El derrumbe del techo de la sala principal de la Biblioteca Pública Central de Barcelona en 2018 coronó años de falta de mantenimiento. Hoy la memoria literaria del estado Anzoátegui está en riesgo de perderse ante las condiciones deplorables que presenta el recinto.

Barcelona. En sus páginas hay historia, conocimiento y hasta las posibles soluciones al problema que padecen. 48 personas son testigos y voz de su sufrimiento, tratan de aminorar su calvario, pero ya no encuentran lugar donde resguardar sus miles de libros que en alguna oportunidad sirvieron para aclarar dudas a los miles de estudiantes que los consultaban. Hoy los textos de la Biblioteca Pública Central de Barcelona están condenados a su suerte: el registro literario muere.

118.000 piezas de incalculable valor, no tanto material sino de conocimiento, se resisten a desaparecer por el avanzado deterioro que presenta la edificación, que si bien se le puede imputar al tiempo por ser una construcción de la Venezuela del siglo XIX, tal como lo dicen las 48 almas que trabajan en el edificio: “Esto pudo evitarse si el mantenimiento se hubiese realizado en el momento preciso”.

La sede de 1600 metros cuadrados que en el nacimiento del siglo XX albergó al liceo Cajigal y ya para el ocaso de 1991 fue reformado para acoger la Biblioteca Pública Central de Barcelona, fue dedicado a la memoria del educador y jurista anzoatiguense Julián Temístocles Maza, que fue el primer bibliotecario del estado e impulsor de la educación en la Barcelona tras la Guerra Federal. Hoy, las condiciones de abandono del ente están lejos de promover la educación que una vez propició Maza.

registro literario
118.000 piezas corren el riesgo de perderse. Foto: José Camacho.

Además de los servicios de préstamo circulante, cajas viajeras, promoción de lectura en colegios y servicios a la comunidad, la estructura albergaba –porque ya es imposible tenerlas– una sala completa para personas con discapacidad visual, una de proyección audiovisual, otra infantil, una hemeroteca y hasta el espacio para un teatro.

Dos detalles revelan el panorama nada alentador que presenta la sede del registro literario de Barcelona: un pequeño cartel amarrado en una reja lanza un llamado desesperado de auxilio, tanto a las autoridades como a cualquier interesado que se digne a rescatarlos y el segundo, una larga cinta amarilla –de las que se usan en las escenas de crimen y zonas de riesgo– que restringe la entrada al recinto.

El 10 de enero de 2018 fue la fecha más fatídica para la sede.

La naturaleza se encargó de empeorar el deterioro cuando buena parte del techo de su sala central, ubicada en la planta alta, se derrumbó por un fuerte aguacero caído la noche previa y hasta ahora el espacio permanece cerrado debido al derrumbe.

En ese lapso promesas han ido y venido, visitas de todos los entes gubernamentales estadales y municipales han ocurrido pero el panorama sigue igual, y muchos libros ya evidencian los estragos de la acumulación de moho dada la humedad que golpea con fuerza la edificación.

Ya vamos para dos años de esta situación y a nadie parece dolerle, más de 118.000 textos que tiene la biblioteca están a punto de perderse producto de las filtraciones y humedad que tiene la edificación. Aquí, además de las salas de consulta, tenemos una sala estadal donde está escrita prácticamente toda la memoria histórica del estado y que no se consigue en otro sitio. Eso también está en riesgo de perderse”, sostiene Marelys de Beauperthuy, directora de la institución.

Una lucha desigual

Antes de comenzar la entrevista, Beauperthuy invitó al equipo de Crónica.Uno a realizar un recorrido por la sede. Lo observado traslada a cualquiera a una especie de zona de guerra.

El personal que labora en la vieja casona trató, a mediados de año, de revivir las visitas de estudiantes. Beauperthuy cuenta que hicieron una selección de textos y armaron una pequeña sala de consulta, pero la naturaleza pudo más que el deseo de los bibliotecarios: las lluvias se conjugaron con el inmenso boquete abierto cuando se cayó el techo para que el agua penetrara la loza que servía de “cubierta” a la planta baja, esto incrementó los niveles de humedad y a partir de ese momento se procedió al cierre de la edificación.

