Los servicios públicos son una calamidad por la “profesionalización de la maldad” (I)

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En el foro “Colapso de los servicios públicos” organizado por Crónica.Uno, expertos en materia de transporte, luz, agua y ambiente coincidieron en que el no mantenimiento, aunado a la falta de conocimiento y de planificación, arruinaron todos los sistemas. En consecuencia, la gente sufre, vive angustiada y está enferma.

Caracas. Los apagones del mes de marzo —que vienen ocurriendo en otras regiones— destaparon la olla. Pero los efectos colaterales, como la falta de agua, pusieron en riesgo a todo el país. Riesgo que ahora está emergente y puede tener graves consecuencias en materia de salud, una vez más, sin precedentes.

Sin luz la gente prendió velas e hizo mecheros con aceite de cocina. Sin agua, se lanzaron incluso al río Guaire.

Venezuela viene sistemáticamente sufriendo por la falta generalizada y profunda de los servicios públicos. Desde 2017 se ha visto como el transporte público, en manos de operadores particulares, desapareció. Y el Metro, en manos del Estado, es una empresa generadora de burocracia en vez de traslados. No se cobra y, como dicen, el servicio más caro es ese, precisamente el que no se cobra.

Las alcaldías no recogen los desechos sólidos. Los vecinos queman la basura cuando ya no soportan la hediondez y los gusanos. Cuando un transformador se quema, las cuadrillas de Corpoelec, en vez de reponer el servicio, dicen a los vecinos que compren los repuestos para que ellos puedan restituir la energía en sus hogares.

Es mucho lo que carga el ciudadano sobre sus espaldas. Ningún servicio es apto para garantizar calidad de vida.

No hay agua, no hay luz, no hay transporte, no hay gas doméstico, no recogen la basura. Un coctel peligroso que explota si se añade la contaminación atmosférica, fenómeno estrechamente ligado a las enfermedades respiratorias, cerebrovasculares, cardiovasculares y al cáncer.

Crónica.Uno reunió a los profesores Hernán Papaterra (ambientalista), Rafael Meleán (economista experto en energía); Ricardo Sansone (ingeniero y representante de Familia Metro) y a José María de Viana (ingeniero civil, quien fuera presidente de Hidrocapital durante siete años) para que aclararan a un nutrido grupo de vecinos, líderes comunitarios y estudiantes moderados por la exconcejal Aixa López, el panorama frente a lo que denominamos el colapso de los servicios públicos. Los especialistas coincidieron en señalar que todo es producto de una mala gerencia que no invierte, no hace mantenimiento y que “profesionalizó la maldad”.

Ninguno de los que integraba el público era ajeno a lo que se avecinaba durante las casi cuatro horas de duración del foro. Sin embargo, la ponencia del profesor Papaterra generó preocupación, pues expuso uno de los derechos que no se reclama: la calidad del aire.

Foto: Luis Morillo

Se trata básicamente de la emisión de óxidos, de nitrógeno y azufre, de partículas sólidas en suspensión, de monóxido y dióxido de carbono y de hidrocarburos no quemados, que, según Papaterra, proceden cada vez más del sector transporte, incluido del sistema Metro; de las subestaciones eléctricas y de agua; de los edificios y hasta de los servicios de comunicación.

Lamentablemente, nuestros servicios sanitarios obvian hacer u omiten los necesarios estudios epidemiológicos que hagan evidente el estado de alarma temprana de morbilidad y mortalidad que padece Venezuela, sostuvo Papaterra.

Explicó, puntualmente, que la red del Metro contiene elementos contaminantes procedentes del ambiente exterior, además de otros resultantes de la abrasión de las ruedas de los trenes en contacto con los rieles. La contaminación en el subterráneo se puede multiplicar por tres de la que se recibe en la superficie.

No tenemos ciudades sostenibles, sanas, saludables, seguras y satisfactorias que garanticen bienestar y esperanza de vida. Venezuela está sometida a una gestión fallida de gobierno, que frustra la seguridad humana y reduce al mínimo el desarrollo sostenible del país, expresó el ambientalista.

