En un callejón de la parroquia La Vega resultaron positivos para COVID-19 16 de sus 24 vecinos y fueron trasladados a un hotel en Plaza Venezuela. Luis vivió trece días en aislamiento esperando los resultados de su prueba confirmatoria. Crónica.Uno cuenta su historia.

Caracas. Con el anuncio de la prueba PCR positiva para COVID-19, Luis* se acostó en la cama de aquella habitación de aislamiento de un hotel en Plaza Venezuela con miedo al preguntarse qué seguía. Puso su alarma para pararse bien temprano. Al día siguiente lo pasarían buscando para llevarlo a otro hotel donde le aplicarían el tratamiento contra el virus. Era asintomático. Tenía mucha ansiedad.

Luis ya tenía trece días aislado. En un callejón de La Vega, en el oeste del área metropolitana de Caracas, el coronavirus puso los nervios de punta a los habitantes. Dos vecinas tuvieron síntomas y decidieron hacerse la prueba rápida. Salieron positivas. El viernes 8 de agosto, el líder del consejo comunal se enteró de esos dos casos y decidió organizar una jornada de despistaje en esa calle, donde viven 24 personas.

Habilitaron el espacio de un comedor. Luis estaba nervioso porque días atrás había tenido fiebre, pero ya se había recuperado. Tomé limonada caliente y té de malojillo, pero ya me sentía bien, aseguró.

Llegó su turno. Se sentó, una doctora abrió el empaque de la aguja, le pinchó el dedo y agarró una pipeta que estaba a la intemperie en la mesa. No sacó una nueva. Otros vecinos coincidieron en notar esta irregularidad.

Me di cuenta de que eso no era normal. Estaba sucia. No supe si decir algo, mi mente estaba nublada en ese momento, lamentó.

En julio la parroquia La Vega del municipio Libertador de Caracas figuraba como una de las zonas con más contagiados de COVID-19. Algunos sectores que concentraban casos eran San Miguel Arcángel, Tamacum, Renacer El Milagro, Concentrada Zulia y Villa Alegre. En 18 días de agosto, la administración de Nicolás Maduro ha reportado 180 infectados en esta parroquia.

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Foto: Luis Morillo/ Archivo

De los 24 vecinos, 16 resultaron positivos. El líder del consejo comunal les aseguró que, como eran muchos, entonces no se los llevarían a un hotel o CDI, sino que podrían cumplir el aislamiento en casa. El plan se cayó a las pocas horas. Llegó una ambulancia para buscarlos.

Los nervios terminaron de subir hasta que explotaron. Los vecinos no se querían montar en esa ambulancia. No querían irse de sus casas. Tenían miedo de las condiciones que fueran a encontrarse en otro sitio. Los que manejaban la ambulancia los amenazaron y les dijeron que iban a llamar a la policía y a representantes del gobierno. Los vecinos prefirieron irse porque les dio aún más miedo.

Se subieron trece adultos, dos niños y una bebé de diez meses. Todos amorochados. Sin distancia y, por supuesto, sin certeza de quién estaba realmente infectado, teniendo en cuenta que las pruebas rápidas tienen un porcentaje alto de error.

De camino al hotel nos dijeron que íbamos a estar al menos quince días aislados y que las pruebas PCR las hacían a los dos días de haber llegado, contó Luis.

Cuando Luis abrió la puerta de su habitación se encontró con que todo estaba sucio. Las sábanas tenían polvo. Había basura en el piso. El baño tenía mucho tiempo sin limpiarse. La alfombra estaba manchada.

Las paredes eran blanco hueso. Había una cama matrimonial con dos mesitas de noche a los lados. Las cortinas tapaban la vista hacia la avenida Libertador. Del lado derecho había un clóset de madera, y frente a la cama, un espejo ovalado. El televisor estaba guindando en el techo y solo mostraba canales nacionales.

Por suerte, Luis se llevó un juego de sábanas para cambiarlas, botó lo que estaba tirado en el suelo. Puso a un lado las almohadas para no usarlas. Limpió un poco el baño y puso como regla no caminar descalzo. Estaba solo.

Comenzaron los rumores. Un miliciano le comentó que un señor que estaba en la ambulancia tenía diarrea fuerte y no había un médico que lo atendiera. Sentí miedo, porque no sabía qué podía pasar conmigo, relató a Crónica Uno.

La seguridad del hotel estaba en manos de dos milicianos y un sargento. El personal del hotel solo estaba en el área de recepción. Los familiares podían llevar cosas y los milicianos se encargaban de subirlas a las habitaciones.

La mañana del 10 de agosto le tocó la puerta un hombre vestido de los pies a la cabeza de blanco. Como en las películas de zombies, comparó Luis para referirse al traje de bioseguridad. Era el médico que le iba a hacer la prueba PCR con el hisopado. Le dolió mucho, y al día siguiente se despertó botando coágulos de sangre por la nariz. Fue muy rústico, agregó.

La rutina de Luis era algo monótona. Se despertaba a las 7:00 a. m. para arreglarse. A las 8:20 a. m. ya le tocaban la puerta con el desayuno. Se volvía a acostar hasta el mediodía; mientras, hablaba con su novia y amigos por las redes sociales. Ponía una serie en una aplicación del celular hasta el mediodía, cuando le llevaban el almuerzo. Volvía a acostarse hasta las 6:00 p. m., que llegaba la cena.

