La luz de los celulares es lo que alumbra el camino de los usuarios en algunas estaciones del Metro de Caracas

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La oscuridad arropó el pasillo de transferencia entre Capitolio y El Silencio. Ante la falta de iluminación algunos usuarios optan por encender la linterna de sus celulares para alumbrar sus pasos en el andén de El Silencio, donde no hay un solo bombillo que alumbre los escalones. En La Rinconada es la luz del día lo que medianamente ilumina los andenes. Y en el resto de las estaciones la iluminación es precaria.

Caracas. “Pónganse todos para allá”, dice un funcionario del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas a un grupo de hombres mientras él y otro compañero van revisando los documentos de identidad de los retenidos, en una especie de alcabala dentro de la estación Capitolio del Metro de Caracas.

Casi a las 10:00 a. m. la estación no luce llena, tampoco vacía. Un tren acaba de llegar con dirección Palo Verde e inmediatamente las escaleras se aglomeran. Todo el andén luce medianamente iluminado, con las paredes sucias y varios charcos sobre las pocas alfombras de goma negra que aún quedan en el piso del andén. No hay escaleras eléctricas que funcionen dentro de la estación. A todos, sin distinción de edad o condición física les toca subir escalón por escalón.

Foto: Luis Morillo

Al salir están las escaleras más largas, desde allí varias personas, sobre todo adultos mayores, hacen pausas para tomar aire y descansar unos segundos en medio del amuñuñamiento de personas, algunos subiendo, otros bajando, más la poca iluminación. La única entrada y salida habilitada es la que está frente al Palacio Legislativo. Mientras en la caseta solo hay un par de operadores a la vista.

Son pocos los usuarios que toman la transferencia desde Capitolio hacia la estación El Silencio. Entre tanta oscuridad, no se ven las baldosas de la obra Ambientación Subterránea, de Leonor Arráiz, que añaden un toque de arte a todo el recorrido. A mitad de camino el trayecto se llena de gente que viene desde El Silencio, la falta de iluminación hace que algunos usuarios opten por encender las linternas de sus celulares para alumbrar el camino.

Foto: Luis Morillo

Lo mismo hacen las valientes personas que bajan las escaleras hacia el andén de El Silencio. No hay un solo bombillo que ilumine los escalones. Y hay quienes aprovechan la infinita oscuridad para orinar. El olor es tan rancio que deja claro que desde hace semanas nadie limpia el lugar. “Yo tengo doble tapabocas y siento el olor”, dice un joven al bajar las escaleras.

Foto: Luis Morillo

Dos personas adultas mayores, una de ellas con discapacidad visual, bajan cuidadosamente cada escalón. Intentan no caerse en medio de tantas tinieblas. En el andén hay un tren estacionado al que intentan llegar antes de que cierre las puertas. La escalera mecánica que tienen a un lado sí funciona pero subiendo. El tren tarda tanto en arrancar que ambos logran llegar a pesar de las limitaciones. Solo tres escaleras eléctricas funcionan en los amplios espacios de El Silencio, todas suben.

Foto: Luis Morillo

En la transferencia hacia la Línea 3, en la estación Plaza Venezuela, la poca iluminación da una vista tenue y nublada. A un lado, una escalera mecánica está totalmente clausurada desde hace años, sin señales de ser reparada próximamente. La del otro lado aún está al descubierto, pero sin funcionar. Abajo abundan las personas con frentes sudadas en el andén, el aire acondicionado tampoco funciona en toda la estación.

Allí no hay distanciamiento social, una de las medidas que exigen los expertos para evitar contagios de COVID-19. Otra medida que poco se cumple es el uso correcto del tapabocas. Solo de vez en cuando, entre la espera, alguien destapa un envase de antibacterial y frota un poco en sus manos.

Foto: Luis Morillo

Un tren se va lleno y en menos de cinco minutos el andén de la transferencia hacia Línea 2 está otra vez abarrotado. Uno de los muros de las escaleras es más que suficiente para que Kenys trabaje desde allí vendiendo chucherías y cambiando dólares a una tarifa de 2.700.000 bolívares.

— ¿A cuánto las chalacas?, pregunta uno de los clientes.
— 200(.000), mi pana, responde Kenys.

La venta es buena, pero Kenys explica que el problema de trabajar allí es lidiar con los funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana, los empleados del Metro y con otros vendedores ambulantes. No cualquiera puede llegar e instalar su mercancía y ponerse a vender en las estaciones del Metro. Ganarse un espacio, así sea un muro, cuesta y requiere: “seriedad en el negocio, saber mediar con los funcionarios de seguridad y los trabajadores del Metro y ganarse el respeto de los colegas”, según Kenys.

Foto: Luis Morillo

Entre la multitud, Pedro Vallejo también espera que llegue un nuevo tren al andén de la transferencia hacia la Línea 3, su estación de destino es Mercado porque es la tiene más cerca de casa. Esta vez lleva en el andén más de 15 minutos de espera. “Esto no sirve. Un tren puede tardar en llegar entre media hora y una hora. Solo están prestando servicio dos de los trenes más nuevos y el resto son viejos que tienen uno o dos vagones que no funcionan y de paso no tienen aire acondicionado. Tampoco hay vigilancia”.

