Es un luchador social a tiempo completo. Muchas veces su esposa esperó que le regalaran ropa para vestir a sus hijos en Navidad, mientras él defendía a sus vecinos para que no les expropiaran sus casas.

Caracas. Manuel Sánchez es un hombre que no para de hablar. Pero todo lo que dice siempre está ligado a alguien necesitado al que está ayudando, desde conseguir comida, medicinas, una operación quirúrgica, un cupo en un colegio, un trabajo y hasta una casa.

Todo lo cuenta sin ninguna pretensión de ser catapultado como un héroe, sino más bien por un compromiso que asumió de por vida.

En eso anda Manuel, de 47 años:

Creo que todo eso lo heredé de mi abuela, Juana Bautista Rada, oriunda de Tacarigua de Mamporal. Ella, que fue la fundadora del barrio El Guanábano, siempre fue una luchadora incansable. Ayudaba a los vecinos, le compraba un mercado al que lo necesitaba y le conseguía ropa al que no tenía. Pero fue en el 2002 cuando descubrí que tenía ese potencial social.

Ese año nació su última hija —tiene siete muchachos—. Estaba en pleno apogeo el llamado paro petrolero. Llevó a su mujer a Los Magallanes para que diera a luz. La bebé agarró una bacteria que le infectó el intestino grueso. Fue toda una calamidad hasta que logré que la operaran, me la entregaron con una colostomía y ahora sufre por la mala praxis que hubo en el tiempo de su hospitalización.

Durante todo ese episodio Manuel conoció la cruda realidad de la crisis hospitalaria y, mientras padecía por su hija, sacó toda la solidaridad que llevaba por dentro.

Eso me hizo madurar como hombre. Ayudé a los otros pacientes, a papás como yo que igual estaban pasando trabajo. Al salir del hospital me dediqué a la comunidad. Me comprometí con mis vecinos y como soy un hombre de palabra, mientras esté ese compromiso, no estaré tranquilo”.

Él trabajaba en Mercal y fue víctima de atropellos laborales, en el momento en el que empezó a denunciar casos de corrupción. Eso fue en 2004. Pasé 17 meses casi que huyendo porque me querían matar. Me vine al Guanábano, en la carretera vieja Caracas-Los Teques, a casa de mi mamá. Y me topé con los casos de expropiación que estaba realizando el Metro de Caracas en el año 2007.

Dijo que la compañía les pagaba 5000 bolívares a las familias para que se dejaran expropiar. También empecé a denunciar esos casos. Hasta me dieron un tiro por la espalda. Pero no retrocedí. Llevé la queja a todas las instancias nacionales y no desmayaré hasta que el caso se conozca internacionalmente. He visto gente morir esperando por sus casas. El Metro expropió y no pagó las propiedades. Mi mamá es una de las afectadas.

Macaraco-Comuinidad
Lavinia Sánchez, mamá de Manuel.

Mientras Manuel estaba en esos pasos contó que tenía casi abandonados a sus hijos. Muy poco estaba con ellos y no llevaba mucho dinero para mantenerlos. Los familiares eran los que me ayudaban. Mi esposa esperaba que le regalaran la ropa y los regalos para Navidad.

En total tenía sobre sus hombros a decenas de familias de 22 comunidades de El Guanábano. A unas se las llevaron a refugios y a otras les dieron apartamento en la Misión Vivienda. Todavía quedan cerca de 200 familias esperando por la indemnización. Y aunque mi vida corre peligro, no las dejaré solas. Trabajo en lo que puedo, a veces hago carreras con un carro que me prestaron para poder tener más dinero, entre todos hacemos ‘vacas’ y así reúno para el pasaje, para sacar las copias de las denuncias, para ayudar a los vecinos. Incluso hay una señora que resultó beneficiada con un apartamento que a veces me consigue tarjetas telefónicas para hacer los contactos. No es fácil, afortunadamente, mi familia me apoyó y comprendió. Dios por delante y así seguiré.

Fotos: Cristian Hernández


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