En cambio, lo que tenemos ahora, a decir de Papaterra, son ciudades insostenibles: sin electricidad, sin agua potable, sin recolección de basura, sin seguridad personal, sin arbolado ni áreas verdes, con miedo y sin libertad.

Para Papaterra, cuando hablamos de la calidad del aire, hablamos de proteger la salud de la población y del mejoramiento de la calidad de vida de los casi 30 millones de venezolanos. La mala calidad del aire es un asesino silencioso.

Venezolanos a pie

Con esos datos, principalmente la situación de gravedad que se presenta dentro de una estación del Metro, Ricardo Sansone hizo una clara descripción de por qué en Venezuela el transporte público no funciona. El control de cambio está en la raíz del problema.

El hecho de que el Estado sea quien entregue o no las divisas para el sector transporte llevó a que 85 % de las unidades estén paralizadas por falta de repuestos. Ese 15 % que presta el servicio lo hace en condiciones de precariedad.

Actualmente, dijo, hacen falta 80.000 camionetas para poder cumplir en el ámbito nacional y cubrir los 11 millones 800.000 viajes, dos millones de esos en Caracas.

Sansone se paseó por la historia de las importaciones durante el gobierno de Hugo Chávez y de su sucesor, Nicolás Maduro. En 2012 se materializó el primer convenio con la compañía china especializada en la fabricación y exportación de Yutong. Trajeron los primeros 30 BusCaracas, las 20 unidades para el sistema Trolebús de Barquisimeto y 1216 autobuses para el transporte urbano. En 2013 entraron otras 2000 unidades, en 2014 se aprobó otro convenio para la importación de 1500 autobuses. Para esa fecha, se hablaba de 1261 millones de dólares para la adquisición de 7016 autobuses.

Foto: Luis Morillo

En las unidades adquiridas por el gobierno hay una pérdida de la inversión de 630.500 dólares. Además, entre 50 y 55 % [3000 unidades] de la flota está parada por falta de repuesto, dijo Sansone.

Habló de las fallidas plantas ensambladoras y de los 51 cementerios de autobuses y camionetas que hay por todo el país, donde hay 3723 chatarras.

También habló de la red vial, constituida por 2758 kilómetros de vías, las cuales están, en su mayoría, sin mantenimiento y llenas de huecos.

Con el Metro, donde acumuló su experiencia profesional, no guardó recelos. Dijo que no está respondiendo a las demandas sociales de la ciudadanía, que tiene una estructura organizacional pesada y centralizada, que todo el presupuesto se va pagando a todo el personal una nómina que pasa los 9000 trabajadores.

La empresa se ha convertido en una carga muy pesada para el Estado, entre otras razones porque se han administrado muy mal sus posibilidades de ingresos propios. Tiene una burocracia enorme, lo que significa retrasos y pérdidas de oportunidad para la mejora de los sistemas, sostuvo.

Destacó que en todo el subterráneo existen 778 torniquetes, de los cuales están operativos 336, es decir, 43,24 %.

En el caso de las escaleras mecánicas, el mayor déficit se encuentra en la Línea 1 (Propatria-Palo Verde), donde de 321 funcionan 144, lo que representa 44,9 %.

El Metro tiene estaciones muy oscuras a nivel del andén. La suciedad y el descuido de la limpieza generan una sensación de abandono y de deterioro de las instalaciones, acotó el ingeniero.

La propuesta, ante las interrogantes del público, la englobó en un plan de rescate de la industria automotriz nacional, concertado, consensuado y viable que propicie la fabricación nacional de partes y repuestos bajo la actualización técnica y tecnológica. Lo otro es que sugirió fue evaluar la ubicación de la infraestructura actual y tomar medidas para la reestructuración de rutas y terminales urbanos e interurbanos, así como analizar su integración a los modelos de movilidad urbana.

¿Cuánto tiempo tomaría esto? Interrogaron desde el público, a lo que Sansone respondió con la estimación de un año a partir de la transición política —tomando en consideración el Plan País— y, para ver resultados más claros, en 36 meses.

No deje de leer la segunda parte de esta actividad con las ponencias sobre los servicios de luz y agua aquí.

Láminas: Cortesía ponentes


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