Hugo y Oriana pasaron 28 horas separados, justo en una etapa de la vida cuando más se necesita apoyo y solidaridad. En ese tiempo, en el caso de Hugo, vivieron en carne propia la escasez de insumos, el cierre de laboratorios públicos, la angustia de no poder trasladarse por falta de gasolina y una cuarentena impuesta, cuyos alcances incluso llegan hasta la vulneración de un derecho tan básico como es el acceso al registro civil, a través de la partida de nacimiento.

Caracas. “Desde que la llevé el 14 de abril a las 7:00 a. m. y la dejé en la puerta, no la vi  más hasta que la dieron de alta. Es una situación que angustia, ella en trabajo de parto y sola. No permitían el paso de nadie. No pude ver a la bebé hasta que salió con su mamá por la puerta principal del materno, y todo por la cuarentena”.

Hugo Marín, ya con su esposa Oriana y su bebé en la casa, habla más tranquilo al recordar los episodios de trajín que vivió con el parto.

El domingo 12 de abril, en horas de la noche, lo llamó una de las doctoras del  Materno Infantil de Petare y le dijo que la cesárea de Oriana se iba a programar. 

A él le extrañó: “Pero no dio chance porque a las 4:00 a. m. del 14 de abril ella entró en trabajo de parto. Le pedí a un vecino que nos llevara en su carro, que afortunadamente tenía gasolina, y llegamos al hospital con cuatro bolsos llenos de cosas que iba a necesitar ella”.

En la puerta se despidió y quedó ahí, junto a otros familiares esperando noticias.

No lo dejaron pasar, ni siquiera cuando nació la niña. El vigilante le daba información de la paciente que estaba en la sala 1, cama 3. “Me había dicho que a las mujeres con cesárea las dejaban hasta 48 horas. Ese tiempo iba a estar sola, menos mal que  no ocurrió”, relató.

La esposa de Hugo se hizo las consultas prenatales en privado, pero el seguro no cubría el parto, por eso se movieron y buscaron que la atendieran en el materno. Con suerte la vieron en consulta externa y la aceptaron, a pesar de la cuarentena.

Cuando la doctora lo llamó para decirle que había que reprogramar, le advirtió que era porque tenían problemas con los insumos: “Luego a mi esposa le comentaron que era porque no estaban atendiendo a nadie, que las estaban remitiendo a todas. Capaz como llegó en trabajo de parto, la dejaron y de inmediato la metieron en quirófano”.

Hugo, a quien le tocó contar las penurias de parir en cuarentena, estuvo en el estacionamiento todas las horas posibles. Ahí conoció a otros papás, uno de ellos que ya tenía cinco días esperando para conocer a su bebé.

Durante ese tiempo pudo levantar estadísticas, como que el 14 de abril nacieron 10 infantes, y el 15, hasta las 3:00 p. m. que estuvo en el puesto asistencial, otros cinco.

Incluso tuvo la oportunidad de ver y fotografiar (es fotógrafo de profesión) a una mujer que llegó y parió en el asiento trasero de una camioneta pickup.

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Foto: Cortesía Hugo Marín

Acababa de llegar con los exámenes de laboratorio que le mandaron a hacer a la niña para poder darla de alta –perfil 20 y hematología completa–, cuando vio que un carro entró a toda prisa y un hombre pedía a gritos una camilla.

Sacó su celular y captó el momento del alumbramiento. Una enfermera salió del recinto, cargó al recién nacido y se perdió en el pasillo, rumbo a darle los primeros auxilios. De inmediato ingresaron a la mamá.

Foto: Cortesía Hugo Marín

Hugo, en labor periodística, hizo algunas preguntas a los familiares. Pero muy poco logró obtener. Ellos, en medio de una emergencia, no querían intrusos.

Foto: Cortesía Hugo Marín

Las parcas respuestas fueron ingredientes para esta crónica que busca registrar lo que significa parir en tiempos de cuarentena: “Por la cuarentena no nos dejaban pasar, en cada alcabala nos paraban, nos hacían preguntas, mientras ella estaba pariendo. Nos pararon mucho, además nos costó salir del barrio, no hay transporte, un vecino nos auxilió. Por eso ella llegó así, no le dio chance”, dijo una mujer que, por la forma cercana como la vio con la parturienta, Hugo presume que era la hermana.

Esa camioneta bajó a toda velocidad por el puente que va de la redoma de Petare hacia Palo Verde, posiblemente venía de José Félix Ribas o de Mariche.

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Foto: Luis Morillo

El niño o la niña llegó justo al mediodía del 15 de abril, un día antes de cumplirse el mes de cuarentena social decretada por Nicolás Maduro.

