En lugar de celebración, en Caracas solo hubo caras largas por reelección de Maduro

En el centro de la ciudad, los negocios trancados y otros de santamaría a media asta le tomaban el pulso a Libertador, uno de los municipios más leales al chavismo. Esta vez no hubo fiesta ni tarimas, como las que se orquestaron el jueves pasado en la avenida Bolívar durante el cierre de campaña de Nicolás Maduro.

Caracas. Cuando escasea el transporte, el único autobús en detenerse en la parada nunca parece lo suficientemente lleno como para no recibir a un par de usuarios más. En medio de la multitud que jadea la espera, un niño se adelanta, se abre espacio con arrojo y aparta dos puestos. Su temperamento es despierto y conversa con lucidez mientras se acomoda en su asiento.

—¿Tío, tú sabías que iba a ganar? —pregunta el niño, de tal vez 9 años, a bordo de un autobús de la línea Valle-Coche-Hospital Vargas.

— ¿Quién, niño? —replica el tío, un joven de no más de 30 años, con lentes de pasta y cristales sin aumento.

—Maduro, tío —se apura el pequeño.

—Sí, lo sabía, era de esperarse —completa el adulto.

—¿Y tú por quién votaste, tío? —se inquieta el niño.

—Por Maduro —responde en seco el hombre.

—¿Por qué, tío? —repregunta el niño.

—Porque me dio la gana —le grita el tío y parece quedarse sin argumentos.

Este lunes no hubo sorpresa. Maduro repetirá por segunda vez como presidente. Las avenidas desahogadas y algunos pasajeros enmudecidos en la Línea 3 del Metro de Caracas, donde el bullicio y el jaleo entre los usuarios aturden en un día cualquiera, eran tal vez el mayor síntoma de una ciudad donde todo seguía exactamente igual a la noche anterior: el Metro, que esta vez estaba sin gente, se demoraba en llegar, escaseaban los autobuses en la superficie y, a juzgar por la queja de una anciana, los comerciantes de Mersifrica fraguaban un nuevo aumento de la carne. Intentan mantener su inventario, seguramente anémico.

Para quienes esperaban ver una reconfiguración del tablero político, un cambio en el timón, Caracas amaneció apagada. Es el reflejo de un país entero. Aquí no hay nada que hacer, esto se lo llevó quien lo trajo, asentían dos usuarios del subterráneo. Eran ellos caminando sobre los escombros, las ruinas de un plan de cambio que algunos, quizá los más entusiastas, creen poder lograr por vía electoral.

En el centro de la ciudad, los negocios trancados y otros de santamaría a media asta le tomaban el pulso a Libertador, uno de los municipios más leales al chavismo. Esta vez no hubo fiesta ni tarimas, como las que se orquestaron el jueves pasado en la avenida Bolívar durante el cierre de campaña de Nicolás Maduro.

Las calles amanecieron despejadas y continuaron así hasta buena parte del día. Las entidades bancarias registraron poca actividad y las colas para el pago de productos a través de puntos electrónicos se atenuaron. El ambiente era menos acorde después de una contienda, cuyo candidato ganador, Nicolás Maduro, se reeligió con 68 % de los votos.

Fátima Ruíz, habitante de la parroquia Santa Teresa, tiene afinidad por el Gobierno, pero dice que no votó en las elecciones, pues reconoce que este lo ha hecho mal y no lo celebra. Tiene poco que elogiar a Maduro. Padece una insuficiencia renal aguda y quizá necesite diálisis en unos meses. No lo tiene claro aún. Dice que sus niveles de urea en la sangre son exagerados y que tal vez sea por sus recurrentes subidas de tensión. Un médico le ha dicho que la hipertensión dañó sus riñones y debe extremar los cuidados.

Uno de mis hijos se tuvo que ir a Chile con su otro hermano, para mandarme los medicamentos, dice Fátima. Su agradecimiento hacia el Gobierno estriba en la casa y la pensión que recibió del Estado. Pero, nada de ello, admite, sentada en un banco de La Hoyada, es suficiente.

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En Caracas, José Gregorio Ochoa, líder comunitario de Antímano —una de las zonas más pobres de la capital— denunció este domingo la usurpación de la identidad de algunos testigos de mesa. Y el Plan República, que se encarga de resguardar el orden público, no dejaba entrar a los verdaderos testigos. Quienes se animaron a participar en la contienda, como Luisa Pimentel —quien debía viajar unos 40 kilómetros hasta la ciudad de Guarenas, su antiguo lugar de residencia— tenían en contra el paro técnico del transporte.

Las elecciones de este domingo ocurrieron en un contexto de contingencia. 90 % del transporte urbano está paralizado en Venezuela, según el gremio, y las fallas de energía eléctrica y de suministro de agua se orquestan en sus 23 estados. 82,5 % de la población cataloga de negativa la situación del país y 69 % piensa que Maduro debe irse, según la firma Venebarómetro.

La abulia y el desánimo conforman un cuadro totalizante. En el Servicio Administrativo de Identificación Migración y Extranjería (Saime) del Ipsfa, en Los Próceres, las elecciones presidenciales pasaron desapercibidas para la familia Rondón, que gestionaba sus pasaportes para migrar del país. Jesús Rondón, comerciante de oficio, dice que tienen previsto marcharse. Tiene tres hijos y dos ellos, pequeños aún, se inquietan por su futuro.

Me angustia mucho cuando Armando, el menor de todos, me dice: ‘papi, los niños de mi escuela no tienen desayuno y se desmayan’. Y luego pregunta si van a morir, cuenta Jesús, mientras aguarda en la oficina del Saime.

Su esposa, Adriana de Rondón, es enfermera y trabaja en dos hospitales. Tiene la misma preocupación de su hijo y cree que lo mejor es irse, pero aún no han definido el destino. Sus gestos son atropellados. Se pasea por todos los problemas del país que también son sus dificultades: la falta de agua, los cortes de energía eléctrica, la escasez de efectivo, el paro técnico del transporte urbano, la ausencia de seguridad y de servicio de recolección de basura.

Es abrumador porque sientes que te quedas sin respuestas, sin alternativas en un país crítico —afirma Adrina— y esto es aterrador porque cada vez tienes menos calidad de vida.

En las caras de quienes caminaban ensimismados parecía reproducirse este lunes el discurso no verbalizado de fraude, una denuncia anticipada por la Mesa de la Unidad Democrática a la cual el candidato Henri Falcón dio crédito este domingo, minutos antes de que la rectora del Consejo Nacional Electoral, Tibisay Lucena, entregara el boletín irreversible de la contienda.

En el anuncio preliminar, Maduro obtuvo 5.823.728 votos, lo que es igual que 67,6 % de los sufragios, frente a 1.820.552 votos de Henri Falcón (21 %); mientras que Javier Bertucci obtuvo 925.042 votos.

A propósito de los resultados que arrogan a Nicolás Maduro una victoria pírrica, que lo autoriza para mandar hasta el 2025, Carlos Arnaldes, un estudiante de Sociología de la UCV, dice que se marchará porque no hay nada por hacer. Se da por vencido a un año de culminar la carrera. Afirma que estuvo en las protestas de 2014, regresó a las calles en 2017 y la situación continúa igual. Me iré para ayudar a mi familia desde afuera, cada vez nos cuesta más asegurarnos la comida, dijo mientras esperaba su prórroga en el Saime del Ipsfa, en Los Próceres.

Fotos: Luis Morillo


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