“Siento que hay chamos que si dejan de nadar se van por mal camino”

Hilario Cruz, entrenador de natación, trabaja en el rescate de una piscina ubicada en San Agustín del Norte, reinserta en el sistema escolar a chamos desertores y está en miras de crear una escuela de emprendedores.

Mabel Sarmiento Garmendia/@mabelsarmiento

Caracas. Una piscina y un puñado de voluntad. Es lo que sobra en el sector La Yerbera de la parroquia San Agustín del Norte. Hace 20 años que la piscina, ubicada en medio de dos torres residenciales, no funcionaba. El Sebin, antes la Disip, tenía ese espacio para el entrenamiento de los oficiales. Pero a la vuelta de los años abandonaron el agua.

Luego en las instalaciones, específicamente arriba de los vestidores, hicieron una habitación para los médicos de Barrio Adentro, cuarto que también funcionaba como dispensario.

El resto de las instalaciones, al dárseles otro uso, comenzaron a deteriorarse y como consecuencia, fueron abandonadas incluso por la misma comunidad.

Por eso la piscina, de categoría olímpica, salió de circuito de entrenamiento en Caracas. “El club La Yerbera más nunca participó en competencias, los grandes atletas se disgregaron y no practicaron más. Pero ahora nosotros nos trazamos un proyecto de vida para rescatarla”, dijo Hilario Cruz, entrenador.

Hará un par de años que la actual directora de la piscina pidió los espacios en comodato al Sebin, permiso que tiene una duración hasta el 2029.

Desde entonces cuatro entrenadores asumieron el compromiso de darle vida y más en una zona donde la violencia y los antivalores están a la vuelta de la esquina.

“Afortunadamente la estructura está bien, a pesar del desgaste y el olvido. No hay regaderas pues fueron eliminadas, así como un montón de cosas más, como las lámparas. Hay que hacerle una cantidad de reconstrucciones y en eso estamos trabajando ahorita. Pero no quiero separarme de este proyecto, pues siento que hay chamos que si dejan de nadar se van por mal camino”, contó Cruz.

La piscina, que mide 50 metros de ancho, 22 de largo y carga 3 millones 860 litros de agua, en 2015 estuvo activa. Cerca de 700 muchachos de La Yerbera y de los barrios de San Agustín se dieron cita en los entrenamientos.

“Pero el mantenimiento no es nada fácil. No conseguimos el tricloro al 90% que se requiere para el saneamiento del agua. Se dejó de producir en el país, pues la única fábrica que lo hacía la expropiaron en 2007. Ahora tenemos que usar el líquido de 6% que no da suficiente protección. Pero lo hacemos en altas concentraciones para poder mantener abierta la piscina. Por lo menos hasta diciembre lo hicimos. Este año no hemos podido arrancar por la falta de los químicos”, dijo.

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De 220 niños y adolescentes que entrenó Hilario, 60 son desertores del sistema educativo

Esto mantiene cesante a cerca de 700 muchachos que están inscritos en la escuela de natación. A ellos no se les cobra nada.

“Y si supieras que aquí hay muchachos de los barrios que llegan sucios y descalzos, se meten en las duchas y luego a la piscina. Nadan tres kilómetros y luego se van. Pero por lo menos los tenemos un rato aquí y no haciendo cosas malas en la calle. Y de eso se trata este proyecto de hacer algo bueno por la comunidad, y no solo la de San Agustín, porque aquí nadan desde Caricuao hasta La Pastora”, señaló.

Pero no todo lo que brilla es oro. Así como hay gente que les colabora (los que ayudan con la limpieza, la señora que riega las matas, la que le da comida a los dos perros guardianes), hay otros que -según contó Cruz- son malos y perjudican el proyecto. “Lanzan cosas para ensuciar el agua, pero así tengamos que limpiar la piscina 20 veces al día, lo haremos porque estamos ganados con su recuperación”.

Pero no solo las clases de natación son el icerberg de este programa. Hay varios proyectos sociales que van de la mano, la mayoría vinculados con los menores en situación vulnerable.

Citó que por ejemplo en 2015 con él nadaron 220 chamos y de esos 60 no están escolarizados por distintas cuestiones, bien porque las mamás los sacaban del liceo para que trabajaran, porque no tiene padres y viven en  familias disfuncionales o simplemente porque no querían ir a clases.

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Como no tienen el tricloro para sanear el agua, compran el líquido para poder seguir con las clases a los chamos más vulnerables

“Entonces nosotros desarrollamos un plan de inserción escolar. De los 60 escolarizamos a cuatro. No es fácil, pero si se rescata a uno eso es un gran paso”, comentó.

A la par están ideando un programa para el ingreso laboral y, en la parte de capacitación, presentaron el primer Diplomado en Natación a la Universidad Simón Rodríguez y para la comunidad están pensando hacer una escuela de emprendimientos.

En la actualidad son tres entrenadores, incluyendo a Cruz, más la directora. Ellos se bandean con donaciones, pues de organismos  gubernamentales como el Instituto Nacional de Deportes (IND) no reciben dinero alguno. “De hecho Daniel Mata, director de Instalaciones Deportivas, nos dijo que no tenía dinero para los químicos. Solo estamos recibiendo apoyo logístico y son muy puntuales”.

Para que arranque la piscina formalmente necesitan más de 1.500 litros de cloro e invertir cerca de 30.000 cada mes. Pero hay una solución que puede cortarle los costos y garantizarle más seguridad al agua: por lo menos dos bombonas de gas cloro. “Si alguien nos las dona sería buenísimo”.

Fotos: Cristian Hernández


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