En diez años el salario mínimo integral pasó de 267,32 a 0,93 dólares mensuales, y de cubrir 45,8 % de la canasta alimentaria, ahora no llega ni a 1 %. Los empleados públicos que pueden sobreviven a punta de dos o tres trabajos más y ni se dan cuenta de cuándo o cuánto es lo que cobran.

Caracas. Desde hace seis años, Pedro Linares* ha perdió la noción de lo que es gastar su salario en cubrir, al menos, una parte de sus necesidades básicas y las de su familia. Con más de 15 años trabajando en la administración pública, Pedro jamás pensó que llegaría hasta el punto de depender de sus hijos en el exterior, a quienes educó en colegios privados gracias a su esfuerzo.

El salario que devenga como trabajador del Ministerio de Defensa pasó a ser “un simple adorno” en su cuenta bancaria cada quince y último. “Antes uno estaba pendiente el día anterior a ver si, de casualidad, caía la quincena. Ahora lo que da es lástima ver que ni para un desayuno te alcanza”, señala Pedro, quien pidió mantener su verdadero nombre en reserva.

A partir de marzo de este año la administración pública tendrá un aumento de 50 % en sus tablas salariales, porcentaje que –visto desde un ángulo ajeno a la economía inflacionaria venezolana– podría parecer abultado, pero que en la práctica tan solo representa cerca de tres centavos de dólar.

salario

Durante años de su gobierno, el expresidente Hugo Chávez se vanaglorió de aplicar políticas laborales favorables a los trabajadores, abultando el número de empleados públicos mediante la creación y expansión de ministerios y con beneficios que, en la actualidad, pasan inadvertidos de lo ínfimos que son.

La realidad económica golpeó en la cara del ingreso mínimo venezolano, que por años se sostuvo, al igual que la economía, con los altos precios del petróleo y el endeudamiento, pero que en 2013 empezó a pasar factura. En los últimos 10 años de la era Chávez-Maduro, el salario mínimo pasó de 267 a 0,96 dólares.

Los aumentos pasan por debajo de la mesa

Los últimos dos aumentos salariales hechos por el gobierno de Nicolás Maduro no han sido publicitados ni celebrados como los anteriores. “Quizás saben que van a recibir más palos que aplausos”, infiere Pedro, quien se enteró porque avisaron en un grupo laboral de WhatsApp.

“Representa un insulto más a la labor que cumplimos dentro de las estructuras del Estado”, exclama el secretario general del Sindicato Unitario de Empleados, Obreros y Jubilados Públicos del estado Miranda, Fermín Gutiérrez.

Rosalba Gualtieri, directora de organización del Sindicato de Empleados del Seniat y el Ministerio de Finanzas, cree que es poco el efecto que tiene cobrar, o no, el salario mensual de la administración pública dado lo mínimo que es, incapaz de comprar siquiera un kilo de harina de maíz.

Gualtieri critica que los ministros y sus subordinados sean conscientes de que el ingreso de los trabajadores es insuficiente y que, aun así, “se hacen los locos” y no hacen nada al respecto. “Sería bueno preguntarles cómo hacen ellos para vivir”, cuestionó Fermín Gutiérrez, de Sunep Miranda.

“Estamos comiendo para vivir, pero no nos estamos alimentando”

Pedro Linares, trabajador de Min-Defensa, señala que él y su esposa dependen económicamente de sus hijos que residen en Chile y, eventualmente, de uno que otro familiar que les envía dinero: “Se volteó la tortilla”, ironiza. Rosalba Gualteri, jubilada del Seniat, lo confirma y asegura que lo común en sus redes sociales es ver jubilados pidiendo apoyo económico y de salud para sobrevivir.

En mi caso, afortunadamente, pude ahorrar y vivo del cobro de alquileres; además, a mi esposo su hijo le manda remesas. Afortunadamente, hemos podido resolver con otros ingresos, pero la mayoría de los jubilados está muriéndose de hambre, no todos tienen familiares afuera”, asegura.

Trabajó durante 29 años en el Seniat y llegó al rango de especialista tributario en ese organismo, sin embargo, quincenalmente le depositan entre 2.800.000 y 3.400.000 bolívares si se le suman los bonos y primas, así como el cestaticket, que a partir de marzo se mantendrá en Bs. 400.000 y se le sumará un bono de alimentación.

Fermín Gutiérrez, por su parte, señala que los trabajadores del sector público tienen que recurrir, incluso, a la economía informal, sobrecargarse de trabajo en diferentes turnos u otros empleos y revender artículos personales: “Cualquier cosa para poder sobrevivir”.

La esperanza de una jubilación digna en algún momento

“Los activos trabajan por dos cartones de huevos y dos pollos al mes”, exclama Rosalba al explicar las condiciones económicas que atraviesan también los que aún laboran en la administración pública, tanto aquellos con años de antigüedad como los que han ido ingresando a las nóminas. Sin embargo, Fermín Gutiérrez asegura que “la mayoría del personal joven se ha ido” ante el deterioro del salario.

Explica que los organismos del Estado ahora están recontratando a personal jubilado, pues, al menos desde hace dos años, “nadie está solicitando empleo” ni en el sindicato ni en las oficinas de las instituciones públicas. Ambos exponen que, hasta hace diez años, el sueldo del empleado público le permitía comprar viviendas por política habitacional, medio hacer mercado y costear los servicios, algo que dista del panorama actual.

A finales de 2011, según datos recopilados por el Centro de Documentación y Análisis de los Trabajadores (Cenda), el poder adquisitivo del trabajador venezolano ya era insuficiente, pues cubría 45,8 % de la canasta alimentaria (CAT), aunque era costeable si se contaba con más ingresos. En enero de 2021, el salario mínimo integral solo permite adquirir 0,3 % de la CAT.

Gutiérrez señala que, quienes aún laboran en la administración pública, lo hacen por tener “esperanza de cambio”. Como en su caso, muchos tienen más de 20 años de servicio y están a pocos de cumplir con el plazo para la jubilación, que esperan que en el futuro recupere su valor y les permita cubrir sus necesidades.

Mientras tanto, el grueso de la administración pública sigue pasando penurias. Policías, bomberos, docentes, médicos, enfermeras, jubilados, entre otros, sobreviven del rebusque y cubriendo varios turnos, con dos o más empleos. “La edad, la esperanza y la vocación de servicio es lo que nos mantiene en la administración”, asegura Gutiérrez.


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