No hay laboratorio, no hay insumos y sin  comida

Hugo no tuvo tiempo de recopilar más datos. Entregó los exámenes, que le costaron 300.000 bolívares, pues en el materno no funciona el laboratorio, y esperó con ansias que saliera Oriana.

A las 3:00 p. m. se les acabó el trajín. Salió de alta adolorida pero con satisfacción. Incluso la imagen que tuvo Hugo cuando la vio salir 24 horas antes, con los dolores que le atravesaban el abdomen, para buscar ella sola los cuatro bolsos que le llevaron, ya no le causaban tanta impresión e impotencia. 

“Ni siquiera la acompañó un vigilante. Ella sola tuvo que cargar ese peso, atravesando ese trance de las contracciones. Pero eso ya pasó”, dijo optimista.

No entra nadie al materno precisamente por la contingencia generada por el COVID-19. Hasta ahora, de los casos positivos registrados con  el virus tres son mujeres embarazadas, según la doctora Moraima Hernández, infectóloga.

El desayuno lo dejaban pasar hasta las 11:00 a. m., y el almuerzo hasta las 4:00 p. m. Se lo entregaba al vigilante y este a otro trabajador que entraba a la sala. Ni siquiera cuando fue a su consulta pudo acompañarla alguien.

A esta pareja además le pidieron cinco o seis inyectadoras, adhesivo quirúrgico, un  microgotero y dos tubos de ensayo, que fueron los que usaron para guardar las muestras de la pequeña.

Por cierto, los compró en el kiosco que está en la entrada del hospital, y que a pesar de la cuarentena está abierto. Cada uno le salió en 25.000 bolívares.

Con vacunas pero sin entrar al registro

La bebé salió solo con el certificado de nacimiento. Al matrimonio le dijeron que tramitara la partida en la prefectura más cercana.

Ese mismo día, Hugo se  fue a la que está en Los Cortijos y le dijeron que por la contingencia no están atendiendo a nadie, “a menos que ya esté listo para hacer el trámite”.

“Voy a esperar unas dos semanas para ir, dependiendo de la cuarentena”, comentó.

La recién nacida salió con dos vacunas, la BCG y otra que Hugo no logra recordar, “entre tantas cosas”. Un punto a favor en  medio de la crisis sanitaria.

Esa vacuna, que está dentro del esquema de inmunización nacional y que debe ponerse a todo recién  nacido antes de salir del hospital, ha presentado episodios de escasez en varias oportunidades. 

Por citar un estado, en Lara en 2019 hubo tres momentos durante el año en los cuales no había las dosis. 

Hay padres que manifiestan que pagan hasta 80 dólares por la inyección y otros van a Cúcuta, donde las administran de forma gratuita.

Vale acotar aquí que el pasado 14 de marzo el Gobierno iba a iniciar la primera jornada de vacunación de 2020 contra 11 enfermedades: poliomielitis, tuberculosis, hepatitis B, sarampión, rubéola, parotiditis, difteria, fiebre amarilla, tétanos, tosferina e influenza. La campaña sería por tres semanas, pero se cruzó el COVID-19, y desde el Ejecutivo no se habló más del tema.

La niña de Hugo nació enmantillada, término médico que se usa para identificar cuando un pequeño nace envuelto con la bolsa amniótica íntegra, sin romper, rodeado de líquido amniótico –tal y como estuvo en el útero materno. 

Como es  extremadamente raro, y ocurre  en 1 de cada 80.000 nacimientos, se le llama mágico, milagroso, se dice que es una bendición, como ahora lo es contar con las vacunas al nacer, sin tener que pagar por ese beneficio

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Foto: Mabel Sarmiento
Parir en tiempos de crisis

La combinación de una ausencia de políticas públicas efectivas en salud sexual y reproductiva, el colapso del sistema público de salud y la escasez de métodos anticonceptivos ha generado un grave retroceso en el disfrute de los derechos y la salud sexual y reproductiva de las mujeres venezolanas, e impactado de manera alarmante en el aumento de la mortalidad materna, el embarazo adolescente, las infecciones de transmisión sexual y abortos inseguros asociados a embarazos no deseados.

Eso dice el informe Mujeres al límite 2019, el cual detalla que entre 2012 y 2016 se confirma la tendencia a altas cifras de muertes maternas en el país, e incluye testimonios de profesionales de la salud que señalan que las pacientes se están complicando durante el embarazo a causa de infecciones, hipertensión arterial o hemorragias,  para lo cual los centros hospitalarios no tienen los medicamentos ni insumos para atenderlas.

Según la investigación, en cuatro instituciones hospitalarias estudiadas en ese momento, por cada cuatro partos hubo un aborto durante el período agosto-diciembre de 2018. 

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Foto: Mónica Salazar

“Se registró un total de 2246 abortos, lo que representa 15 abortos diarios en promedio”, cifra alarmante que reseña el informe.