Toda esta desidia viene porque desde hace muchos años a las bibliotecas no les dan la importancia que tienen. Las bibliotecas están prácticamente abandonadas, no se les da mantenimiento, no tenemos presupuesto, nosotros funcionamos sin un bolívar. Además de esta biblioteca, tenemos 42 más en todo el estado y la situación es igual. La biblioteca vive por los trabajadores, traemos un poquito de cloro o algo para medio limpiar. Aunque estamos en riesgo, esta es nuestra casa y no queremos dejarla morir”.

No solo los libros sufren las consecuencias, las altas concentraciones visibles de moho que se aprecian en las paredes han afectado a quienes allí laboran. Su directora afirma que las autoridades del Sistema Integrado de Gestión de Riesgos, Administración de Emergencias y Desastres (Sigraed) los visitaron e indicaron que el edificio no está apto para trabajar.

“Ellos (Sigraed) nos dijeron que aquí no podemos estar, pero nosotros somos de los que decimos que si nos vamos estos libros mueren. La gobernación nos buscó un lugar para mudarnos, pero ahí tampoco están dadas las condiciones para albergar estos libros y el espacio es insuficiente”.

Para Beauperthuy, la situación que atraviesa la biblioteca es inverosímil.

riesgo literario
El cierre de la biblioteca afecta a más de 10.000 usuarios. Foto: José Camacho.

En teoría el espacio debería ser la preocupación del Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas (dependiente del Ministerio de Cultura), de la Gobernación de Anzoátegui (sede y personal son responsabilidades del Ejecutivo regional) y de la Alcaldía de Barcelona (el edificio es Patrimonio Histórico Municipal), tres frentes de los que deberían recibir recursos, pero la realidad es distinta.

“Nosotros teníamos una esperanza porque conocimos que la Misión Venezuela Bella llegaría aquí, nos dejaron esperando y la misión solo llegó a levantar una losa de cemento en la plaza Bolívar. En total somos 110 trabajadores, pero buena parte del personal ha sido enviado a otros servicios porque ya han comenzado a sentir los efectos de la contaminación. Aquí estamos haciendo un inventario y llevamos los libros a los lugares con menos problemas”.

Estudiantes sin libros

El cierre del edificio afectó a más de 10.000 estudiantes que están ubicados en el radio de acción de la biblioteca. La biblioteca está flanqueada por más de 20 instituciones educativas, tanto públicas como privadas, cuyos alumnos eran visitantes asiduos.

“Nosotros atendíamos mensualmente más de 3.000 estudiantes, la tecnología existe y el Internet está allí, pero eso no va a suplir a la biblioteca porque siempre los estudiantes venían a consultar. Nosotros queremos respuestas, queremos saber cuál será el destino de este edificio, ya el año prácticamente terminó y seguimos sin saber qué será de todo esto”.

Durante el último año de gestión del alcalde del PSUV, Guillermo Martínez (2017), la Dirección de Infraestructura de la Alcaldía de Barcelona, emprendió un proyecto de reforma del espacio que servía como teatro y taller de música.

Los trabajos comenzaron, derribaron el techo y parte de la estructura, pero nunca se culminaron. El resultado, sostiene Beauperthuy, fue contribuir aún más con el deterioro de la institución.

“Tras el derrumbe de este espacio se agravaron más la filtraciones sobre todo en la sala destinada para personas con discapacidad y un espacio que teníamos destinado para la práctica del ajedrez, inclusive ellos colocaron una valla afuera donde decía que el trabajo fue realizado, pero eso nunca fue así y más bien nos colapsó la estructura”.

registro literario
Alcaldía de Barcelona emprendió trabajos, pero luego los abandonó. Foto: José Camacho.

Tanto la directora de la institución como sus trabajadores, mantienen esperanza y optimismo de que los entes responsables tomen acciones y eviten la muerte del archivo histórico y de conocimiento que representa la biblioteca de Barcelona.

“Nosotros somos conscientes de que esto requiere de mucho dinero para su recuperación, es una casona vieja y el tiempo no perdona, pero creemos que sí se pueden hacer las cosas. La pancarta que viste en la reja la colocamos para que ver qué organismo es el primero en responder, pero hasta ahora los únicos que le han prestado atención han sido ustedes [equipo de Crónica.Uno]”.


Participa en la conversación