La película venezolana es una de las mejores estrenadas en 2022 en la cartelera. Protagonizada por Daniela Alvarado, cuenta una historia de soledad y esperanza.

Caracas. Cuando se intensificó la pandemia en el año 2020, se empezó a hablar sobre las obras que surgirían a partir de ese momento que afectó la dinámica mundial. No necesariamente creaciones que registran al mundo en confinamiento y tapabocas, sino todas esas ideas, reflexiones, miedos y desahogos a partir de un momento de vulnerabilidad colectiva.

One Way es la más reciente película del cineasta venezolano Carlos Daniel Malavé. Un largometraje que surgió y se filmó en esos momentos de agitación emocional, social y económica por lo que acontece, además, en medio del torbellino venezolano.

Cuenta la historia de Emiliana (Daniela Alvarado), una madre y profesora de química en una universidad. Tiene un hijo, Santiago (Joaquín Malavé). El cineasta, que también es el guionista, logra desde las primeras escenas cautivar con el vínculo que surge entre ambos.

One Way
Daniela Alvarado ldemuestra una vez más su talante como actriz

En un pequeño apartamento, madre e hijo se refugian en el amor más genuino en medio de las vicisitudes de un entorno que ya no es desafiante, sino que es enemigo. No hay agua, el dinero no alcanza, largas colas para la gasolina, se va la luz, y ella tiene que realizar trabajos extras como fotógrafa de alimentos para poder completar el mes.

Sin embargo, One Way subraya estos asuntos de una manera muy elegante. No es que los normalice, sino que evita hacer una denuncia obvia y redundante, pues no hay ningún interés en el panfleto.

El director ambienta ese caos como una circunstancia más, porque parte de su interés realmente está en los sentimientos que sobresalen, en fijar la mayor atención en el desasosiego, pero también en las maneras de hallar un camino íntimo, y a la vez acompañado, que sea diferente a la tragedia.

La recién estrenada One Way es una película sobre la soledad, sobre el amor, el reconocimiento y el respeto de las situaciones más íntimas, y también sobre cómo sobreponerse a lo que ya no está, a lo que fue; ese camino del no retorno.

One Way
El personaje de Carmen Julia Álvarez le otorga a la trama el toque apropiado de humor

Madre e hijo son cómplices en el sendero de la vida. La cámara convierte al público en testigo de un vínculo eterno, se adentra en las profundidades de un hogar que también es el de tantos, el de muchos que han perdido demasiado en estas dos décadas, pero que a su vez han aprendido a reconocer a quienes están para dar una mano en el momento más idóneo.

Entonces están personajes como Nancy (Carmen Julia Álvarez), colega de la universidad de Emiliana, así como Daniel (José Manuel Suárez), abogado defensor de presos políticos. Con ellos también se afianza un mensaje muy adecuado para contextualizar. En ella todo lo relacionado con esa generación que ha visto partir a los que venían después y que, en el retiro, es testigo de las consecuencias. En él, hay una intención más directa, pues su labor se remonta a las protestas de 2017 y, a la vez, es el personaje que, por su labor, es incólume, pero igualmente abnegado en sus intenciones más cercanas con la protagonista.

No hay muchas locaciones en One Way. Casi todo transcurre en el apartamento de Emiliana y Santiago, escenario de las alegrías más cautivantes, así como las tristezas más decisivas. Pero hay un recurso del director que sirve como ejercicio de identificación: las escenas en las que la protagonista va a un grupo de terapia, en la que personajes muy secundarios, dan testimonio de vivencias muy protagonistas en la vida de demasiados, de aquellos que caminan por las aceras del país tratando de desentrañar tanto entuerto emocional y otros más.

Además, una historia surgida en familia. Tiene a Gabriela Rojas como productora. Ella es la esposa del cineasta, y Joaquín Malavé es el hijo de ambos. Un trama que parte de una experiencia que vivieron. 

One Way
José Manuel Suárez brinda un apoyo preciso y sin condescendencia en la historia

La actuación de Daniela Alvarado es magistral. Una vez más confirma no solo que es una de las mejores actrices de su generación, sino también de la historia cultural del país. En One Way muestra al público una marejada de sentimientos tan verosímiles que hacen que cada palabra, sonrisa, suspiro o llanto generen reflexiones y emociones que se quedarán con el espectador durante días, como si lo que ocurre en la trama, lo estuvieran viviendo de cerca, en la casa de un familiar o vecino.

Porque no se trata solo de la cercanía del contexto, sino de la agilidad desde la dirección, el guion y la actuación de apuntalar todo ese cúmulo de emociones y presentarse como un espejo al espectador, que ve en este largometraje -postulado para el proceso de selección de nominados al Goya- todo un andamiaje de lo que han sido estos años, con sus presencias y ausencias, bienvenidas y partidas, en una vorágine que lleva a un camino irregular de emociones, entre la asfixia y el ímpetu, pero siempre con una posibilidad de redención y salvación. Porque sí, es una película de esperanza.

One Way es una de las mejores películas estrenadas este año en la cartelera. Se posiciona como una obra para la posteridad de la cinematografía nacional, no solo por registrar un momento, sino por saber orquestar los sentimientos de distintas generaciones trastocadas por la catástrofe que parece perenne. 

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