Seguía sin tener ningún síntoma de COVID-19.

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Luis aseguró que nunca le faltaron las tres comidas diarias. Las porciones eran pequeñas.

Luis usaba los estados de WhatsApp como un diario. Escribía algunos chistes para hacer reír a sus familiares y amigos que estaban preocupados. Además, también lo ayudaba a no angustiarse. A no perder la calma.

Tres días después, el 13 de agosto, se enteraron de que los resultados aparentemente estaban listos. Una amiga del trabajo de Luis, que también estaba aislada, les dijo por mensaje que su esposo había podido retirar su resultado o boleta de libertad. Ya ella podía regresar a casa porque resultó negativo.

Luis es oriental. Su familia vive en Maturín y él tiene dos años viviendo en Caracas. Hay algunas zonas de la ciudad que no conoce mucho. Incluso, la ubicación del hotel era confusa para él. Sabía que al esposo de su amiga le habían dado los resultados en un lugar cerca de Plaza Venezuela, pero no entendía precisamente en dónde era. Le pidió el favor a un amigo para que se metiera en la página del Ministerio de Salud a ver si salía su resultado, pero nada.

El grupo que llegó con Luis comenzó a irse del hotel con sus resultados negativos. Quedaron solamente él y una familia de dos adultos y tres niños que estaban juntos en una habitación.

Pasaron los días y a Alberto*, vecino de Luis en La Vega, le confirmaron que sus resultados ya estaban listos y los llevaron a la habitación. Cuando su esposa revisó el papel, los nombres que aparecían no eran los suyos. Había una equivocación. Además, le pareció haber leído el nombre de Luis en uno de los papeles que revisó, pero supuso que se lo llevarían a su cuarto. Tampoco fue así.

Día 8 de aislamiento: Hoy han jugado con mis sentimientos todo el día. Estoy a la espera del resultado de la prueba PCR y justamente hoy se antojaron de tocarme la puerta a cada rato. Cada vez que escucho que tocan, pienso que vienen a buscarme para irme, pero siempre es otra cosa, escribió Luis en su estado de WhatsApp.

Comenzaron a pasar los días y no tenían respuesta. Para Alberto era más difícil porque la leche de su bebé comenzaba a agotarse y el miliciano le aseguró que no le podían conseguir más. Eran cinco personas en una habitación y él tenía fiebre. Sentían que se iban a terminar contagiando todos si seguían encerrados en el mismo lugar.

Nos van a dejar morir de mengua. Mi esposa es de Barinas y yo no tenía nadie en Caracas con quién dejar a los niños, por eso están aquí. Ellos dieron negativo en la prueba rápida. La regla era que si mi esposa o yo damos positivos en la PCR entonces tendremos que pasar todo el aislamiento juntos hasta curarnos, comentó angustiado a través de una llamada telefónica.

El líder del consejo comunal se comunicó con Alberto y le dijo que él ya tenía los resultados. Luis y él eran los únicos positivos para COVID-19 de ese grupo del callejón. En el hotel seguían sin llegar las noticias. La desesperación llevó a Alberto a pensar en hacer una huelga o gritar por la ventana.

El 20 de agosto un miliciano les informó que sí estaban contagiados y que el viernes 21 los iba a pasar buscando para llevarlos a otro hotel donde les aplicarían el tratamiento.

Estoy nervioso porque sí estoy infectado, pero no tengo síntomas de nada, estoy perfecto, entonces mañana me van trasladar y me da miedo que me pongan un tratamiento que me pueda hacer daño, confesó Luis.

Luis se acostó con muchos nervios. Puso la alarma para pararse bien temprano. Recogió sus cosas y se preparó para el traslado.

La administración de Nicolás Maduro estableció que todo aquel ciudadano que dé positivo en la prueba rápida de COVID-19 debe trasladarse a un hotel o CDI para mantener el aislamiento mientras llegan los resultados del test confirmatorio, que sería el PCR, y puede tardar hasta 20 días. Esto ha despertado miedo en la población. Algunos prefieren superar el virus en casa con tratamientos caseros para evitar un mal rato.

El modelo del gobierno de Maduro se parece al que aplicó China cuando fue el epicentro de la pandemia. En el caso de otros países, como Alemania o Canadá, han manejado la opción de mantener a los pacientes con síntomas leves en su casa bajo tratamiento médico por teléfono.

Aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) no ha aprobado un tratamiento oficial para curar la COVID-19, el ministro de Salud, Carlos Alvarado, detalló el viernes 14 de agosto en cadena nacional el protocolo de atención para pacientes asintomáticos, leves, moderados y graves. La lista incluye medicamentos como la cloroquina, ivermectina e interferón ALFA 2B.

Pasó el mediodía y no llegó el transporte que lo llevaría a otro hotel. Esperó una o dos horas más y le preguntó al miliciano que a qué hora lo buscaban. No se preocupe, esa gente no tiene hora de venida. Pueden llegar a cualquier hora, le respondió. Luis aún espera el traslado, y en el hotel donde se encuentra no le han ofrecido ningún tratamiento o atención médica. Por suerte, sigue asintomático. 

*Luis y Alberto son nombres ficticios para proteger su identidad.


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