Francise Muñoz, experta en pedagogía alternativa y en lengua de señas, aseguró que la inclusión es un proceso que no se genera de un día para otro, ni tampoco depende de una sola persona. El trabajo en conjunto de las docentes y de Ivanna ha logrado que se incluya a Matheo y a Matías de manera efectiva en el aula de clases.
Caracas. En un escenario, Matheo, de siete años de edad, actuó de DJ mientras sus compañeros de clases bailaban al son de la música. Al fondo, una voz repetía “DJ Matheo”, lo que provocó los aplausos de los presentes.
Matheo tiene displasia hepática, además de un problema motor que le dificulta caminar y escribir. Pero no tiene compromiso cognitivo, lo que le permite ir a su ritmo de aprendizaje y ser incluido en una escuela regular.
Aida, maestra del tercer nivel del colegio Santo Tomás de Villanueva, catalogó ese acto como mágico. Durante días pensó cómo incluir a Matheo en el acto escolar de diciembre y decidió que sería un maravilloso DJ, porque tendría un papel adecuado al no poder bailar y se sentiría parte del proyecto.
Nada de esto hubiera sido posible sin el apoyo incondicional de Ivanna Blanco, mamá de Matheo y de Matías, también de siete años de edad. Los niños son morochos y nacieron de siete meses, lo que trajo como consecuencia una serie de problemas motores y una afección cerebral en Matheo.
Este trabajo conjunto de las docentes y de Ivanna ha logrado que se incluya a Matheo y a Matías de manera efectiva en el aula de clases. Matías va más avanzado que su hermano, ya cursa el primer grado. Cada uno va su propio paso.
En el salón de tercer nivel Matheo es el niño más ayudado, sus compañeros siempre están atentos a lo que pueda necesitar. “Al principio lo ayudaban más, ahora él es más independiente”, contó la maestra Aida.
Francise Muñoz, experta en pedagogía alternativa y en lengua de señas, aseguró que la inclusión es un proceso que no se genera de un día para otro, ni tampoco depende de una sola persona. También hay que tomar en cuenta a la sociedad, para poder generar distintas respuestas en la aceptación y lo que la experta llama la bienvenida a la diversidad.
Para que una educación sea inclusiva debe ser flexible, dinámica, accesible, no discriminatoria ni limitativa, según Muñoz. Además, deben emplearse múltiples formas para enseñar y evaluar.
Un camino largo y angosto
El día que nacieron Matheo y Matías, Ivanna tenía una mezcla de sentimientos, porque la salud de sus hijos era delicada. Estuvieron en cuidados intensivos durante un mes.
La angustia acompañó a Ivanna en este proceso y el doctor tratante de sus hijos le dijo que estaba a punto de iniciar “un camino largo y angosto” y así lo define, ya que ha estado lleno de altos y bajos.
Los morochos desde muy pequeños estuvieron en terapia y a pesar de tener un informe de un neuropediatra, que aseguró que Matheo y Matías no tenían afectaciones cognitivas y que podían incluirse en una educación regular, la búsqueda de escuelas no fue nada fácil.
Ivanna tiene un hijo mayor, e intentó incluir a los morochos en esa escuela, pero le negaron los cupos por no tener personal capacitado. La madre aseguró que el proceso de asimilar la discapacidad de Matheo y Matías no le fue fácil, pero el primer paso fue aceptar para poder ayudarlos a avanzar a su ritmo.
Karla Franco, abogada de la Confederación de Sordos de Venezuela (Consorven), explicó que la educación es un derecho humano fundamental, establecido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Esto significa que está garantizado para todos sin discriminación alguna y el Estado venezolano tiene la obligación de proteger, respetar y cumplir este derecho.
Matías fue el primero en ser aceptado en el colegio Santo Tomás de Villanueva, posteriormente, pudo entrar Matheo con la condición de que Ivanna, quien es educadora, fuera su tutora.
