“No es seguro que la región pueda declararse libre de malaria para 2030 si en Venezuela no es controlada”

mercurio - malaria

La Organización Mundial de la Salud, en 2015, con apoyo de sus Estados miembros, acordó una Estrategia Técnica Mundial contra la Malaria 2016-2030, que tiene entre sus metas reducir 90 % la incidencia de casos y la mortalidad de esta enfermedad en el ámbito mundial para el 2030.

Caracas. Para 2019, el mundo reportó un aproximado de 229.000.000 casos de malaria y 409.000 muertes en 87 países endémicos. Para ese mismo año, en la región de las Américas, hubo una reducción de 40 % en comparación con los datos de comienzos del milenio. Para el 2000, en las Américas ocurrieron 1,5 millones de contagios, mientras que en 2019 hubo 0,9 millones. También hubo una baja en la incidencia de casos por cada 1000 habitantes, de 14 (2000) pasó a seis (2019).

A pesar de estos datos positivos para los subcontinentes americanos, la bióloga María Eugenia Grillet, Ph.D en Ecología y profesora del Instituto de Zoología y Ecología Tropical de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central de Venezuela, explicó que los avances en los últimos años en la región se han visto afectados por el importante aumento de casos de malaria en Venezuela.

No es seguro que la región pueda declararse libre de malaria para 2030 si la malaria en Venezuela no es controlada”, afirmó Grillet.

Venezuela registró alrededor de 35.500 casos en el año 2000, y llegó a 467.421 en 2019, de acuerdo con las cifras incluidas en el Informe Mundial Sobre la Malaria 2020 de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En Brasil, Colombia y Venezuela se presentan más de 86 % de todos los casos de la región.

En 2015, los Estados miembros de la OMS crearon la Estrategia Técnica Mundial contra la Malaria 2016-2030. En el proyecto establecieron una ambiciosa meta de reducir 90 % la carga de mortalidad por malaria a escala mundial para el 2030.

“Venezuela acumula más de la mitad de los casos en la región durante 2019 y 73 % de las muertes por malaria en las Américas. El número de casos por cada mil personas en riesgo en Venezuela es ocho veces mayor que el de Brasil, el segundo país en la región con la mayor incidencia de malaria durante 2019”, detalló Grillet.

Entre 2000 y 2019, diez países recibieron la certificación oficial de la OMS de eliminación de la malaria; entre ese grupo, dos sudamericanos: Paraguay y Argentina. Desde 2017, El Salvador no ha reportado casos autóctonos, logro que lo convirtió en 2020 en el primer país de Centroamérica en solicitar a la OMS la certificación de eliminación de la malaria. Mientras que Belice no reporta nuevos casos autóctonos desde 2019.

2016 fue el último año en que el gobierno de Nicolás Maduro público los reportes epidemiológicos. No hay información oficial sobre situaciones de salud pública en el país. El único dato extraoficial del que tiene conocimiento Grillet es sobre una aparente reducción de 50 % de los contagios en Venezuela, hecho que puede tener relación con diversos factores que expone la experta:

  1. Medidas de confinamiento: por la pandemia de COVID-19 han reducido la movilidad interna en el país, lo que ha limitado el flujo hacia y desde las áreas de mayor transmisión de malaria en el país, como lo son las mineras del sureste del estado Bolívar (municipio Sifontes). Estos deben haber influido sobre la transmisión de malaria, es decir, menos malaria por menor flujo de personas con potencial de ser infectadas.
  2. Ayuda internacional: desde comienzos de 2020, en el municipio Sifontes, por las medidas de crisis humanitaria en salud, se han instalado equipos de la Cruz Roja Internacional y Médicos Sin Fronteras que han estado controlando la malaria en estas áreas calientes (mineras) de transmisión de la enfermedad en Bolívar, lo que puede haber tenido un impacto significativo en la reducción de la transmisión precisamente en estos focos de mayor producción de casos de malaria en el país. Estos focos aportan más de 60 % de la malaria que se registra en el país.
  3. Subregistro: debido a las medidas de restricción por COVID-19, la vigilancia de malaria no ha podido ser llevada a cabo en su máxima capacidad, por lo que tenemos un significativo subregistro de la verdadera realidad de la enfermedad durante 2020 en Venezuela.
  4. Escasez de combustible: además de la disminución en movilidad de personas por las medidas contra la COVID-19, tenemos en el país una crisis instalada desde comienzos de 2020 de falta de gasolina que debe haber incidido en menor flujo de personas hacia las áreas mineras, y con ello se producen menos casos por menor transmisión.

Desde marzo de 2020, cuando el gobierno de Maduro reconoció los primeros casos de COVID-19 en Venezuela, y luego del decreto de alarma nacional, en Bolívar se aplicaron varias medidas restrictivas. Con respecto al abastecimiento de combustible, desde la gobernación de Justo Noguera Pietri se ordenó un límite de estaciones de servicio en funcionamiento que solo atenderían a vehículos de servicios de salud y alimentos, cuerpos de seguridad, prensa, transporte público y personal esencial de las empresas de electricidad, agua y empresas básicas. Además, se limitó la movilidad de las personas en las calles.