Pedro, como usuario frecuente del Metro, cuenta que en la transferencia hacia Línea 2 frecuentemente hay robos, al igual que en la estación Mercado, donde afirma que allí “no hay buhoneros sino malandros consentidos por funcionarios de la Guardia Nacional”. Otra denuncia que hace Pedro es que, los viernes, de un tiempo para acá, los operadores del Metro han optado por cerrar las estaciones Los Símbolos y Mercado antes de las 9:00 p. m., muchas veces sin avisar previamente a los usuarios.

“En varias oportunidades he tenido que quedarme en Coche y caminar hasta mi casa, otras veces, por no avisar que la estación Mercado está cerrada, he tenido que seguir derecho hasta La Rinconada y caminar un trayecto largo y peligroso”.

Los andenes de la estación La Rinconada están igual de oscuros que las escaleras de la estación El Silencio y el pasillo de transferencia que conecta con Capitolio. Solo unos cuantos focos cilíndricos titilan a un costado, de resto, la única iluminación en el andén es la luz del día o las luces del tren cuando llega a la estación.

metro sin luz
Foto: Luis Morillo

La línea 3 es usada por las personas que a su vez utilizan el Ferrocarril de Valles del Tuy. Quienes hacen el transbordo desde La Rinconada no pueden pasar por la entrada que conecta con la estación Simón Bolívar. Los operadores mantienen la santamaría abajo desde comienzos de la pandemia en Venezuela, esta medida ocasiona que tengan que salir de la estación, aglomerarse en las escaleras (allí tampoco funciona la escalera mecánica) y caminar hasta la entrada del ferrocarril.

Esta misma situación se repite en todas las estaciones del Metro, en donde a duras penas los operadores mantienen una entrada y salida abierta, lo que congestiona el tránsito de los usuarios, medida que para nada contribuye con el distanciamiento social.

Foto: Luis Morillo

Sentado sobre un muro del andén de La Rinconada está Elvis Antillano, es la segunda vez en el día que espera el tren desde allí para ir a Coche a comprar mercancía. Elvis vive en San Francisco de Yare y es comerciante desde hace dos meses cuando dejó su trabajo como seguridad en una clínica en Chacaíto, era muy poco lo que ganaba y le costaba mucho conseguir dinero en efectivo para los pasajes que a diario debe pagar para salir y llegar a su casa en Yare.

Ahora, de martes a domingo Elvis sale de su casa a las 3:30 a. m., llega a La Rinconada a las 5:00 a. m. y a las 5:30 a. m. está en Coche comprando catalinas, pan dulce y salado, y varios condimentos que luego vende en Charallave. Cuando a mitad de mañana se le acaba la mercancía, vuelve a Coche a comprar. Elvis repite esa misma rutina por lo menos tres veces al día, hasta las 6:30 p. m. que va llegando a su casa.

El primer viaje, a las 5:00 a. m. es el menos complicado, cuenta Elvis. Para ese momento aborda el primer tren que sale con dirección Plaza Venezuela. De regreso es cuando se complica el viaje. “Casi todos los días hay retraso y puedo pasar una hora esperando en Coche para bajarme en la siguiente estación, pero, ¿qué hace uno?, toca calársela porque es el transporte más barato”.

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Foto: Luis Morillo

Un pasaje a las afueras de La Rinconada cuesta 300.000 bolívares hasta El Valle o La Bandera. El pasado 1° de mayo el Metro de Caracas anunció nuevas tarifas. Cada tarjeta inteligente pasó a tener un costo de 2.500.000 bolívares y la recarga mínima a 50.000 bolívares. Solo dos meses antes el Metro iniciaba el plan piloto de cobro de pasaje con tarjetas inteligentes a una tarifa de 500.000 bolívares y 20.000 bolívares cada viaje.

Para este jueves, en varias estaciones, funcionarios de la Milicia Bolivariana o personas civiles, permitían el paso por los torniquetes solo a quien tuviera tarjeta, mientras en las casetas había pequeñas colas para comprar tarjetas o recargar. Pero esto no siempre es así, el cobro de pasaje se cumple con intermitencia en todo el sistema. La mayoría de los torniquetes no funcionan, en varias estaciones solo uno o dos tienen el lector de tarjeta funcionando. Esto también ocasiona aglomeraciones y colas de usuarios esperando por pasar.

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Foto: Luis Morillo

Para el 24 de mayo, la organización Metro Comunidad estimó que la cantidad de trenes operativos era de aproximadamente 20 trenes, cifra que varía diariamente según la cantidad de trenes que presenten fallas.

“Esto representa solo un 25,97 % de los 77 trenes necesarios para cubrir las horas pico. Es por eso, más los retrasos por las velocidades reducidas debido a las fallas de las vías férreas y el pilotaje automático, el colapso y hacinamiento en estaciones y trenes”, publicó Metro Comunidad en su perfil de Twitter.


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