La película cuenta la historia de una mujer que tomó las riendas de un negocio para convertirlo en institución.
Caracas. Uno de los atributos de La viuda de Clicquot es que transmite cómo pasa el tiempo en el mundo que presenta en la pantalla. No se trata de una película lenta, como muchos asocian a aquellas obras que con acierto o no se concentran en el sosiego, sino que entiendo que la espera en el siglo XIX es distinta.
Además, se trata del surgimiento de una de las grandes marcas de champán de Francia, por lo que se adentra en un mundo de vendimia, despalillado, estrujado y demás. En el campo, los resultados se demoran, y más aún cuando se busca la excelente que destaque en momentos de adversidad.
El largometraje cuenta la historia de Barbe Nicole (Haley Bennett), la joven esposa de François Clicquot (Tom Sturridge). Viven su idilio romántico mientras él trata de revolucionar la industria del vino. Pero él muere.
Cuando la familia política de la protagonista trata de vender los viñedos y propiedades, ella se opone y afirma que llevará las riendas de la producción. El suegro acepta con desconfianza, así como el entorno ávido por obtener esos terrenos, solo espera la caída de la mujer en su empresa.
Ese es el conflicto de La viuda de Clicquot, un ambiente enrarecido todavía más por las guerras napoleónicas, que retumbaron sus cañones y destellos alrededor de los cultivos en momentos de expectativa para el resurgimiento de la casa productora.
La película se desarrolla entre los momentos en los que Barbe Nicole vive entre la experimentación de mezclas y la tierra en mano, a la vez que recurre a imágenes retro para recrear esas vivencias junto a su esposo, entre el romance y el ímpetu por exaltar la marca.
Surgen intrigas alrededor de ella. Dudas por las decisiones tomadas para elaborar nuevas rutas, así como personajes que cada vez son más cercanos a su entorno.
La viuda de Clicquot es dirigida por Thomas Napper, cineasta británico que tiene en su filmografia obras bien ponderadas como Lost Angels: Skid Row Is My Home (2010) y Jawbone (2017), esta última nominada a los premios Bafta y disponible en Amazon Prime. El guion se inspira en la novela homónima de Tilar J. Mazzeo. Fue escrito por Erin Dignam, responsable de The Last Face (2016) y Land (2021).
Uno de los atributos del largometraje es su fotografía. Logra momentos que evocan las formas y las poses que tanto representó Édouard Manet. Es la mirada de Caroline Champetier, nominada varias veces a los César por filmes como Holy Motors (2013) y Annette (2021).
La actuación de Haley Bennett es la que vale la pena en toda la trama. No desgarra, pero afianza la empatía hacia sus intenciones, desde la inocencia de una testigo como esposa hasta la determinación por evitar que el barco se hunda.
Tom Sturridge como François Clicquot es plano en todo el metraje. No deja de parecer un chico atormentado en conflicto adolescente con ínfulas megalómanas. Hay un tercer personaje que llega a la vida de la protagonista que se queda en la promesa del desarrollo.
Aun así, La viuda de Clicquot es una película con un guion redondo que mantiene la tensión en los debidos tiempos que se deben tomar las acciones determinantes, sin apuros, pero también sin demoras innecesarias.
Hay de esos diálogos que buscan reafirmar las ideas que quieren dejar claras los responsables de la obra, pero son mínimos. Al final, es una película sobre superar esas subestimaciones en tiempos complicados para una mujer subestimada por todo su entorno.
Inspirada en la vida real, retrata una época con la elegancia de una realidad en constante tensión. No solo se trata del éxito de las cosechas, pues el espectador apostará por el buen término de las uvas en todo momento, sino también de una protagonista que busca demostrar que es más de la casilla en la que la quisieron confinar.
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