Los icónicos autobuses amarillos se han sustituido por una línea de mototaxis. De los 45 autobuses que tenía La Universidad del Zulia no queda ninguno operativo, mientras que bandas criminales de las zonas aledañas aprovechan de robarse lo poco que queda.
Maracaibo. Cero, ese es el número de autobuses que están operativos en La Universidad del Zulia. Ahora, lo que fue por muchos años una estación de servicio exclusiva para que el transporte universitario surtiera combustible, al lado de la Facultad Experimental de Ciencias, es el estacionamiento de los caparazones de 45 autobuses que llegaron a trasladar a 14.000 estudiantes en el pasado.
Llegar a la universidad era fácil, incluso había una ruta interna conocida como La Cocha Pechocha y venían estudiantes desde Machiques, Guajira, Mara, Santa Bárbara, Maracaibo, San Francisco, Lagunillas, Bachaquero, Los Puertos, Cabimas y otras zonas.
En 2007 fue la última vez que la universidad compró autobuses para la ruta estudiantil y que se sumaron a las unidades que donó, en el año 1960, el gobierno de Raúl Leoni. Para 2017 solo funcionaban tres unidades bajo la Dirección de Transporte y para diciembre del mismo año, desapareció el servicio.
Hay que resolver
Mientras observaba el amasijo de hierro que las bandas criminales de la zona han dejado luego de desvalijar las unidades de transporte, donde también hay varias camionetas de posgrado y de directivos de distintas facultades, Alejandro Gutiérrez, estudiante de Derecho dijo: “Es increíble que estemos tan arruinados, tan abandonados, esto es necesario para nosotros y mira como está”.
El joven explicó que ante la falta de transporte, lograron hacer un convenio con la Dirección de Seguridad Interna del LUZ (DSI) para activar una línea de mototaxis que paliaran un poco las dificultades de traslado.
Resolvimos con esta línea que cobra 10 bolívares desde la entrada de Ziruma o Maicaíto, hasta la Facultad de Ciencias, sobre todo para cuidar de los robos a las muchachas, porque eso es algo que sigue existiendo. Antes podíamos ver clases de noche, pero desde 2018 no se puede estar aquí después de las 3:00 de la tarde”, enfatizó.
10 bolos y te llevo
Leandro Villalobos presta su servicio de mototaxista en la entrada de la Facultad de Derecho desde hace cuatro meses. Cuenta que han tenido que aprenderse los horarios de clases, la temporada de verano, horarios de inscripción y ser flexibles con los precios para poder trabajar.
“Yo les digo: Dame 10 bolos y te llevo, porque a veces no tienen para pagar completo y van para otra parte”.
El hombre de la etnia wayuu refirió que, aunque vive en Santa Cruz de Mara, viene todos los días a prestar su servicio junto a sus 21 compañeros. “La mayoría somos de allá pero hay mucha competencia de mototaxis, por eso preferimos trabajar aquí”.
También dijo que la seguridad interna se ha articulado con algunos funcionarios de la policía regional y nacional para cubrir algunos espacios de tránsito frecuente de estudiantes y hasta la fecha no se han registrado incidentes.
Los precios de las carreritas van desde 10 bolívares para moverse dentro de la universidad, hasta tres dólares si las carreras son fuera de la institución. Él hace a diario hasta 12 dólares como taxista.
Los reales no alcanzan
Pero la realidad es que no todos tienen para costear este “lujo”, como es el caso de Dennys Torres de 26 años. “Si agarro un mototaxi no me alcanza para los otros pasajes porque yo estudio y trabajo”, soltó el joven cursante del segundo año de Derecho.
Después de pasar una temporada en Colombia, donde trabajó como recreador de fiestas infantiles, tuvo que regresar porque su abuela se enfermó y murió seis meses después. Dennys quedó solo con su mamá, una mujer de la tercera edad que está imposibilitada para trabajar por problemas de la columna, por eso él debe trabajar.