Al no tener información oficial, los únicos reportes con los que se cuenta sobre la situación de la malaria en Venezuela son los publicados por la OMS y la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Según la cifra de la Actualización Epidemiológica de la OPS, de junio de 2020, en 2019 se reportaron 398.285 contagios en Venezuela. Solo entre enero y mayo de ese año hubo 248.191. Y en el mismo período, pero en 2020, hubo 104.005 casos. Estas cifras son enviadas a la OPS por el Ministerio de Salud.

A pesar de la diferencia entre los reportes de 2019 y de 2020, entre los mismos períodos, Venezuela sigue siendo el país de la región con más casos de malaria, en comparación con otros 18 países de las Américas. El segundo país que reportó más contagios para 2019 fue Brasil, un país con más de 200.000.000 de habitantes. Según la OPS, Brasil registró 156.918 casos, menos de la mitad de los reportados en Venezuela.

Recientemente, Grillet y otros estudiosos de la malaria en Venezuela publicaron un artículo en la prestigiosa revista dedicada a la divulgación de investigaciones o reseñas sobre diversos temas de salud Lancet For Global Health, titulado: Malaria in Venezuela: Gabaldón’s legacy scattered to the winds (Malaria en Venezuela: el legado de Gabaldón esparcido por los vientos).

Es imposible hablar de la malaria en Venezuela sin mencionar al doctor Arnoldo Gabaldón, médico e investigador que entre 1950 y 1960 organizó la primera campaña nacional contra el paludismo o malaria utilizando dicloro difenil tricloroetano para rociar sobre las viviendas de las zonas con mayor presencia de la enfermedad. Este hecho convirtió a Venezuela en el primer país en erradicar la malaria.

“La situación actual no podría ser más diferente —dice parte del artículo—. El epicentro de la epidemia son las regiones mineras al sur del río Orinoco, donde la atención médica convencional a menudo ya no está disponible (…) La epidemia no se controlará sin un programa nacional funcional contra el paludismo. Irónicamente, fue el éxito de un programa anterior lo que condujo al auge económico que ahora impide que los investigadores venezolanos accedan a los recursos que se necesitan con urgencia. Es hora de que acabe esta dolorosa ironía”.

Posibles soluciones

“En Venezuela el financiamiento externo es requerido y es fundamental”, planteó Grillet, debido al “resurgimiento de la enfermedad, particularmente en las zonas mineras al sur del río Orinoco, desde donde la malaria ha sido reintroducida a todos los estados del país durante los últimos años”.

Para la investigadora esta es una consecuencia directa de la desinversión del Estado venezolano en el Programa Nacional de Malaria.

“El presupuesto gubernamental destinado al control de la malaria en el país pasó de 9.000.000 de dólares en 2015, año en que los casos comenzaron a incrementarse de forma más dramática, a menos de 1000 dólares en 2018 (concretamente USD 912,49, de acuerdo con cifras de la OPS). Durante ese período, y desde entonces, las pocas actividades de control llevadas a cabo en el país fueron financiadas directamente por la OPS y en 2019-2020 entraron las organizaciones ya señaladas (Cruz Roja Internacional y Médicos Sin Fronteras)”.

Aparte del financiamiento limitado por parte del Estado, Grillet aclaró que “Venezuela ha recibido poca atención por parte de otras agencias financiadoras”. Sin embargo, aplaudió el reciente aporte del Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria.

“La más importante de estas —y cuyos fondos suelen limitarse a países de medianos-bajos ingresos—, recién aprobó 19.000.000 de dólares para Venezuela en 2019, de forma excepcional, y basándose en la magnitud de la epidemia de malaria en el país. Esto es un alivio y logro. Ojalá que esta intervención pueda controlar la malaria y tenga impacto a partir de este 2020, así lo esperamos”.

María Eugenia Grillet insiste en la necesidad de:
  • Invertir más en malaria en el ámbito local.
  • Un programa nacional bien planificado, con amplia participación de la comunidad médica y científica del país, y con los fondos necesarios para llevar a cabo intervenciones de la magnitud requerida por la crisis, sin eso no se obtendrán beneficios duraderos.
  • Se requiere contratar personal de salud calificado —la mayoría se ha ido del país debido a la emergencia humanitaria— para recuperar esa experticia que se tenía  en el pasado para controlar esta enfermedad.
  • Entrenar líderes locales y empoderar a las comunidades locales (criollas e indígenas) para que ellos también participen y contribuyan con el control de la malaria en conjunción con el personal de salud local.
  • Finalmente, si no se controla la minería ilegal y la destrucción de los bosques que esta actividad genera en el sur de Venezuela, seguirá habiendo malaria a pesar de que se coincida y se trabaje en todo lo anterior. El problema de la malaria en Venezuela es complejo y multifactorial, se requiere de la participación de muchos sectores en el país para solucionarlo.

Participa en la conversación