sus modalidades y tipos. Compite con la arepa por un lugar en la mesa del venezolano. Pero en los últimos años, el consumidor habitual de pan ya no es el mismo, como tampoco el negocio panadero.

Maracay. Después de la arepa, el pan es el alimento que más consume el venezolano. Aunque ya no tanto. En 2020, la Federación Venezolana de Panaderos (Fevipan), que agrupa a 99 % de las panaderías existentes en todo el territorio, advirtió de una disminución drástica en la producción como consecuencia, entre otros factores, de la dificultad para la adquisición de la materia prima, la escasez de combustible, la precariedad de los servicios públicos y los efectos de la cuarentena por la pandemia del COVID-19.

Las panaderías en Venezuela integran una de las cadenas alimenticias más extensas y grandes del país, con 45 % de la distribución de productos en el ámbito nacional. Pero a finales del 2020, la capacidad instalada de las panaderías disminuyó 60 %, de acuerdo con reportes del presidente de Fevipan, Tomas Ramos.

En uno de los más grandes urbanismos de Maracay, al oeste de la ciudad, se estableció hace casi 20 años una panadería modesta que, con el tiempo y el empuje de su propietario, hoy es la más grande en la zona, pues en ella confluyen habitantes de al menos cuatro comunidades.

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Los panaderos ofrecen el producto en combos para que el consumidor pueda acceder a ellos .Foto: Gregoria Díaz.

El dueño, quien prefirió omitir su nombre, admite que debió disminuir su producción casi que al mismo ritmo en que se reducían las compras del consumidor. No especifica cifras ni porcentajes, pero reitera que ya no elabora ni vende pan como antes.

Las vitrinas dan cuenta de ello

José Palacios, esposo y padre de un adolescente, explica que hace dos años, aproximadamente, compraba a diario uno o dos panes tipo campesino.

Hoy, si acaso tres veces por semana. Son 4 o 5 millones de bolívares en cada compra que muchas veces no se tienen en el bolsillo”, dijo.

Para una familia promedio de 5 integrantes, resulta más rendidor preparar arepas.

“El pan que compramos es solo para una comida y gastamos unos dos millones de bolívares en cuatro panes tipo canilla, que elaboran en una bodeguita cercana a la casa”, comentó Glenn Requena, miembro de una familia de cinco.

Al igual que la familia Palacios, los Requena bajaron la compra de este producto a dos o tres veces por semana.

Algunas familias, como la que integran Vanesa de Medina, su esposo y tres niños, ya no compran pan como quisieran. Últimamente, han optado por adquirir una bolsa con pan francés que trae 10 unidades, cuyo precio ronda Bs. 1,9 millones.

Eso nos alcanza para una sola comida y si compramos pan de sándwich puede alcanzarnos para dos”, indicó.

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Los emprendimientos en panadería son más frecuentes cada día. Foto: Gregoria Díaz.

Para finales del año 2020, los panaderos en Venezuela apenas procesaron mensualmente un promedio de 35.000 toneladas de harina de trigo importada, proveniente de países como Turquía, Brasil, Uruguay, Colombia.

De acuerdo con Fevipan, el sector panadero ha procesado y distribuido en épocas anteriores 120.000 toneladas métricas mensuales; suficientes para abastecer el consumo nacional, que para el 2016, representaba 32 kilos de pan per cápita anuales, aproximadamente.

Para 2017, el pan era el tercer alimento más consumido en Venezuela. Las presentaciones del tipo campesino, canilla y francés eran los de mayor demanda y consumo hasta la fecha.

Donde hay hambre, no hay pan duro

En 2020, Venezuela ocupó el puesto 188º del Doing Business de los 190 que integran este ranking y que clasifica los países según la facilidad que ofrecen para hacer negocios. Venezuela sigue siendo un país donde el asunto resulta realmente complicado.

2020 fue uno de los años más críticos en consumo y producción de alimentos en Venezuela. A la crisis económica e hiperinflacionaria, se sumó la pandemia por la COVID-19 y los hábitos de consumo del venezolano mermaron mucho más. Sin embargo, y paradójicamente, en ese periodo surgieron muchos emprendimientos para diversificar la economía familiar. Entre ellos, la elaboración de pan artesanal o casero.

