Linda Loaiza: “Seguir buscando justicia luego de haber logrado sobrevivir es lo menos difícil para mí”

Libro de Linda Loaiza

20 años después de escapar de la certeza de la muerte en cautiverio, la defensora de los derechos de las mujeres le da voz propia a su historia de violencia de género, en el libro Doble Crimen, Tortura, esclavitud sexual e impunidad, de la Editorial Dahbar. Las violaciones de sus derechos siguen impunes porque Estado venezolano se empeña en no reparar. “Es incansable la búsqueda de justicia para favorecer a las mujeres, niñas y adolescentes en Venezuela y el mundo”.

Caracas. Linda Loaiza López Soto, con su nombre completo, ha vuelto a alzar la voz contra la impunidad que reina en la justicia venezolana ante violaciones de derechos humanos.

Lo hizo por 10 minutos ante la CIDH en la que expuso la violencia de género que sufrió por casi cuatro meses y la injusticia del sistema penal venezolano que la empujó a esa instancia, en Washington. “Me salvé de la muerte y es por eso que estoy aquí brindando mi testimonio”, dijo con los signos de lesiones y tortura aún ocasionadas en 2001 por Luis Carrera Almoina, hijo de un influyente escritor vinculado al poder.

Ahora, en 2021, lo hace a través del libro Doble Crimen: Tortura, esclavitud sexual e impunidad, de la Editorial Dahbar. Y narra desde sus propias vivencias y de la mano de la activista de derechos humanos Luisa Kislinger el largo infierno de la violencia física y psicológica, de la indiferencia de altos y medianos funcionarios, y también de la discriminación del Estado venezolano incapaz de prevenir y sancionar las violaciones a las que fue sometida esta mujer y su familia.

Un aporte al mundo

El caso de violencia de género de Linda Loaiza representa no solo el primero presentado ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos contra Venezuela, sino también la única sentencia condenatoria, hasta 2018, dictada contra el Estado por violar sus derechos al no ofrecerle protección judicial ni investigar debidamente su caso. Allí definió por primera vez la esclavitud sexual.

El 16 de noviembre pasado se cumplieron tres años de la ratificación de este fallo que el Estado venezolano sigue sin cumplir. Esto a pesar de que ha sido empleado en la CPI en denuncia de crímenes sexuales en Uganda y fue citado en 20 oportunidades en el caso de la periodista colombiana Jineth Bedoya Lima, en la Corte IDH que acaba de dictar condena por secuestro y violación de paramilitares.

Linda Loaiza ofreció a Crónica Uno un foro virtual en el cual participaron el periodista Juan Pablo Lares, responsable de la Editorial Dahbar, y el equipo del medio, integrado por Omarela Depablos, Ariadna García y Yohana Marra. Y reafirma: “El sistema de justicia ni previene, ni investiga ni sanciona los delitos que se cometen contra la mujer”  En su historia aún falta más por escribir.

Linda Loaiza, a viva voz

¿Qué le impulsó a contar de viva voz su historia al país y al mundo?

—El impulso fue la impunidad, la necesidad de que estas historias queden. Era necesario con las mujeres víctimas y sobrevivientes de estos delitos. Y además por dignidad y valor como activista. Quise dejar esa memoria histórica reflejada desde mis vivencias, de toda esta lucha de búsqueda de justicia por las violaciones de derechos humanos en mi caso, por parte del Estado venezolano.

¿Qué ha significado contarla, para usted?

—Esta historia era una carga pendiente. Contarla fue la mejor decisión en la que, afortunadamente, conté con Luisa Kislinger para que la escribiera de una forma digna, respetuosa y así poder llevarla a estos espacios. Es muy cruel como para yo misma escribirla. Generalmente, las historias las cuentan periodistas, o un defensor y pareciera que las víctimas y sobrevivientes no se apoderan de su propia historia. Ya después de tantos años en la misma lucha, era necesario que no fuera escrita por otro, sino por mí desde mi experiencia, desde lo vivido.

