Seis horas en la Ciudad Hospitalaria Enrique Tejera, seis horas para  que José Sandoval muriera de mengua 

José Sandoval

José Sandoval ingresó en la la Ciudad Hospitalaria doctor Enrique Tejera de Valencia, estado Carabobo, un 13  de febrero con un fuerte dolor de cabeza, pero seis horas más tarde sus familiares lo sacaron del centro de salud sin orden médica. Su esposa prefirió que muriera con dignidad en su casa. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Hospitales para enero y febrero de 2022 hubo un desabastecimiento de insumos de 44%. Esto calculado en 40 de los centros públicos más importantes del país, entre esos la CHET.

Valencia. El 13 de febrero José Sandoval se paró de la poltrona de su casa para ir a dormir, le dolía la cabeza. Llevaba semanas sufriendo dolores y el cóctel medicinal no funcionaba del todo.

“Buenas noches. Mañana seguimos viendo la serie”, dijo.

Pero… No hubo mañana, mientras dormía su cuerpo se iba debilitando. Al día siguiente, José Sandoval era algo muy parecido a un ser en estado vegetal: mirada perdida, poca autonomía y un deterioro progresivo.

Un familiar expresó a viva voz: “Si sigue así habrá que llevarlo a la CHET”. Ciudad Hospitalaria doctor  Enrique Tejera. Un hospital de grado 4, el más importante de la región central.

“Cuando escuché aquello comencé a sentir miedo porque hay que sacar dinero para todo y con el covid pensé que de ahí saldríamos peor que como entramos”, relató Corina de Sandoval, su esposa.

José Sandoval
El 13 de febrero la emrgencia de la CHET estaba abarrotada de pacientes. Foto: Cortesía.

Pedir una ambulancia era inviable y sacar al septuagenario era complejo. El ascensor de los pisos impares no funciona en el edificio en el que reside. Así que tuvieron que montarlo en una silla plástica y bajarlo del piso siete hasta el piso seis. El ascensor par si estaba operativo.

Yo tenía miedo. Mi esposo era un cuerpo inerte que se iba de lado y mis hijos no podían aguantar el peso. El mayor, de 42 años de edad, es un cuarto bate y le costaba. Mi temor era que se partiera la silla y mi marido cayera por las escaleras o peor, al vacío”.

Como pudieron y tras mucho esfuerzo hicieron el traslado en el vehículo familiar y llegaron a la Ciudad Hospitalaria.

“Aquí vamos”, dijo Corina persignándose. “¿Alguien tiene una silla de ruedas? Mi esposo está mal”. Nadie apareció, los policías apostados frente a la emergencia tampoco se movieron. Tuvieron que trasladarlos ellos mismos, no había sillas de ruedas.

Como pudieron arrastraron la silla hasta entrar a la emergencia y lo primero que los impactó fue el calor. Sin aire acondicionado, la emergencia parecía más bien un sauna en el que los olores de los enfermos y los familiares se mezclaban.

De acuerdo con los estudios de la investigadora e ingeniera española, Gracia Rosell Farrás, debido a la afluencia de pacientes los sistemas de aire acondicionado de un hospital deben proveer patrones de movimiento de aire que minimicen o eliminen la dispersión de agentes contaminantes.

Un área como la emergencia, denominada por diversos estudiosos como “área crítica” debe tener un sistema en constante mantenimiento y con un cuidado meticuloso, puesto que puede ser un arma de doble filo, porque puede transformarse en un transportador de virus y bacterias. Algunos de ellos pueden ser el Mycobacterium tuberculosis y la Legionella Pneumophila, de igual modo un paciente puede contraer varicela y rubéola.

José Sandoval
El calor es insorpotable en la emergencia de la CHET y los malos olores empeoran la salud de los enfermos. Foto: Cortesía.

Cayapa a la salud

“Yo sí había leído historias por Twitter de las condiciones de los hospitales, pero nunca es igual leerlo o verlo. Yo no sé cuántas personas había ahí, pero sin mentirte eran alrededor de 50 y el aire era caliente, muy caliente”.