“Todos los días me enfrento al dilema si estudio, trabajo o me regreso a Colombia. Lo que sí tengo claro es que este es mi futuro y aunque tenga que bregar, porque lo que gano no me alcanza, voy a terminar, pero es difícil”, dijo el estudiante que trabaja como mensajero en el Hospital Universitario de Maracaibo y gasta 20 dólares mensuales en pasajes.
La reactivación del transporte es algo imperativo para los estudiantes universitarios.
“Este año inscribí ocho materias, quise meter verano pero no pude porque no tenía pasajes para venir. Nosotros necesitamos una ruta de transporte universitario, no solo para aliviarnos la carga, sino por seguridad, porque cuando las clases son hasta las 4:00 de la tarde tenemos que salir en grupos hasta la avenida, si no estamos listos”, sentenció Torres.
Un servicio seguro
Jenny Salas trabaja desde hace 10 años en LUZ como supervisor de Seguridad Interna en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Dijo que, a su parecer, este último año han mejorado algunas áreas, incluida la seguridad, aunque reveló que “nunca falta el extraño que se mete a dañar y a robar, sobre todo a las mujeres, pero para eso estamos nosotros aquí”.
Para él la crisis económica que afecta el país también dejó a LUZ sin transporte, cuestión que lamenta. “Es difícil para los estudiantes, por eso decidimos activar esta línea de motos hace dos años. Es un servicio seguro y monitoreado por la seguridad interna para que no haya inconvenientes”, refirió.
Abandono universitario
La universidad del estado petrolero tiene 27 escuelas, donde se imparten 56 carreras. Antes del 2000 había un aproximado de 1500 profesores y un ingreso anual de unos 28.000 estudiantes, según cifras de fuentes de dirección docente.
Si alguien puede hablar con propiedad es Deivi Urdaneta de 39 años, ex estudiante de Filosofía y actual obrero de la Facultad de Economía. Él ha visto en primera fila el deterioro universitario porque desde los siete años de edad está ahí, debido a que su abuelo fue dueño del primer cafetín de LUZ.
“Yo me crie aquí, estudié, me convertí en obrero y ahora el cafetín es mío”, dice con orgullo antes de presentarse.
La Facultad de Economía, donde Deivi sirve desayunos y refrescos a los pocos estudiantes que quedan, está totalmente oscura. Solo su negocio tiene electricidad por autogestión, el resto de la edificación dividida en cuatro bloques: Contaduría, Administración, Economía y Sociología, están cerrados y ahora sirven de nidos para las palomas.
Dijo que la Misión Venezuela Bella visitó la facultad y en lo que va de año los ingenieros han hecho 14 inspecciones. “Según se necesitan 1200 rollos de manto para impermeabilizar y no sé cuánto más en pintura, pero todo eso queda en promesas. Esta es la única facultad a la que no le han metido mano pero ni un poquito”, criticó.
Actualmente en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales hay 1650 estudiantes inscritos que ven el 90 % de sus clases de manera virtual y los pocos que asisten ven sus clases en el edificio de postgrado, donde también Deivi y los pocos compañeros obreros que quedan, cumplen su jornada de trabajo.
Pupitres vacíos
Hace más de una década la matrícula universitaria para esta facultad rondaba los 11.000 estudiantes, pero desde el año 2013 todo se ha venido abajo, cuenta el obrero.
“De ahí para acá todo se acabó y la pandemia nos terminó de enterrar porque mucha gente mala aprovechó para robarse los cables eléctricos y todo lo que consiguieron a su paso. Aquí no hay un solo salón operativo”, dijo mientras señalaba una tanquilla eléctrica violentada.
Antes de despedirse Deivi aseguró que el personal que se ha quedado en la universidad es por amor. Dijo que mantiene viva la esperanza de ver su casa restaurada y llena de alumnos como cuando él era un niño. Por ahora sigue comprometido en trabajar, ayudar y cuidar a los alumnos.
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