A las siete de la noche son pocos los establecimientos que pueden conseguirse abiertos, salvo por algunos que parecen ofrecer una suerte de burbuja en el espacio: un par de restaurantes activos y uno que otro vendedor de perros calientes, cigarrillos al detal o café. Pero en buena parte de la ciudad hay calles oscuras y plazas vacías.
Caracas. De ser una ciudad vibrante con una amplia oferta cultural y vida nocturna, Caracas se fue cerrando cada vez más. Calles vacías a las siete de la noche y negocios que recortaban sus horarios. Antes de la pandemia, el virus de la soledad y el quiebre ya recorría Caracas. La inseguridad y la crisis económica fueron llevando a muchos a tomar decisiones: en el caso de los negocios, cerrar más temprano o de forma indefinida, y en el caso de la gente, encerrarse en sus casas.
La inseguridad por los altos niveles de violencia que registra el país desde hace más de dos décadas hizo a la sociedad temerosa y desconfiada de salir, pero la contracción económica profundizó el cierre de establecimientos y la pérdida de poder adquisitivo también llevó a buena parte de la población a prescindir de gastos recreativos.
Las actividades de disfrute se volvieron cada vez más limitadas. La gente se habituó a reunirse en casa para tomar unos tragos o compartir una comida, en parte por ahorrarse algo de dinero, pero también por la falta de seguridad que percibe en la calle.
Después de las seis de la tarde son pocos los establecimientos que pueden conseguirse abiertos. La ciudad se ha fragmentado y se han generado una serie de “burbujas”: algunos restaurantes activos y uno que otro vendedor de perros calientes, cigarrillos al detal o café, pero en buena parte de la ciudad hay calles oscuras y plazas vacías.
En general, las avenidas se han quedado desoladas. No importa si hay confinamiento o no, la calle está vacía pasadas las siete u ocho de la noche. Las colas por gasolina también se han incorporado a la escena nocturna. Pero otros negocios como farmacias, areperas o incluso las emergencias de las clínicas han dejado de prestar servicios las 24 horas.
Una medición elaborada por Ciudad Laboratorio en julio de este año reveló que a las siete de la noche la mayoría de los establecimientos alrededor de plazas entre el este y oeste de la ciudad estaban cerrados. Por ejemplo, en la Plaza Sucre 20 comercios estaban cerrados y 12 estaban abiertos, en la Plaza O’leary 33 establecimientos habían cerrado y solo cinco seguían activos, en la Plaza La Candelaria registraron 25 negocios cerrados y 13 abiertos.
Esta asociación civil se ha dedicado a reactivar la vida nocturna. Lo hicieron con un primer evento en 2019 al que llamaron “Ilumina”, que se llevó a cabo en Colinas de Bello Monte, junto con la comunidad la organización activó un circuito con actividades culturales, que le permitieron a la gente cerrar un poco más tarde.
El economista Manuel Sutherland dice que es difícil estimar el impacto negativo que deja la falta de economía nocturna en el Producto Interno Bruto (PIB) del país, debido a que hay pocas estadísticas fiables y el Banco Central de Venezuela o el Instituto Nacional de Estadística dejaron de publicar información vital para analizar el comportamiento de la economía y de la sociedad. Sin embargo, destaca cuatro aspectos que impactan de manera negativa en ese sector.
“En los 90 comías una arepa a las 5-6 de la mañana, eso hoy es poco visto como consecuencia de cuatro cosas: la inseguridad es muy fuerte, hay hampa organizada, muchos han sido víctimas de extorsiones, robos también por parte de cuerpos estadales y estatales y hay temor de salir. La crisis económica hizo que la demanda por bares y discotecas bajara muchísimo. La caída de los ingresos hace que la gente priorice otros gastos. Venezuela se ha vuelto muy cara por la sobrevaluación de la divisa, el Índice Big Mac dice que el más caro es el venezolano, salir por una comida o unos tragos te puede costar $50 una noche y los salarios son muy bajos aún. Por último, la pandemia ha hecho que muchos locales hayan cerrado, la cuarentena extrema y larga ha impedido que estos locales abran y puedan pagar alquiler y sostenerse”, explica Sutherland en conversación con Crónica.Uno.
La definición de economía nocturna más utilizada hace referencia a las actividades sociales, culturales y económicas que tienen lugar entre las 6:00 p. m. y las 6:00 a. m. Y va más allá de bares y discotecas.
La economía nocturna abarca las actividades industriales y productivas que se llevan a cabo de noche, también labores y servicios en aeropuertos, call center, librerías, cafés y cualquier actividad de utilidad que se emprenda en ese horario.
Las autoridades gubernamentales han ejecutado algunas propuestas para reactivar la noche. Una de ellas fue Nocturneando organizada por la Alcaldía de Chacao en agosto de 2019 y otra fue La Noche de los Museos, organizada por el Ministerio de Cultura. Sin embargo, estas actividades no han sido sostenidas en el tiempo y la pandemia paralizó los esfuerzos que se venían haciendo para retomar la poca actividad nocturna.
Ana Cecilia Pereira, coordinadora de campo de Ciudad Laboratorio, dice que esta situación viene desde antes de la pandemia y lo que han observado en los estudios es que empeora.
“Perdimos supermercados 24 horas, panaderías que cerraban más tarde. En la redoma de Petare hay noches donde no hay nada abierto porque la policía manda a cerrar los negocios incluso en semanas flexibles. Tenemos un problema serio de nuestra economía nocturna que es sumamente importante, por eso observamos lo que pasa, con estos datos podemos empezar a evaluar cómo hacer cosas”.