Tres años de mora para los derechos humanos

¿Cuál es el aporte de la sentencia de la Corte IDH, especialmente para las mujeres que temen tener voz y apoderarse de su propia historia? 

—Los aportes van más allá de la sentencia. Cuando el Estado venezolano denunció la Convención Americana de Derechos Humanos (10 de septiembre de 2013), ya las víctimas desde años hasta hoy tienen limitaciones para recurrir a estos sistemas interamericanos. Pero la sentencia de la Corte IDH, pese a que en Venezuela tengamos esas limitaciones que esperamos se subsanen, sigue beneficiando a mujeres, niñas y adolescentes en el mundo. No solo favorece a Linda Loaiza y a sus familiares, sino que además está generando jurisprudencia positiva y favorable para las mujeres, niñas y adolescentes en el mundo.

La justicia venezolana no ha acogido la sentencia en tu caso.

—La sentencia no ha sido cumplida en ninguno de sus ítems por el Estado venezolano. Esto a pesar de que el 16 de noviembre se cumplieron tres años de la ratificación de la sentencia condenatoria por violaciones a los derechos humanos. Sin embargo, es una gran oportunidad para revelar las grandes fallas del sistema de justicia y cómo afectan a las mujeres, niñas y adolescentes cuando recurren a estas instituciones.

El sistema de justicia no previene, no investiga ni sanciona los delitos que se cometen en contra de las mujeres, niñas y adolescentes. Y cuando incumple con el sistema interamericano incumple también con todas las mujeres y, por tanto, con los derechos de ellas.

¿Qué hacer para que Venezuela contemple los derechos de la mujer?

—Es evidente la necesidad de la educación, de desmontar esos estereotipos que hay y que las instituciones del país han mantenido como costumbre. Aún cuando hay normas los derechos de las mujeres siguen siendo tratados como una costumbre. De hecho, la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (2007)  no cuenta con un reglamento y cada quien la aplica según su conveniencia, y hace que las mujeres sigan sometidas a una vida con violencia y que sus derechos no sean protegidos de ninguna manera.

El sistema de justicia y sus trabas

¿La justicia mantiene los estereotipos machistas contra la mujer?

Debemos considerar que los derechos de las mujeres, todos los que tenemos en la norma y que no se cumplen, todos absolutamente han sido luchados. A los hombres cuando denuncian cualquier delito se les cree, no se les vulneran sus derechos, no se les dice mentirosos. Y, por supuesto, siguen existiendo los estereotipos machistas. Por eso insisto en que hay culturas que debemos desmontar y que el sistema debe desatender para que haya verdaderamente una cultura de igualdad, equidad, a fin de alcanzar justicia para todos equitativamente.

¿Ha enfrentado trabas en su libre ejercicio como abogado, en su relación con su propio caso?

—Fui muy capaz y sabia cuando decidí hacer una especialización en derecho internacional en derechos humanos. Si tengo que recurrir a estas instituciones particularmente por mi caso, lo hago, pero trato de evitarlo. Me causa mucho dolor, mucho sufrimiento tener que acudir a estas instituciones por no recibir la respuesta adecuada que está inscrita en la norma. Me desligué por  las trabas que yo veía venir y quise evitarlas por mi salud y paz mental. Pero eso no quiere decir que no conozca las injusticias y todo lo que aqueja en estos momentos a las mujeres víctimas y sobrevivientes y sus familias ante cualquier delito por el que van al sistema de justicia. Ese que yo dudo que exista pero es lo que debemos respetar.

En busca de justicia

¿El presidente del TSJ ha intervenido en su caso?

—Mikel Moreno fue el juez presidente de la Corte de Apelaciones que anuló la sentencia absolutoria de la juez Rosa Cádiz a favor del ciudadano Carrera Almoina, y ordenó un nuevo juicio. Lamento mucho que no haya hecho cumplir el recurso de revisión que la Fiscalía interpuso en 2018, y que como rector de esta institución debió poner en funcionamiento. Es una falta de voluntad de quienes están al frente del sistema e instituciones de la administración de justicia, y de garantizar el acceso a sobrevivientes y familiares en el tiempo establecido, como lo señalan las normas internacionales. Normas que el Estado ha suscrito y ratificado en diferentes oportunidades.

