Linchan a la mamá del niño de 4 años asesinado por su padre

Norky Prato, de 19 años, recibió 30 tiros en las piernas y una golpiza por parte de vecinos de Propatria que la señalaron de ser culpable del homicidio de su hijo. Tony Cañizales, padre del menor, fue privado de libertad.

Caracas. Norky Sarahí Prato Bernal, de 19 años, pagó con su vida el asesinato de su hijo, siendo inocente. El viernes 28 de octubre unos vecinos del barrio donde vivía, en Propatria, la golpearon salvajemente, le dieron 30 tiros en las piernas y la dejaron tirada en la vía hasta que funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) fueron a recogerla.

Fue ingresada con signos vitales al Hospital Miguel Pérez Carreño, pero antes de la operación prevista falleció. Sus padres, Omar Prato e Isabel Bernal de Prato, se enteraron porque una amiga de infancia los llamó y enseguida comenzaron la búsqueda por varios centros médicos, hasta que dieron con ella.

Ninguno de los dos estaba en la casa ya que habían ido al Cicpc a declarar tras el homicidio de su único nieto. “Yo le dije a mi hija que no saliera de la casa”, soltó Isabel.

La desgracia visitó a esta familia el jueves 27 de octubre en la tarde, cuando Norky y su mamá llegaron a la casa, entre el bloque 8 y 9 de Propatria, y no encontraron al pequeño de cuatro años, a quien habían dejado al cuidado de una vecina mientras ellas iban a una entrevista de trabajo en una tienda de Chacaíto.

De inmediato fue a buscarlo a la vivienda del papá, Tony Cañizales, en la calle Moreno del sector Mario Briceño, en Propatria, pues la vecina le contó que él se lo había llevado. Encontró la puerta cerrada con llave, la forzó y al entrar vio a su hijo sobre la cama, inmóvil y cubierto de sangre. Junto a él, Cañizales, ensangrentado y cuchillo en mano.

El hombre, de 26 años, le dio dos puñaladas en el corazón y después trató de suicidarse cortándose el cuello, pero sobrevivió. De hecho, cuando Norky trató de cargar a su hijo con la esperanza de revivirlo el hombre trató de acuchillarla también, sin éxito.

La joven estuvo a punto de ser linchada por la gente del barrio, pero funcionarios del Cicpc se la llevaron retenida a la subdelegación de Propatria, hasta las 4:00 a. m. del viernes.

“Cuando mi hija llegó a la casa tenía toda la boca hinchada de tantos golpes que le dieron las femeninas, estaba muy mal”, recordó Isabel.

Al padre del pequeño lo trasladaron herido a un centro asistencial y actualmente se encuentra detenido en la sede de la Policía Nacional Bolivariana (PNB), ubicada en La Yaguara.

Patria potestad a un padre que consumía

Norky quedó embarazada cuando era adolescente. Tras dar a luz, Tony le quitó la potestad alegando que era menor de edad, de modo que vivía con él para estar cerca del niño. A los 19, se quedaba con su hijo en casa de sus padres.

“Ella le daba dinero a él para que le comprara las cosas, él siempre le pedía. Nosotros la ayudábamos como podíamos y ella con trabajitos que hacía por ahí”, contó Omar.

Los padres de Norky denunciaron que el hombre consumía drogas normalmente y, presuntamente, robaba celulares y repuestos de vehículos. Tenían tres años separados, pero eran regulares las peleas por el hijo en común.

“Quiero limpiar la imagen de mi hija, qué es eso que están diciendo que ella tenía abandonado al niño, nada que ver. Ella quería mucho a su hijo, estaba pendiente de él y era muy inteligente”, sostuvo su padre, quien es zapatero.

La muchacha era hija única y se había graduado de bachiller en el colegio Pedro Emilio Coll, en Coche. De acuerdo con sus padres era muy colaboradora: ayudaba a los vecinos a cargar bolsas, bombonas de gas u en otras tareas en las que pudiera ser útil.

El Ministerio Público (MP) informó que la fiscal 101ª del Área Metropolitana de Caracas, Lady González, imputó a Tony por delito de homicidio calificado en la persona de su descendiente. El Tribunal 20 de Control dictó medida de privativa de libertad, en el Centro Penitenciario Región Centro Oriental, conocido como la cárcel de El Dorado, en el estado Bolívar.

Fotos: Yohana Marra