José Sandoval parecía inconsciente, su cabeza caía hacia atrás y entreabrió sus ojos. “La esclerótica era amarilla. Él iba de mal en peor y nadie se nos acercaba. Había gente en el piso y los médicos tan, pero tan inhumanos decían pónganlo ahí en el suelo que hay espacio ¿Cuál espacio? ¿Al lado de la mancha de sangre o dónde está el sucio de color marrón? ¿En qué nos convertimos?”, criticaba.

A José Sandoval no le tocó una cama, no había. En cambio, dejó la silla de plástico para pasar a una metálica plegable y oxidada junto a un paral, en las mismas condiciones, para colgar la hidratación. “Le pusimos una almohada entre el espaldar y el asiento para que no le doliera el cuerpo. Se había rebajado muy rápido en cuestión de días”.

El área de emergencias de la CHET fue remodelado recientemente. De hecho para el 25 de agosto del 2021, la Gobernación de Carabobo anunció mediante una nota de prensa que inciarían un Plan Cayapa, para la recuperación de áreas externas e internas, esto básicamente se tradujo en pintura y cambio de alumbrado. En ese momento, la presidenta de Insalud, la doctora Jonna Acero afirmó: “En Carabobo, la salud es prioridad”.

Sin embargo, las labores se remitieron solamente a colocar baldosas blancas en las paredes. No obstante, de acuerdo con el arquitecto egresado de la Universidad Central de Venezuela, Howard Hernández, esto no se adecúa a las normativas internacionales.

Un hospital de grado 4 como la CHET tiene que contar con paredes lisas, para evitar la acumulación de gérmenes y otros patógenos en los espacios entre las baldosas. Esas paredes deben ser lavadas con hipoclorito”.

Aunado a esto Monitor Salud en su informe de 2021 concluyó: que en los centros médicos de la región central 63% reportó tener cantidades insuficientes de cloro, 44% no cuenta con jabón y 49% no tiene desinfectantes. La opción de hipoclorito ni siquiera aparece, por que es inviable su obtención.

De acuerdo con las investigaciones del doctor español,  Manuel Luque Oliveros, profesor de la Universidad de Sevilla, las paredes y techos de los hospitales deben ser lisos, de material inalterable y absorbente del sonido. Las paredes y puertas deben ser incombustibles y estar revestidas con material impermeable, inalterable, a prueba de manchas, sin grietas, de fácil limpieza, sin brillo, sin colores fatigantes para la vista.

Mientras que los suelos deben ser antiestáticos para disipar la electricidad de los equipos y el personal. De material plano, impermeable, inalterable, duro y resistente. A nivel del centro, las esquinas deben ser redondeadas para facilitar su limpieza.

La CHET cuenta con pisos de granitos muy alejados de los llamados pisos antideslizantes y antibacteriales.

Después de al menos 40 minutos de espera, un médico, de unos 30 años de edad,se acercó a evaluar a José Sandoval.

Yo estaba tan nerviosa. Tartamudeaba y mi hijo menor fue el que explicó todo el proceso”, dijo la esposa.

El médico con su estetoscopio colgando del cuello y con el sudor chorreando por su frente respondió. “Hay muchas opciones, pero por lo que dicen esto tiene pinta de ser una intoxicación farmacológica como consecuencia de las dosis de Benzodiacepina.

José Sandoval
Foto: Armando Díaz.

Sandoval le habían recetado recientemente Benzodiacepina para conciliar el sueño, puesto que llevaba más de cinco años tomando Alprazolam y este además de generar adicción ayudaba a la aparición de procesos depresivos. Para revertir los efectos del fármaco el especialista recetó Flumazenil por intravenosa,  pero primero necesitaban hidratarlo,.

“Pero aquí no tenemos nada . No hay jeringas, no hay yercos, tampoco Flumazenilo, ni solución salina. Compren todo eso, aquí afuerita del hospital hay bastantes droguerías y casas médicas, ahí le venden todo”, recomendó el galeno.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Hospitales para enero y febrero de 2022 hubo un desabastecimiento de insumos médicos de 44%. Esto calculado en 40 de los centros públicos más importantes del país, entre esos la CHET.

