En Carmen de Uria 24 familias sobrevivientes luchan contra las voces del silencio

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A pesar de las dificultades y el abandono oficial, los habitantes del pueblo de Carmen de Uria que regresaron después del deslave tienen fe en que las cosas mejoren y en el futuro, no muy lejano, puedan recobrar el interés turístico del que gozaron antes de la tragedia de las lluvias del 15 y 16 de diciembre de 1999.

La Guaira. Desolación, desidia oficial y temores. También, huellas palpitantes del peor desastre natural ocurrido en la expiración del siglo XX en Venezuela. De aquello, quedó la sensación de que Carmen de Uria, al este del Litoral Central, había desaparecido del mapa.

Pero, a 22 años del horror y aún con la declaratoria de camposanto, sus habitantes luchan contra las voces del silencio de un gobierno que los tiene en el olvido. Por sus laderas y montañas se pudo percibir que los ilusiona la posibilidad de una vida mejor.

En este contexto, hay que recordar que en el año 2000, la Autoridad Única de Vargas, Carlos Genatios, advirtió que el lugar no debía ser repoblado masivamente, al tiempo que recomendó la construcción de un parque recreativo para disfrutarlo en períodos de sequía.

Este parque, basado en el plan de ordenamiento territorial de la Corporación para el Rescate y Desarrollo social del estado Vargas (Corpovargas), fue concebido en el decreto regional N.º 059-2005 que se publicó en la Gaceta Oficial Extraordinaria N.º 107, de fecha 22 de febrero de 2005.

Sin embargo, nunca se adelantó nada de la obra. Tampoco se explicó oficialmente en qué se utilizaron los recursos asignados, además de que solo en 2005 se incluyó a la cuenca fluvial de Carmen de Uria en los planes de limpieza de cauces y control de torrentes.

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En 2000 se declaró el lugar como camposanto y se recomendó que no fuera repoblado. Foto: Cortesía Mirna Montemayor.

Aun así, 22 años después del desastre, unas 24 familias se empeñan en mantenerse en este pueblo del este del Litoral Central, que era conocido por los helados de frutas, los pozos de aguas cristalinas, los petroglifos y los restaurantes de pescados y mariscos a la orilla del mar Caribe.

Diez de esas familias salieron con vida aquellos lluviosos 15 y 16 de diciembre de 1999, y retornaron en menos de dos años. Ni ellos mismos habían asimilado un sentido de pertenencia que, al trasluz de los años, a muchos les cuesta comprender en otras regiones del país.

Para no pocos de sus pobladores, la erupción fluvial de 1999, como consecuencia del cambio de curso del río, no la van a experimentar otra vez. “El río más nunca ha levantado como en la tragedia”, dijo Oleida Rangel, a su paso hacia la iglesia, un ícono del resguardo de decenas de lugareños y donde cada 15 de diciembre convergen cientos de sobrevivientes en recuerdo de sus familiares y amigos fallecidos.

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La iglesia es el sitio de reunión de los sobrevivientes todos los 15 de diciembre  Foto: Cortesía Mirna Montemayor.
“No me voy de aquí”

“Los periodistas solo vienen en diciembre”, comentó María Adelina Gagliardi Duarte, que ocupa y defiende la propiedad del hotel edificado en 1954 por su abuelo, Filippo Gagliardi, un empresario italiano que ejecutó las más importantes obras públicas del gobierno de Marcos Pérez Jiménez (1952-1958).

La frase de la mujer de 33 años de edad, madre de tres hijos y que vive con su esposo y su madre, Rosa Ángela, de 72 años de edad, no supuso ninguna incomodidad para el corresponsal de Crónica.Uno, oriundo de esta entidad federal y también sobreviviente de aquella tragedia de fin de milenio.

No me voy de aquí. Todavía sueño con un parque recreacional para Carmen de Uria; se pueden hacer muchas cosas buenas. Mi abuelo apoyó a gente de bajos recursos económicos”, agregó.

Aunque era una niña de 11 años de edad, tiene nítida la memoria de cómo su mamá (la cuarta hija del aludido empresario) ayudó a más de 500 vecinos a refugiarse en los seis pisos del hotel La Pequeña Venezia Uria Mar, un proyecto turístico que no fue culminado, pero del que la familia conserva el respectivo título de propiedad.

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El hotel La Pequeña Venezia Uria Mar resiste a la desidia y olvido oficial   Foto: Cortesía Mirna Montemayor.