Pereira recuerda que Ilumina, el evento piloto con el que arrancaron en 2019, fue una manera de activar la economía nocturna de Colinas de Bello Monte. Veían que la mayoría de los comercios estaban cerrados, así que conversaron con varios de los encargados y vecinos y decidieron cerrar más tarde ese día. Ana Cecilia dice que luego de ese evento comenzaron a abrir otros negocios. “Necesitamos tanto la ayuda de la sociedad civil como de los comercios, si los comercios están abiertos y la gente decide salir, es lo único que se necesita en principio”, sostiene.
Andreína Seijas, consultora internacional y experta en gestión urbana nocturna, explica que algunas estrategias para potenciar la noche de forma segura y productiva implican tomar en cuenta los usos aledaños que se le dan al espacio público a fin de evitar conflictos por asuntos como el ruido. Hay ciudades experimentando con grupos en las calles para enseñarle a la gente a transitar de forma más organizada y sin hacer ruido para evitar molestar a los vecinos.
Otra forma es diversificar la oferta cultural, como por ejemplo, actividades al aire libre que puedan atraer personas de diferentes edades, además de generar una agenda de actividades que sean gratuitas y que vayan más allá del consumo de alcohol. También es esencial promover una mayor sensación de seguridad.
El economista Manuel Sutherland explica que los gobiernos deben prestarle atención a este sector, sobre todo, en una economía que lleva siete años en recesión y donde muchos buscan empleos extra para sostenerse. La pandemia también dejó un peso importante en aquellos negocios que estuvieron meses cerrados por no pertenecer a sectores priorizados, como la salud o alimentos.
“Un gobierno preocupado y capacitado para impulsar a la economía podría ofrecerle seguridad, organización y facilidades de transporte a locales nocturnos y a los empleados, también servicios de formación para especialistas en el área, pero lamentablemente no hay nada de eso, tenemos un gobierno que no impulsa esas actividades, sino que observa cómo el país se cae a pedazos, no hay una acción realmente potente en sectores de la economía que son relevantes para la vida en común”, dice.
El especialista señala que factores como la crisis económica, la inseguridad y la pandemia han destruido casi por completo una vida nocturna que era bastante dinámica hace varios años. La reducción de los horarios y el cierre de más establecimientos afectan la economía, pues muchos de estos locales pagaban impuestos y aportaban al fisco.
“No se sabe qué cantidad se obtenía por bienes consumidos en locales nocturnos, pero era un dinero respetable para los municipios, ahora está casi todo cerrado, lo que también implica que muchas personas perdieron el empleo, perdieron clientes, eso tiene un impacto cascada negativo que debería revertirse”.
Ana Cecilia Pereira no se rinde y apunta que “hay que hacer algo para que eso deje de ser normal”, para que deje de ser normal ver una Caracas deshabitada sin actividad cultural, comercial, ni gastronómica pasadas las seis de la tarde. O que sea normal que los encuentros sean pensados dentro de casa y no en espacios públicos. Ciudad Laboratorio lleva a cabo un proyecto llamado 100 miradas sobre la noche, donde sacan a la gente a la calle cada dos semanas para observar qué pasa en sus comunidades, qué existe, qué sigue vibrante. Salen a las siete de la noche y los recorridos pueden durar unos 20 minutos.
Al principio, perciben mucho temor entre los participantes, pero luego en los reportes que envían son estos mismos los que se sorprenden al descubrir cosas que no sabían que tenían cerca, como una panadería que se mantiene abierta o gente que se sienta a jugar dominó.
Lo que se necesita es mayor seguridad y salir, habitar nuestros espacios. Si estamos metidos en la casa abandonamos espacios y eso significa abandonar la ciudad. Realmente es gracias a todas esas personas que deciden salir y a esos negocios que deciden mantenerse abiertos que tenemos ciudad en este momento”, indica Ana Cecilia.
Mejorar la seguridad
La coordinadora de Ciudad Laboratorio señala que es urgente una vigilancia policial apropiada para que la ciudadanía pueda confiar en los funcionarios que están en la calle. “Nadie quiere salir y encontrarse con una alcabala de las FAES”, dice. En los estudios que levantan han encontrado en algunas zonas a muchísimos policías apostados en una plaza o una alcabala, que aparece y desaparece a los 15 minutos, donde la gente no está familiarizada con la situación y duda si se trata de un operativo de rutina. Algunos procedimientos de seguridad terminan por generar un efecto contrario en la gente.
“Necesitamos una vigilancia policial adecuada, que no es alcabala, ni gente con armas largas, son preferibles policías municipales a los que ya conocen los vecinos. Por ejemplo, la policía municipal de la redoma de Petare es amable, habla con la gente, es muy diferente a la policía que te puedes encontrar en Plaza Venezuela”, explica.
Las deficiencias en el transporte público también limitan la movilidad en la ciudad. Sin embargo, hay políticas públicas que pueden adoptarse. A juicio de Pereira, la mejor vía es activar los comercios que ya están en las zonas e integrar a la comunidad. Mejorar la iluminación y hacer una ciudad más segura para la población.
Recuperar este sector puede ser positivo para municipios, alcaldías, gobernaciones, por los impuestos que se puedan recoger, asegura el economista Manuel Sutherland; también serviría para crear empleos. Pero todo depende de resolver problemas estructurales como la inseguridad, acelerar la vacunación para mitigar los efectos de la pandemia y brindar confianza y reglas claras a los comercios.
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