Sentencia a muerte

Corina de Sandoval no salía de su asombro. Sacó la tarjeta de su esposo y le dijo a su hijo que fuera a comprar todo. Para aquella mujer lo sucedido era una locura. Frente al hospital había una  seguidilla de comercios abastecidos de insumos médicos. Horas después se enteró que esos negocios tienen alianzas con las mafias de la CHET para tener todos los recursos para vender medicinas y demás artículos.

“Son unos sucios, pero más sucios son esos médicos porque lo hacen a consciencia y negocian con el dolor ajeno”.

El 12 de junio de 2021 el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) detuvo a cuatro trabajadores de la CHET por presuntamente hurtar y llevar a sus domicilios medicamentos e insumos del hospital.

Por si fuera poco las indicaciones del médico estaban mal indicadas, los hijos de Corina debieron regresar a la tienda unas 10 veces en el transcurso de la tarde y la noche.

Para ser atendidos nuevamente. Corina debía correr con suerte y cazar a los médicos y enfermeras. Pararlos en medio de su recorrido y pedirles atención.

“Señora deme unos minutos que debo atender a tal señora”, respondía una doctora.

De acuerdo con el dirigente sindical de la salud, Eduardo Castillo en la Ciudad Hospitalaria una sola enfermera debe atender a alrededor de 20 pacientes por turno. La ausencia de salarios dignos hace poco rentable la permanencia de profesionales en el recinto.

Hace 10 años la CHET contaba con al menos 1800 enfermeros, actualmente hay solo 650 activos, lo que deja a este centro de salud con 60% de su capital humano.

Aquello era un círculo vicioso, mientras tanto su esposo emitía sonidos sin coherencia. “¡Corinaaaaaaaaa!”. Decía José Sandoval en un pequeño momento de cordura. “¡Sácame de aquí!

“A mi se me partió el corazón. Yo sentía que le estaba fallando a él, que siempre fue tan pretencioso, tan de lo bueno y lo tenía ahí en ese cuchitril. Yo me arrodillé y lo sujeté de la mano y le pedí perdón, perdón por no darle lo que se merecía, pero mis hijos me calmaban y me decían que estábamos siguiendo el protocolo. ¿Pero cuál protocolo, el de la muerte? Porque llevar a un venezolano a un hospital público es sentenciarlo a morir”.

Una hora después los médicos se dignaron a atender a Sandoval, y le colocaron una dosis de Flumazenilo. La doctora del momento le dijo que eso limpiaría su hígado y comenzaría a reaccionar, y a los 30 minutos lo evaluarían y le colocarían más. Debían colocarle cuatro dosis, pero los tiempos se dilataban más. Sandoval se inquietaba, pataleaba mientras que la almohada se deslizaba y el calor lo sofocaba. Al mismo tiempo, un hombre a su lado convulsionaba golpeándolo por sus movimientos involuntarios.

De acuerdo con la Sociedad Estadounidense de Ingenieros de Calefacción, Refrigeración y Aire Acondicionado (Ashrae por sus siglas en inglés), la temperatura de un área crítica debe ser de entre 20°C y 24 °C, mientras que la humedad se debe clasificar en 30% y 60%, para evitar la propagación de virus y bacterias.

“Sálgase las personas que no correspondan a esta área”, gritaba una mujer con la franela de Rafael Lacava.

Esa mujer parecía una carcelera, yo no iba a dejar a José ahí en medio de ese gentío”.

Ya eran las 10 de la noche, habían pasado cuatro horas desde que llegaron a la emergencia y el médico de turno estaba ausente. Todos le decían que había que esperar porque atendía a algunos pacientes en los pisos superiores.

“Y entonces a mi esposo quién lo atiende? Ya ha pasado mucho tiempo y hay que ponerle esta inyección”. La señora sostenía una jeringa grande envuelta en un pañuelo infantil para evitar que se golpeara o se vaciara un poco.

Una doctora le respondió: “Bueno señora, el doctor no está. Aquí no hacemos magia además no ve que estamos ocupados, usted no es la única aquí. Así que espérate”.

