La más reciente película sobre el famoso arqueólogo suma los elementos que se esperan de la aventura para cerrar con las maneras del adiós

Caracas. Para los que crecieron con la radio, el dial suponía cierta magia. Para un niño o adolescente, solo bastaba girar la perilla del aparato y cambiar los mundos que la canción evocaba. Ahora, Indiana Jones toma ese adminículo para constatar lo que tanto estudió y encontrarse en los personajes de la admiración.

Indiana Jones y el dial del destino es la más reciente película sobre el profesor de arqueología, ese que desde hace cuarenta años ha mostrado los confines de la ciencia en el viaje por el conocimiento, no exento de peligros y artimañas.

Ambientada a finales de los años sesenta, se ve al protagonista extenuado. Pero no tanto físicamente, aunque se deja claro que han pasado los años, sino distante de una generación que no conecta con todo su bagaje. De hecho, la apoteosis de aquellos años por la llegada a la luna no despierta en él ningún entusiasmo. Tan solo es una noticia, festejos que lo perturban.

Indiana Jones y el dial del destino
Es difícil que la película decepcione a los seguidores de la franquicia

Pero quien se ha caracterizado por escudriñar en el pasado encuentra siempre las consecuencias de lo ocurrido. Así es como Helena (Phoebe Waller-Bridge) se encuentra con él. En la conversación surge el tema de la anticitera, que en la vida real es una tecnología de la antigüedad que permitía conocer la posición de los planetas hasta la época conocidos, así como las fases de la luna.

En el largometraje, se toma el objeto para adaptarlo a la narrativa del conflicto. En Indiana Jones y el dial del destino la anticitera permite encontrar fisuras en el tiempo y fue creada por el mítico matemático Arquímedes.

Desde el estertor de la Segunda Guerra Mundial este instrumento es deseado por Dr. Voller (Mads Mikkelsen) un reconocido nazi en los tiempos del Tercer Reich, ahora camuflado como científico que colabora con la NASA.

Indiana Jones y el dial del destino
Mads Mikkelsen interpreta a un villano obsesionado con una supuesta reivindicación de lo derrotado

Así comienza la aventura para encontrar las partes del aparato, e Indiana Jones y Helena se unen para evitar que caiga en las manos del villano, interesado en viajar en el tiempo para hacer lo que Adolf Hitler no pudo lograr.

La película es dirigida por James Mangold, quien ha firmado obras como Johnny y June: pasión y locura (2005), Logan (2007) y Ford v Ferrari (2019). Sabe cómo mostrar viajes, individuos que, en medio de su pasión, pueden perder el rumbo hasta llevarlos al punto de entregarse a lo más extremo del destino.

Indiana Jones y el dial del destino cumple con aquello que se espera de una película de aventuras. Enemigos y secuaces, viejos aliados que reaparecen, paisajes exuberantes; y en el mundo del explorador, narrativas exaltadas a partir de hechos históricos. Todo un cóctel de dos horas y media de duración para entretener y también conmover.

Porque esta película es un homenaje a Indiana Jones, el cese de una etapa en la que el personaje se encuentra en un dilema existencial, entre la seguridad del tramo andado, pero también con el cansancio de quien ha hecho mucho.

Indiana Jones y el dial del destino
El largometraje honra muy bien el legado de esta saga creada por George Lucas

Por eso, en el clímax de la película, el protagonista se encuentra en el borde, en ese momento de decisiones definitivas, en el preámbulo al adiós. Una situación a la que se le suma el hallazgo de un par, de esa persona admirada durante tanto tiempo, reconocer a un aventurero del conocimiento al igual que él; un hecho similar al paraíso anhelado. Entonces la disyuntiva.

Sin embargo, es ahí cuando los responsables de la obra llevan la película a otros derroteros. A un final, sin dudas, un poco populista, que subraya la verdadera vida, aquella inmediata y construida, más allá de todo aquello aprendido y respetado, pero correspondiente a un mundo ajeno. El presente como único destino, lejos de manidas alabanzas al pasado. Afrontar los nuevos caminos del destino, siempre y cuando lo dejen en paz.

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