María Elena Becerra es licenciada en educación integral, pero agradece que aprendió a coser. Ella remienda la ropa a sus colegas. En la semana recibe hasta cuatro pedidos para pegar parches y retocar blusas. Algunas maestras van a trabajar en licras y con franelas largas ante la imposibilidad de costear un nuevo uniforme. En la puerta del Ministerio de Educación los docentes volvieron a protestar ante el incumplimiento de la Segunda Contratación Colectiva Única y Unitaria.

Caracas. Lo que separa al profesor de educación física Jhony Gauta del asfalto son unos trozos de suelas que cada vez más se alejan de sus pies. Sobre su pecho también cuelga un par de zapatos deportivos que se desdibujan: Ya no tienen trenzas, la costura se perdió y la goma se hizo trizas. Para él, pedir reivindicaciones salariales en la entrada del Ministerio de Educación, ubicado en la parroquia Altagracia, también pasa por recuperar la dignidad y el aspecto físico del docente.

Trato la ropa con manos de seda, los monos para trabajar ya no sé cuántos parches tienen. El salario se me va en comprar pega para los zapatos, dice mientras alienta la tercera protesta de docentes en un mes. A voz plena corean la renuncia del ministro Aristóbulo Istúriz ante lo que consideran la violación de las cláusulas de la Segunda Contratación Colectiva Única y Unitaria, firmada en abril por las 17 agrupaciones sindicales.

En un país donde la cifra de inflación aumenta cada día –solo en octubre fue 148,2% según estimaciones de la Asamblea Nacional– el vestido y el calzado se han vuelto accesorios. Apenas transcurrieron cuatro meses desde la firma de la contratación colectiva cuando los maestros vieron disiparse los logros alcanzados: El 20 de agosto entró en vigencia la reconversión monetaria y un programa de recuperación económica, 90 días después los maestros no pueden comprar un hilo para remendar la ropa ni mucho menos renovar uniformes.

Los tres monos y las seis franelas que tengo tienen que aguantar la pela para el año que viene, dice Gauta. Tras la reconversión monetaria las tablas salariales desaparecieron. Raquel Figueroa, coordinadora de la Unidad Democrática del Sector Educativo, explica que la base del tabulador es apenas un salario integral y que la diferencia entre los escalafones es de 18 bolívares. El docente uno no llega a los 2.000 bolívares soberanos mensual,mientras que el docente seis apenas percibe 3.614 bolívares soberanos.

Carmen Victoria Inojosa
María Elena Becerra es licenciada en educación integral y costurera. Ayuda a sus colegas con el remiendo de la ropa

El maestro tiene que ser un modelo para los alumnos, oler bien, pero eso se ha perdido. No porque lo queremos así, sino porque realmente no podemos costearnos el vestido, cuenta la maestra María Teresa Campos. En la escuela donde da clases las docentes pueden asistir con licras y franelas largas. “Eso es lo más accesible, dice Campos.

Ni la ropa interior podemos sustituir. También he mandado a remendar las pantaletas, pero sin posibilidad de cambiarles la goma porque una semana de trabajo no da para un metro de goma.

La cláusula 48 de la Contratación Colectiva Única y Unitaria trata sobre la contribución que el patrono debe dar en enero para la adquisición de uniformes. Cuando se firmó, el monto correspondía a dos millones de bolívares, pero con la reconversión monetaria quedó en 200 bolívares soberanos. Un uniforme puede llegar a costar aproximadamente 2.500 bolívares soberanos, coinciden las docentes.

Carmen Victoria Inojosa

Aunque los maestros pudieron entregar un documento a las autoridades del Ministerio de Educación este jueves, la semana pasada, cuando el Comité de Seguimiento y Evaluación se reunió con el ministro Istúriz, este dijo –cuenta Figueroa– que “no tenía la competencia de resolver los problemas de violación de la convención colectiva porque era una política del Gobierno en función de las medidas económicas tomadas”.

“Remiendo la ropa a las maestras”

María Elena Becerra es licenciada en educación integral, pero agradece más que aprendió a coser y a hacer manualidades. También soy costurera y me defiendo. Pero cómo hacen las demás. Tengo que ayudar a mis compañeras. Yo les remiendo la ropa, dice.

Semanalmente recibe entre tres y cuatro colegas que le piden que “corte mangas para que la camisa se vea diferente”, que pegue un parche a la entrepierna del pantalón, que “vea qué puede hacer con esa blusa” o que las entalle.

Tengo que coser las franelas por dentro. En ocasiones, hasta he tenido que volverlas a armar. Las maestras me traen ropa vieja que tenían guardada y hago que parezcan de ahorita.

Se inició en esta labor hace un año, pero se ha limitado a hacer remiendos ante la imposibilidad de comprar telas. El metro de tela cuesta 800 bolívares soberanos, eso es lo que cobro semanal. Con un metro no alcanza para coser un uniforme.

Carmen Victoria Inojosa

Las maestras le llevan hilo y agujas a Becerra, ella se los devuelve al terminar de coser para que lo puedan utilizar una vez más cuando le pidan que repare otra cosa.

Becerra también ha aprendido a ganarle tiempo a la ropa para conservarla en mejor estado:

Cuando me quito una blusa que usé mediodía, la doblo y la guardo para no lavarla tantas veces y así procurar que no se desgaste más.

De fucsia a rosado claro se tiñó el uniforme de Tatiana Marcano, compañera de Becerra. Mirándose la ropa, Marcano no duda en decir: De aguantar otro año más podría si uno la manda a arreglar. Pero no debería ser así, yo tengo que estar presentable ante mis alumnos. Aunque ha intentado renovar el uniforme no ha podido, luce el mismo desde hace cinco años. Con los aguinaldos compré comida para tres días, expresa.

La emergencia humanitaria compleja en el sector educativo, declarada por la Asamblea Nacional en septiembre, ha llevado a las organizaciones sindicales del magisterio a continuar en la calle. Esperan articularse con el sector universitario para convocar a un paro nacional de 24 horas. Los docentes también mostraron preocupación ante el porcentaje de maestros que forman parte de la diáspora: Finalizamos el año escolar con 20% de deserción. El estudio que estamos preparando ya da indicios que se superará la cifra, dijo Figueroa.

Fotos: Carmen Victoria Inojosa


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