José Sandoval
La CHET cuenta solo con 60% de su personal activo. Foto: Armando Díaz.

“Me dio tanta impotencia y se lo dije. Le dije que era un animal. Que yo estaba aquí en una emergencia como muchos y que todos merecíamos respeto, que si su trabajo no le gustaba no era culpa de ella. Yo podía entender que soportar todo el día el calor, el estrés de un hospital como ese era demoledor, pero ella estudió medicina porque quería eso y el sacrificio de los médicos es soportar todo lo que ya sabíamos. Al final se gradúan y son unos peseteros que se lucran del dolor”.

Corina de Sandoval esperaba junto con su marido. Intentaba mantenerlo quieto ante la incomodidad de aquel espacio. El hombre se retorcía y chillaba como un bebé, algunas veces decía palabras como: “Dejaaaa”, “Yaaaa”, “Leonardoooo”, en referencia a su hijo o “Coñooooo”, “Me quiero ir”.

Frente a ella un señor con pie diabetico se paseaba entre los cuerpos en el suelo despidiendo un olor fétido. Las camas en las que algunos reposaban estaban rotas y mostraban el relleno. Había hombres sin camisa, hombres con pañales. Unas mujeres que se abanicaban y rezaban versículos de la Biblia le dieron unos cartones para que pudiese echarle aire más fresco a Sandoval, pero el olor le hacía daño, cada tanto se llevaba la mano a la nariz para evitar sentir el olor y así no vomitar.

“Era doloroso todo aquello, pero veía a mi marido y su tapaboca estaba mojado. Se babeaba, mientras intentaba arrancar la vía. Después cada tanto veías las camillas móviles con cuerpos muertos envueltos en sábanas y con un papel con nombres escritos. Es como si te anunciaran que eso es lo que te va a tocar a ti”. Cuando Corina veía aquello miraba hacia otro lado, pero la imagen se quedaba en la memoria temiendo que pronto fuese su marido el próximo en la camilla.

Al volver el médico, le hicieron pruebas rápidas y el resultado fue desalentador: “Señora el tratamiento que se le ha colocado debería haber surtido efecto. Si, es verdad que a nivel físico José ha reaccionado, pero a nivel neurológico no. Le recomiendo que se le haga una resonancia magnética para descartar accidentes isquémicos o algo mucho peor. Queda una dosis más de unos minutos y vamos a dársela y ver qué tal, pero hay que hacerle esos exámenes para poder seguir avanzando”.

En el boletín de febrero de la Encuesta Nacional de Hospitales especificaron que 76% de los resonadores magnéticos en el ámbito nacional no funcionaron durante ningún día de los dos primeros meses del año, por fortuna en el caso de la CHET, si está operativo, sin embargo la alta demanda impidió a los Sandoval acudir al Servicio de Imagenología así que acudieron a uno privado, en el cual el costo fue de $200.

El médico nunca volvió. José Sandoval tenía el pantalón mojado de orín y comenzaba a oler a heces. En ese momento, Corina supo que no lo iba a tener más ahí. Eran casi la 1:00 a.m y no podía seguir esperando por más. Le colocaron una sonda urinaria a su esposo y sin esperar un órden médica lo sacó de ahí, tal y como entró en la silla de plástico y arrastrado como si fuese una carreta llena de leña, atrás dejaba aquel salón de piso de granito sucio, con paredes que parecían haber sido remodeladas y una gran calcomanía con el logo de Lacava y la frase: “Aquí nadie se rinde”, pero Los Sandoval si lo hicieron, porque soportar aquello era inhumano. Corina salió de la emergencia y tiró en una papelera la jeringa con el resto de Flumazenil.

Si va a morir que muera en casa. No en esta mierda de lugar y así fue… pero murió con dignidad y eso es lo único que no se le puede negar a una persona antes de morir: dignidad”.

Más de un mes después, el 22 de mrazo, Rafael Lacava, gobernador de Carabobo, fue operado de emergencia en la CHET, huelgan las palabras.

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