¿Hasta dónde piensa luchar para conseguir justicia en su caso?

—Para las víctimas y sobrevivientes de este tipo de delitos hay una búsqueda de justicia incansable.  Acudí a instancias internacionales al no alcanzarla en el sistema nacional. Hay víctimas y familiares que consideran que encuentran justicia si logran una sentencia. Pero para mí, como víctima de violaciones de derechos humanos, como sobreviviente de la violencia de género, como activista de derechos humanos y abogada, esta sentencia de la Corte IDH no ha significado alcanzar justicia. Alcanzar justicia significaría el cumplimiento íntegro de la sentencia y hasta no alcanzarlo no me voy a quedar tranquila. Es un reto bastante complejo. Creo que después de haber sobrevivido a toda esta desgracia y pedir auxilio y que me rescataran, haber logrado eso me resulta menos dificultoso seguir en la búsqueda de justicia en favor de todos. No paso la página.

Las víctimas y sobrevivientes queremos recordar lo ocurrido de manera que favorezca a las mujeres, niñas y adolescentes en Venezuela y el mundo.

Educar sobre derechos humanos

Su historia tiene el sello mediático desde hace 20 años, ¿Qué ha aprendido Linda Loaiza de esa experiencia?

—Lo que aprendí en estos años es para mí una herramienta muy importante, pues me ha dado la voz para poder denunciar. Los periodistas han sido mis portavoces, mis aliados, aunque no esté de acuerdo con los titulares o noticias como las presentaban, pero siempre han estado allí. Los medios y periodistas son un ejemplo de cómo la sociedad tiene que contribuir a la educación, y seguir dando apoyo y voz a las sobrevivientes y víctimas y familiares, y respetar que a veces no quieran hablar.

¿Qué recomienda a los periodistas para poder mantener la voz de las víctimas?

—Como víctima y sobreviviente he estado en estos 20 años activa en los medios, en todas las etapas de proceso, tanto en la mediática como en la legal, más allá de los representantes legales que he tenido. Lo importante es contar con el apoyo y consentimiento y hacerse saber que está viva. Cada persona es distinta y muchas veces lo que es justicia para una no lo es para otra.

Nunca más callar

¿Entre el dolor de su historia, puede mencionar tres alegrías en su caso?

—La primera es tener el libro impreso en mis manos y que la historia esté allí para ser difundida de manera digna. Trabajamos en ella cinco años. Otra alegría fue conocer la sentencia condenatoria contra el Estado venezolano por violaciones a los derechos humanos en mi caso. Algo de lo cual tenía la certeza, a pesar de todo lo que desde el 2001 venía documentando y viviendo en el camino. Además, fue la primera sentencia condenatoria de violencia de género dictada por un tribunal internacional en el mundo, por los delitos de esclavitud sexual y tortura, cometidos por un particular. Eso me produjo felicidad. Y la tercera alegría ha sido poder ir a Mérida este año y  entregarles el libro de viva voz a mis padres. Antes, Luisa pudo conversar con ellos y tenían expectativa sobre el libro. Mis padres son sobrevivientes de la COVID-19 y yo tenía el compromiso de que tenían que verlo. Para mí fue muy importante entregarles el libro y hacerles saber que son parte de esta historia y que sin ellos no hubiese sido posible llegar hasta acá.

¿Qué espera que aprenda la sociedad venezolana de este libro Doble Crimen?

—Lo más importante es no callar, es documentar; lo más importante es difundir, denunciar. No podemos callar ante las instituciones ningún delito que ocurre contra las mujeres, niñas y adolescentes. Es fundamental actuar independientemente de quien cometa el delito, del personaje. Eso es un reto, un riesgo, pero debemos asumirlo si queremos vivir en una sociedad verdaderamente democrática. Ese es el aporte que se puede dejar a las nuevas generaciones.

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