La madre estuvo dentro del aula de clases como apoyo para Matheo, especialmente para acercarle las cosas que necesitaba y asistirlo para ir al baño. Pero este año fue diferente, la maestra Aida le pidió a Ivanna hacer la prueba de dejarlo en sus manos para estimular aún más su independencia.
El colegio Santo Tomás de Villanueva tiene largas escaleras, y no cuenta con ascensor, esta es una dificultad de accesibilidad, sin embargo, tomado de la baranda, Matheo sube cada escalón a su ritmo.
Muñoz explicó que la accesibilidad es la posibilidad de entrar a un espacio, incluso de acceder a una información. Esto fomenta la autonomía, e invita a contemplar los ajustes que den igualdad de posibilidades.
Inclusión
A Matheo se le dificulta la escritura, pero esto no limita su aprendizaje. Su maestra adaptó la información y los métodos de enseñanza para que se ajustaran a sus necesidades.
Aida aseguró que para que Matheo aprendiera los números, en lugar de escribirlos los pegaba con recortes porque lo importante es que los reconociera. El niño también trabaja con un libro con el que puede delinear puntos y así se le hace más sencilla la escritura y el desarrollo de sus habilidades motoras finas.
Con el abecedario el caso es similar, Matheo trabaja con juegos en los que puede ubicar las letras. Así la docente lo evalúa por competencias y a su ritmo.
Muñoz explicó que no se pueden repetir más los modelos tradicionales de enseñanza, donde se le impone al estudiante memorizar contenido y repetirlo de manera vacía. En su lugar hay que ampliar y flexibilizar la educación, y permitir evaluaciones en diferentes formatos.
“Como docentes, no podemos poner etiquetas ni un techo, el aula debe ser un espacio de participación”.
Matías, quien cursa su primer grado, ha logrado adaptarse satisfactoriamente y alcanzar el nivel necesario para ascender. Matheo sigue en su proceso de aprendizaje, dando pasos pequeños, pero constantes.
“Es rudo ver que otros niños avanzan y mi hijo sigue ahí, sin embargo, lo veo y digo tiene salud y está mejor que muchos, eso es algo para agradecer. Estamos bien y estaremos mejor”, contó Ivanna.
Trabajo en conjunto
Ivanna se ha involucrado en todo el proceso de aprendizaje de sus hijos, además, los ha incluido en actividades extracurriculares que los ayudan a desarrollar nuevas capacidades.
La inclusión de Matheo y Matías ha sido un trabajo en equipo, tanto de las maestras, quienes han hecho planificaciones adecuadas para ellos, hasta Ivanna y su esposo, quienes participan en las actividades de sus hijos.
Ivanna prepara a sus hijos para lo bueno y lo malo, pues sabe que por ley de vida no podrá estar siempre con ellos. “Matheo se pone su camisa, así se la ponga al revés, va aprendiendo”.
Los morochos asisten a fisioterapia, natación y a clases de karate. La madre recordó que, en una oportunidad, Matheo escuchó a una de sus compañeras hacer un comentario sobre su forma de caminar. “Es duro, pero le dije: ‘hijo, lo harás mejor’. La idea es siempre motivarlos”.
Superar y aprender
Matheo sube al menos 20 escalones para llegar al patio donde es su recreo, se apoya en la baranda y desde unos escalones más abajo, Ivanna lo incentiva a subir. “Vamos, hijo, tú puedes”.
Matheo juega en una casita con tobogán, se sube solo y sus compañeros esperan pacientes su turno. Al principio, en su salón las preguntas no se hicieron esperar, pero con una simple explicación la curiosidad se tornó costumbre.
Estefanía, la mejor amiga de Matheo, lo incentiva a bailar. Él se apoya en ella para dar sus pasos de baile juntos. Esto conmueve a Ivanna, quien siente que hace un buen trabajo al ver a su hijo feliz.
“Lo que quiero es que ambos sean felices y que tengan sentimientos bonitos”.
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