Metro de Caracas inició cobro de pasaje de manera irregular

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La medida de cobro fue acatada sin mayor resistencia por los usuarios. A excepción de quienes no tenían efectivo, tiempo ni paciencia, la venta no generó disgustos importantes y marchó con la pesadez de un día cualquiera: la normalidad en un sistema plagado de retrasos y contratiempos. En Plaza Venezuela, ambas casetas fueron habilitadas para el expendio de tickets, fue, tal vez, el piloto en una jornada de cobro que, a juzgar por lo ocurrido en Los Jardines, Artigas y Palo Verde, transcurrió incompleta, a media máquina: no todas las estaciones vendieron pasajes.

Caracas. Hubo puesto y de sobra. Este viernes el Metro de Caracas sorprendió a más de uno, no por el cobro del pasaje —un anuncio que fue postergado en varias ocasiones— sino por el desahogo de los vagones y andenes. Fue un viernes de quincena con poca movilidad en la principal arteria de la ciudad: el subterráneo.

Sin embargo, en la estación Plaza Venezuela, la terminal más importante del sistema, la cola de usuarios que intentaban comprar boletos en la mezzanina oeste se perdía ante los ojos de quienes llegaban contrarreloj para cruzar los torniquetes. Esta vez los funcionarios de la Milicia flanquearon los accesos de entrada y obligaron a quienes intentaban usar el servicio sin pagar a incorporarse a las filas. Los adultos mayores, personas con discapacidad, mujeres embarazadas, militares y funcionarios públicos fueron la excepción de la jornada.

“Tienes que pagar y si no te gusta, te vas”, repetía, insistente e inquisidor, un miliciano a un joven tozudo que nunca renunció a la idea de pasar sin pagar. Aquel desafío y enfrentamiento chorreado de la verborrea citadina se repitió en más de una estación. Ocurrió en Bellas Artes, Parque Carabobo y Colegio de Ingenieros.

Manuel Moncada, usuario del tren, parece juzgar sin piedad la operatividad de un servicio que acostumbró a sus usuarios a no pagar. Muchas veces quise pagar el Metro y me dieron acceso, cuando no había tickets ni operadores, hoy, que no tengo efectivo, no me dejan pasar, se decía consternado, como fuera de sí, mientras batía sus manos frente a un funcionario de la compañía. “Es injusto”, remataba el joven de barba espesa y despeinada.

En La Hoyada los usuarios hicieron cola por entre 30 y 45 minutos para comprar boletos

La medida de cobro fue acatada sin mayor resistencia por los usuarios. A excepción de quienes no tenían efectivo, tiempo ni paciencia, la venta no generó disgustos importantes y marchó con la pesadez de un día cualquiera: la normalidad en un sistema plagado de retrasos y contratiempos. En Plaza Venezuela, ambas casetas fueron habilitadas para el expendio de tickets, fue, tal vez, el piloto en una jornada de cobro que, a juzgar por lo ocurrido en Los Jardines, Artigas y Palo Verde, transcurrió incompleta, a media máquina: no todas las estaciones vendieron pasajes.

En Los Jardines, en la Línea 3 del Metro, el dispensador de boletos estaba malo y ninguno de los operadores se atrevió a adelantar una fecha de remiendo de la máquina: “Pasen, pasen, tenemos una falla por resolver”, voceaba uno de los trabajadores mientras daba acceso a quienes se inquietaban debido a la advertencia reiterada de cobro que se dejaba colar por el altoparlante de una estación incapaz de cobrar: el oxímoron del día.

En La Hoyada, el racionamiento de boeltos reprodujo las caras de asombro en La Hoyada, pues la empresa reestrena su cobro con una nueva política: solo se venderán 10 tickets simples por usuario y quienes quieran viajar más en el sistema, tendrán que comprar una tarjeta inteligente que en algunas estaciones se agotaron antes de su venta, como ocurrió en Bellas Artes y Capitolio. Parque Carabobo no estuvo al margen. Allí incluso los torniquetes estuvieron inoperativos y los boletos eran recibidos por funcionarios que los amontonaban con un fin aún desconocido.

La falta de efectivo complicó la compra a más de uno

La poca oferta de casetas, el retraso en el despacho de boletos aupada por la crisis económica, abre un nicho de negocio en el mercado negro del que no se escapa ningún artículo. Durante este primer día de cobro, el Metro de Caracas alertó sobre la detención de un hombre en la estación Propatria que revendía boletos. “Recordamos a los usuarios que la venta se realiza en las casetas de las estaciones ¡No colabore con estas actividades! “, publicó la estatal de trenes en su cuenta oficial de Twitter.

“Esto no se arreglará hasta que la gente se responsabilice de sí”, reclamaba un usuario en El Valle, a quien intentaba adelantarse en la cola.

En medio del anuncio, que pretende revitalizar un servicio que moviliza a 2,5 millones usuarios en la ciudad, hay quienes permanecen enmudecidos. Sol Medina, de Santa Rosalía, cree que no hay aumento que recupere el Metro. “Debe haber una política de parte del Estado para modernizar las instalaciones. No hay aire acondicionado, los andenes están a oscuras y la gente permanece indolente”, se decía mientras aguardaba por un tren en Ciudad Universitaria.

La Guardia Nacional Bolivariana y la Milicia custodiaron las instalaciones

Desde finales de 2016 y todo 2017, el subterráneo había arrojado por la borda su mayor posibilidad de obtener dividendos: la recaudación por boletería.

Caracas, una ciudad cuya flota de transporte superficial está paralizada en 90 %, luce aislada. Y el Metro, que es la mayor alternativa en una metrópolis de noches afantasmadas, demanda inversión pública. De una flota de aproximadamente 48 trenes, solo 50 % de las unidades están operativas. La mitad de la flota se estacionó por falta de repuestos, equipos y además no hay quien la repare, según la organización Familia Metro. Este año, la novedad del servicio han sido los cortes de energía que sacan al sistema de juego. Hay que exigir, la gente discute con los transportistas y nadie protesta en las puertas de la estaciones. Aquí roban, asaltan y atropellan a los ancianos y nadie reclama, se desahogaba Ana Díaz, también en Ciudad Universitaria.

La seguridad en el servicio subterráneo es esquiva para quienes andan solos. Foto: Crónica Uno / Mariana Mendoza

En Petare, la cola se desparramaba hasta las escaleras de acceso y las máquinas dispensadoras de tickets son ahora el testimonio de una época de mayor esplendor en la que los propios usuarios podían despacharse sus boletos con monedas y en algunas otras con billetes. A propósito de ello, los usuarios exigen al subterráneo aceptar los billetes de baja denominación del viejo cono. Aun cuando no ha sido oficializado, el Metro decidió no aceptar los billetes de 1000 y de 2000 del viejo cono, pues no disponen de bolsas para trasladarlos y la dirección de Recaudación está practicamente en cierre técnico.

Entre los servicios que dejaron de ser gratuitos también destacan el CableTren y el MetroCable, en conformidad con lo anunciado por el ministro de Transporte, Hipólito Abreu, quien pidió a los usuarios cancelar por el traslado. Con el ajuste oficializado en la Gaceta N.° 41.468, el servicio se incrementó en 1.250.000 %, con lo cual pasará de 0,00004 bolívares soberanos a 0,50, lo que es igual a decir 50.000 bolívares del viejo cono.

El déficit de personal compite con la falta de mantenimiento que afecta las 323 escaleras mecánicas que suma el servicio en 74 estaciones.

Fotos: Julio Materano | Archivo


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