Habitantes de la frontera del Táchira viven enfermos por la falta de agua potable

Más de seis meses sin agua por tuberías tienen los habitantes del municipio Bolívar y de Ureña, lo que genera graves problemas de salud, pues la que compran no es tan potable como se cree.

San Antonio del Táchira. En deplorables condiciones viven los habitantes del municipio Bolívar del estado Táchira. La falta de agua potable es una de las tantas raíces del árbol de problemas que tienen quienes habitan en la entrada al sur del continente americano.

Meses llevan a la espera del restablecimiento del servicio, pero la estatal Hidrosuroeste no da respuesta. Esta situación ha creado un ambiente de insalubridad que ha sido propicio para el surgimiento de enfermedades que van desde cuadros diarreicos hasta casos de hepatitis, ya que el agua que los habitantes del municipio consumen proviene de pozos profundos, cuya potabilidad es dudosa.

Precisamente ante esta situación, el diputado Juan Carlos Palencia denunció que habitantes tanto del municipio Bolívar como de Ureña consumen agua contaminada con heces fecales. A su vez, afirmó que en la entidad fronteriza la venta de agua “potable” mediante el uso de cisternas va en incremento.

Autoridades sanitarias, así como la estatal de aguas del estado, han realizado diversas mesas de trabajo desde mediados de año, cuando comenzó el problema. Sin embargo, aún no han dado una respuesta clara a los habitantes de la zona fronteriza. Esta situación también perjudica a quienes migran desde Venezuela hacia el sur del continente.

“Esto ha provocado brotes endémicos de hepatitis y serias afecciones de piel. Se hizo un plan de trabajo en su momento para atacar esta situación, pero, a meses de dicha planificación, ninguno de esos entes entrega resultados que se llamen satisfactorios”, señaló el parlamentario, quien forma parte de la Comisión de Administración de Salud y Servicios Públicos del CLET.

Quienes sí le ven el “queso a la tostada” son los dueños de cisternas y carrotanques, quienes cobran unos 70.000 pesos colombianos por el servicio, lo que equivale a poco más de 7000 bolívares. Para paliar el alto costo, vecinos de toda una manzana se reúnen y, entre todos, pagan dicha cisterna y procuran “estirar” el vital líquido lo más que pueden.

Si nos bañamos, colocamos un tobo para agarrar esa agua. Esa la usamos para la poceta y la de la lavadora también y para lavar los platos. El agua hay que hervirla bastante porque a muchos niños les ha dado diarrea y sarna y no hay medicinas aquí. Para uno curarse tiene que ir a Cúcuta”, dijo Andreína Peñaloza, habitante del barrio Miranda de San Antonio del Táchira.

También denuncian que el suministro de agua se ha vuelto un negocio para todos, pues los camiones cisterna hacen lo que se les antoja. “Como uno sin agua no vive, ellos saben que la necesitamos. Vienen y cobran en pesos, como si estuviéramos en Cúcuta. Y nadie les pone un parao”, dijo la dama.

A diario es común ver a niños y adultos con tobos en las manos en busca de algunos litros de agua para saciar la sed o alguna necesidad higiénica del hogar. Camiones que no son aptos para cargar agua usan tanques plásticos gigantes para colectarla. En unos casos la venden y en otros la regalan a habitantes de sectores muy humildes.

Cuando llueve en la zona, lo que no ocurre con frecuencia, los habitantes aprovechan para recolectar el agua a través de las canaletas de las casas o mediante el uso de láminas de zinc o acerolit.

Fotos: Ana Barrera


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