Las causas son múltiples: deficiencias nutricionales, fallas en la planificación familiar y dificultades para acudir al chequeo médico y en el acceso a métodos anticonceptivos.

Y aunque no es el caso de Hugo y Oriana, la coalición Equivalencias en Acción alerta que, debido a la ausencia de respuestas y la negativa por parte de las autoridades en reconocer la existencia de la emergencia humanitaria compleja, muchas mujeres venezolanas deciden cruzar la frontera para dar a luz. 

Según Migración Colombia, entre abril y junio de 2018 se registró la entrada de 8209 mujeres venezolanas embarazadas, 6304 (76,7 %) de ellas sin control prenatal; y según un informe de la Secretaría de la Presidencia de Brasil, 10 % de los partos en el estado fronterizo de Roraima, entre enero de 2017 y marzo de 2018, corresponden a mujeres venezolanas.

Parir en tiempos de crisis ya fue un asunto ventilado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH. 

Moraima Hernández, representante de la Sociedad de Médicos de la Maternidad Concepción Palacios, en audiencia celebrada durante el primer trimestre de 2019, informó directamente a los comisionados que no se contaban con los insumos necesarios para atender a las personas que se tratan en las instalaciones del hospital.

“Si una paciente sufre una hemorragia no podemos atenderla. No podemos ofrecer un programa de alimentación eficiente. Solo se da almuerzo de lunes a viernes. Si una madre ingresa un fin de semana o feriado no recibe alimentos. No contamos con tubos de muestras, suministro regular de agua y de productos de limpieza y desinfección. Tampoco podemos realizar limpieza de colchones, al extremo de que hemos tenido que descartar camas por presencia de gusanos. Tenemos disponibles 127 camas, es decir, estamos operativos en 43 %. En la maternidad muere un niño cada 48 horas”, aseguró Hernández en ese momento.

La CIDH otorgó medidas de protección urgentes a las mujeres y niñas venezolanas que acuden a la Maternidad Concepción Palacios, uno de los hospitales públicos afectados por la emergencia humanitaria.

El número de fallecimientos ocurridos en la Concepción Palacios: en 2018, 15 mujeres y 265 recién nacidos; mientras que en el mes de enero de 2019, fallecieron 15 recién nacidos. 

Para la CIDH algunas de estas muertes se precipitaron como consecuencia de la falta de acceso a tratamientos médicos oportunos y adecuados, la escasez de insumos médicos y de personal especializado, así como por las graves condiciones de salubridad que presenta la maternidad. 

Por eso las observaciones y recomendaciones de la comisión: proveer los insumos, medicamentos, materiales y atenciones necesarias para garantizar la salud de las mujeres embarazadas y sus recién nacidos.

Concepción Palacios
Foto: Mariana Mendoza

La situación en este primer puesto de atención a parturientas no ha variado mucho. La mayoría del tiempo no hay agua y la infraestructura colapsa con el paso de los días.

Mientras, el gobierno de Maduro solo habla del parto humanizado y promueve nacimientos en las casas con comadronas y ha hecho cadenas televisivas mostrando ejercicios físicos bautizados con nombres de animales como “la gata”, “la mariposa” y “la gallinita”.

Sufrir la cuarentena

Lo descrito anteriormente, incluso la mención del caso de la Maternidad Concepción Palacios, es parte de la crisis asistencial en el ámbito nacional.

Hugo y Oriana pasaron 28 horas separados, justo en una etapa de la vida cuando más se necesita apoyo y solidaridad. En ese tiempo, en el caso de Hugo, vivieron en carne propia la escasez de insumos, el cierre de laboratorios públicos, la angustia de no poder trasladarse por falta de gasolina y una cuarentena impuesta por el gobierno para frenar el COVID-19, cuyos alcances incluso llegan hasta la vulneración de un derecho tan básico como es el acceso al registro civil, a través de la partida de nacimiento.

Magdimar León, directiva de la Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa, Avesa, considera que, dado el contexto de cuarentena, se puede presumir con bastante facilidad los obstáculos para acceder a los servicios de salud, por las restricciones en la movilidad y la falta de gasolina –lo que pasó en el caso de la mujer que dio a luz en la camioneta–, lo que aumenta las demoras en su atención, y eso a la vez conduce a más muertes maternas e infantiles, datos que oficialmente no se actualizan desde 2014.

En 2019, se notificaron 190 muertes maternas hasta el 6 de abril (110,29 muertes por 100.000 nacidos vivos), 12 % menos que en el mismo período de 2018 (216 muertes). En ese período se notificó un promedio de 12 fallecimientos por semana; 98,6 % fueron muertes intrahospitalarias. 

Foto: Mariana Mendoza

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