José Sanz es de los que cree que en las crisis surgen las oportunidades. Así que, junto con un amigo panadero y su cuñada, alquiló un pequeño local a cinco casas de la suya y abrió una modesta panadería que apenas tiene tres semanas.

No puedo competir con la panadería que tiene años en el sector, pero en menos de un mes, ya tengo mi clientela, aunque poca. Por eso quiero hacer entregas a domicilio para distinguirme de la competencia”, explicó, emocionado con su emprendimiento.

Las ventas no son tan frecuentes, pero entiende que la situación económica del consumidor no es la mejor. Así que los precios del pan que elabora van desde $0,11 el pan tipo francés, hasta $1,4 unidades tipo canilla o 10 unidades de pan redondo salado, por ejemplo.

“La gente compra, lo que puede y cuando tiene, pero siempre se lleva, aunque sea un pan”, dijo.

A una cuadra está una panadería con casi 20 años en el mercado. Pero eso no amilana a Sanz, que está empeñado en llevar el pan que elabora a la puerta de los consumidores.

El propietario de esta panadería ya establecida, en la que confluyen consumidores de al menos cuatro comunidades aledañas, ha tenido que sortear los embates de la economía nacional para mantener a flote su negocio, que lleva el sello de su herencia familiar andina.

Debí diversificar, por eso además de panadería, vendo otros productos. El consumo ha disminuido mucho, así como el personal”, dijo.

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Las panaderías artesanales venden un producto más económico aunque los consumidores resienten la calidad. Foto: Gregoria Díaz.

Calcula que un consumidor promedio solo compra pan dos veces a la semana, cuando otrora lo hacía a diario. Para que la rentabilidad de la panadería fuese aceptable, decidió ofertar combos, tales como 10 panes tipo francés en Bs. 1,9 millones por punto de venta o $1 en efectivo.

Los consumidores agradecen que su producto siga siendo medianamente de calidad, pues otros refieren que hay panaderías en las que el pan se vende con menos peso del estimado y algunas veces con menos sal o azúcar.

Uno lo compra a las 3 de la tarde y a las 7 de la noche está como un palo, de duro”, dijo Gaby Montero acerca de la calidad del pan que consigue y que adquiere solo dos veces por semana, cuando antes lo hacía a diario.

“Las penas con pan son buenas”

En Venezuela existen innumerables maneras de elaborar el pan. Los más tradicionales y de mayor consumo son: el francés, la canilla y el campesino. Pero también están el sobado, el pan de leche, el de guayaba y otros, más locales y autóctonos como la acemita, el golfeado, el andino, la tunja, el infaltable pan de jamón navideño y algunos derivados como los cachitos de jamón o queso y panes para perros calientes o hamburguesas.

La elaboración del pan en Venezuela en la época colonial se realizaba en los hornos de las casas y era distribuido en abastos y pulperías. Luego, la corriente migratoria que llegó de Europa tras la segunda guerra mundial influenció en la dieta del venezolano y la demanda de productos derivados del trigo, como la pasta o el pan, fue creciendo vertiginosamente.

Es cierto que la tradicional arepa o el casabe no pueden faltar en la mesa nacional. Pero pese a la deteriorada capacidad adquisitiva del venezolano, que en 2020 apenas le permitía cubrir si acaso 2 % de la demanda de alimentos, el pan no deja de ocupar un puesto privilegiado en la dieta nacional. Así lo sostiene el doctor Carlos Machado Alison, investigador, científico, profesor universitario y experto en materia agroalimentaria.

De allí que organizaciones como Fevipan insistan en la necesidad de proveer suficiente materia prima a los panaderos, así como mejores condiciones en los servicios públicos, para que el producto siga siendo imprescindible para el consumidor venezolano.

En 2020, la Federación Nacional de la Industria de la Harina, advirtió que, de 12 molinos, solo tres estaban operativos y con una capacidad de 50 %, pues de cuatro barcos mensuales de trigo panadero que desembarcaban en el país, apenas llega 1.

Pese a ello, para el venezolano, “las penas con pan son buenas”.


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