Sentimos una gran explosión, como si la tierra se partiera bajo nuestros pies. Ahora, el río casi desapareció, pero sabemos que pasa subterráneo por su cauce”, afirmó María Adelina, egresada en 2014 como Técnico Superior Universitario en Turismo de la Universidad Nacional Experimental de la Fuerza Armada (Unefa).

Ella representa a sus vecinos para las gestiones de servicios públicos ante las autoridades regionales y el comando de la Guardia Nacional Bolivariana que se ubica en el centro del poblado.

La mayoría de las 70 personas que viven aquí cuentan con fluido eléctrico, a través de tres transformadores y dos postes de la antigua Electricidad de Caracas, los cuales no están a salvo de la corrosión del salitre y el efecto de los sucesivos apagones.

El agua llega desde el río y mediante tomas que ha instalado Hidrocapital. De la conexión telefónica o de Internet, nada. Pero, los moradores acceden a los datos móviles en sus celulares, sobre todo en la entrada principal, justo en el puente construido en 2005.

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Los vestigios de la tragedia de 1999 aún palpitan en Carmen de Uria   Foto: Cortesía Mirna Montemayor.

En ese año se despejó por única vez el cauce fluvial, que como la gran mayoría de los 23 afluentes principales y 60 quebradas litoralenses desembocan en algún paraje de los 170 kilómetros de costa marina.

En ese sitio de la carretera nacional Tanaguarena-Naiguatá, los supervivientes de Uria, que cultivan cambures, cebollines, guanábanas y plátanos, venden su cosecha, labrada río arriba, en el sector San José, cerca de las montañas que tanto enamoraron a decenas de portugueses, italianos y españoles, junto con otros guaireños. “Aquí sacamos algo para comprar comida y seguir adelante”, dijo una mujer junto a su pareja.

Sí, nos colaboramos unos a otros. La convivencia es buena”, aseguró María Adelina, que, de igual modo, supervisa la entrega de las bombonas de gas doméstico que piden sus vecinos.

En el cercano pueblo de Naiguatá adquieren sus alimentos más básicos y otros enseres. Allá también ejercen su derecho al voto.

Escombros y temores 

De las 24 familias asentadas en el lugar, seis no son de la zona. Hace dos años, invadieron las ruinas de la Escuela Los Caracas, ubicada al margen izquierdo del río. Por estos días, ese plantel funciona en la comunidad de El Tigrillo, a tres kilómetros después de este poblado.

Los episodios de invasiones en Uria, a lo largo de 22 años, no son nuevos. En 2005, habían arribado miembros de bandas delictivas que desataron la violencia, lo que obligó al Gobierno a intervenir con un contingente de la Policía Naval, que finalmente restableció la paz ciudadana.

Cinco años más tarde, otra fuente de perturbación se instaló hasta el presente: los botes indiscriminados de escombros y otros residuos materiales en explanadas, proximidades al río y hasta en la orilla de la playa.

Primero eran camiones de volteo de una empresa en alianza con la Gobernación de La Guaira, y desde el año pasado, son pequeñas unidades de carga sin rótulos de organismos públicos.

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Los camiones pequeños ingresan al pueblo para verter escombros en las cercanías del río.   Foto: Cortesía Mirna Montemayor.

Tras continuas denuncias de los afectados, han aparecido camiones para retirar parte de los desechos. Mientras esos esfuerzos terminan por ser esporádicos e insuficientes, a la explanada frente al cerro Zapatero llegan algunas personas, provenientes de otros sitios y con bolsos, intentando llevarse “algo útil para vender”.

En torno a esta problemática, estudios recientes del Instituto de Mecánica de Fluidos de la Universidad Central de Venezuela han determinado que el peso de los escombros afecta el recorrido subterráneo del río de Carmen de Uria.

Lo que pasa es que ellos tienen el poder y abusan”, dijo una habitante de la localidad, bajo condición del resguardo de su identidad. Otros vecinos, igualmente, no desean hablar del tema.

Cuando faltan siete meses para conmemorar 23 años de la tragedia, Carmen de Uria ya no parece un pueblo en extinción. Hay hombres, mujeres y niños que se sobrepusieron al dolor, en aras de un futuro con nuevas oportunidades.

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Después de 22 años del deslave de fin de milenio, Carmen de Uria ya no está borrada del mapa  Foto: Cortesía Mirna Montemayor.

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