Juventud de Anzoátegui prefiere emigrar y dejar estudios universitarios de lado para satisfacer necesidades

juventud de anzoátegui

La proyección de un futuro con toga y birrete dejaron de ser prioridades para los “chamos” anzoatiguenses. De acuerdo con cifras de la Dirección de la Juventud del estado, de 100 % de los jóvenes en edad de asistir a la universidad, apenas 43 % lo hace. Migración, necesidades económicas e imposibilidad de asistir a clases son las causas de la deserción de las aulas universitarias.

Barcelona. “Anzoátegui se está convirtiendo en un estado de viejos y no porque no tengamos jóvenes, sino porque se nos están yendo”. La frase pertenece al gobernador de la entidad, Antonio Barreto Sira, que antes de que estallara la emergencia por la situación del COVID-19 en Venezuela, se mostró preocupado por las cifras de deserción de los jóvenes en edad de cursar estudios en educación superior. La juventud prefiere emigrar y dejar de lado los estudios universitarios para satisfacer necesidades.

Ante la proyección de un futuro cada día más incierto, los chamos se olvidan de sueños que incluyan toga y birrete para dedicarse a un trabajo que genere dinero.

El estudio realizado por la Dirección de la Juventud de la Gobernación de Anzoátegui, a principios de año, reveló que de 100 % de los jóvenes con edad para asistir a la universidad, apenas 43 % lo hace. Migración, imposibilidad de asistir a clases y situación país son los factores que alegan para no cursar una carrera universitaria.

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Hernández apuesta por que el beisbol le permita tener un cambio económico en su vida.  Foto: José Camacho.

El rostro de ese 57 % de “desertores” del sistema de educación superior se puede apreciar en diversos espacios de la zona norte de Anzoátegui.

Dedicados a la compra de dólares, venta de cigarrillos, artículos de consumo masivo, colgados en autobuses fungiendo como recolectores de pasajes, mototaxistas, algunos menos sacrificados laboran en bodegones y otros que apuestan por sacarla de jonrón con una ansiada firma que les permita llegar al beisbol organizado y dejar atrás las penurias en las que viven.

El ser ingenieros, médicos o cualquier otra profesión es para estos muchachos sinónimo de un camino tortuoso que, si bien les permitirá tener una profesión, sostienen que no les ayudará a cumplir sus anhelos y ven en oficios nada convencionales, la manera de ganar dinero rápido para cubrir parte de sus necesidades.

Historias de la deserción

Víctor Reyes, Gabriel José Cabrera y Osmar Hernández son tres jóvenes barceloneses que, abrumados por los padecimientos de sus hogares, hicieron a un lado los morrales y cuadernos.

Son las 4:30 a. m. y el sonido de la corneta de los minibuses que llegan hasta sus respectivos hogares, marca el inicio de la jornada para Reyes y Cabrera. Laboran como recolectores en la Unión de Conductores La Orquídea de Barcelona.

Yo abandoné los estudios cuando tenía 13 años de edad, actualmente tengo 22. Además de la necesidad en mi casa, los dejé porque en el colegio no había motivación de parte de las maestras para que uno siguiera. Este no es el mejor trabajo del mundo, pero me permite resolver almuerzo y cena. Como recolector puedo ganar entre 500.000 y 600.000 bolívares diarios.

Cabrera escucha el relato de su compañero de faena y afirma que para él también se le hace más fácil un trabajo en el que el dinero es “contante y sonante” que esperar por un título con el que va a ganar mucho menos de lo que cobra como colector de autobús.

Yo estaba en el liceo cuando decidí dejar los estudios. Con este trabajo yo ayudo a mi mamá y mi abuela. Tengo un hermano que está en Colombia y estoy reuniendo para ver si me voy a trabajar por allá. Lo que gano aquí me alcanza un poco porque me he aguantado en eso de tener pareja e hijos.

En otras circunstancias les hubiese gustado continuar con sus estudios. “A mí me llamaba la atención ser arquitecto”, asegura Reyes.

Para Hernández el sueño es más largo. Aunque a los 17 años ya es complicado conseguir un buen contrato como prospecto para las Grandes Ligas, apuesta por un “batazo de la suerte” que lo lleve a Argentina, España o Italia, donde el beisbol ha sido un salvavidas para muchos jugadores criollos.

Tras abandonar la práctica de la disciplina por dos años, decidió retomar los entrenamientos y desde las 6:00 a. m. se le puede ver en el estadio frente al Batallón de Cazadores Bacazaraza, entrenando junto con su hermano de 12 años de edad.

Hernández es uno de los cientos de jóvenes que practican en las academias de beisbol asentadas en la zona norte de Anzoátegui.

Estoy consciente de que ya a Grandes Ligas el viaje es complicado. Ellos buscan niños de 12 y 13 años para entrenarlos y ahí es donde están los bonos (pagos). Yo no pierdo las esperanzas de firmar por un equipo, esta temporada que culminó fue un aliciente para mí. Se está cocinando algo, y para que eso suceda estoy dejándolo todo aquí a diario.

Problema de estado
El Informe sobre la Movilidad Humana Venezolana II indica que las familias venezolanas sufren una reconfiguración forzosa debido a la migración de sus integrantes. El estudio fue realizado en 2019 por la Universidad Católica Andrés Bello, su par del Táchira, la Universidad Simón Bolívar, entre otras instituciones.

El gobernador Barreto Sira sostuvo que el fenómeno deja números preocupantes en la entidad.

“Ocho de cada diez familias anzoatiguenses tienen a un joven en el exterior. Venezuela está en la crisis más grande de toda su historia y nuestros jóvenes lo sienten al punto de que diciembre cerró con 58 % de deseo de migración. Lo hacen para escapar de la crisis”, refirió.

Sira afirma que no pierde la esperanza de revertir estas cifras y recibir a todos estos jóvenes que se fueron del país “para hacer más grande a Venezuela”.

Con todo y los decretos de cuarentena, Reyes, Cabrera y Hernández continúan desarrollando sus actividades como si el COVID-19 fuese un nuevo escollo que deben superar en sus vidas.


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