Sin dogmas, persecución ni exclusión se dio la transición española hace 40 años

ley de prensa

El embajador de España en Venezuela, Jesús Silva Fernández, ofreció a Crónica.Uno una visión retrospectiva del proceso de transición política que hizo su país desde la dictadura de Francisco Franco hacia la democracia. Sin caer en comparaciones odiosas, el relato de Silva permite poner en perspectiva la crisis política venezolana y el rol de sus actores. “La transición española a la democracia se hizo sin excluir a nadie”, enfatizó.

Caracas. En noviembre de 1975 murió Francisco Franco, el ganador de la Guerra Civil Española que se convirtió en dictador y sometió a España por 36 años. En su gobierno, el sector militar tuvo un rol principalísimo. En contraprestación, la Fuerza Armada lo admiraba, respetaba y acompañaba incluso los atropellos del régimen contra los derechos humanos.

Tras su muerte, los partidos de la oposición, la ciudadanía y el rey Juan Carlos –designado como su sucesor por el propio Franco– vieron una oportunidad para abrirse a la democracia.

Entre la muerte del dictador y la aprobación de una nueva Constitución democrática, en 1979, se sucedieron negociaciones públicas y privadas, acuerdos políticos controversiales, reformas sometidas a referendo y amnistía para los opositores a Franco considerados presos políticos.

Desde la aprobación de aquella Constitución y el primer gobierno no franquista electo por voto universal y secreto, en 1982, los españoles sufrieron ataques terroristas, un golpe de Estado fallido y un reacomodo de los partidos políticos. El proceso no fue sencillo, pero la determinación de los actores permitió avanzar.

40 años más tarde, España es una democracia sólida, con alternancia en el poder, instituciones creíbles y crecimiento económico, que como cualquier democracia enfrenta retos, expresados principalmente en el resurgimiento de movimientos extremistas, la corrupción política y la repartición de la riqueza.

El pasado 23 de noviembre, en el Diplomado sobre Transiciones Políticas dictado por el Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la UCAB, en Caracas, el embajador de España en Venezuela, Jesús Silva Fernández, concedió unos minutos a Crónica.Uno para ofrecer su punto de vista sobre el proceso de la transición a la democracia en su país.

Transición y amnistía

¿Cómo hizo el gobierno español durante la transición y consolidación de la democracia para borrar la impronta que sin duda Francisco Franco le imprimió a la Fuerza Armada Española? ¿Cómo lograron que los españoles volvieran a confiar plenamente en esa Fuerza Armada que los había oprimido?

—Parte de la esencia de la transición española es que no había un objetivo revisionista. No era un objetivo erradicar la esencia del franquismo, ni siquiera en el sector militar sino simplemente intentar evolucionar. Entonces en el Ejército no se hizo ninguna limpieza. No se hizo ninguna política de erradicar, sancionar o apartar a gente que hubiera tenido una forma de pensar más próxima al franquismo. Se intentó hacer evolucionar al Ejército, convertirlo en un Ejército más profesional, más alejado de la política y centrado en su actividad militar. Eso fue muy difícil porque ese Ejército se consideraba heredero del Ejército victorioso que había ganado una guerra y que no tenía por qué renunciar a su victoria ni admitir un revanchismo o un revisionismo de lo que ellos consideraban legítimamente conseguido. Se actuó con mucha mano izquierda, mucha paciencia y mucha moderación, pero no se hizo ninguna política de limpieza ni de revisionismo.

La amnistía fue una de las medidas que adoptó el presidente Adolfo Suárez en 1977. Entiendo que esa amnistía facilitó la integración del franquismo a la transición, pero también dejó crímenes impunes, ¿cómo lidió el pueblo español con esas cicatrices?

—La amnistía se dictó hacia los opositores, no tanto hacia el franquismo. Era para todos aquellos opositores presos o condenados por su actividad política, incluyendo algunos que tenían actividad próxima a la ETA y grupos terroristas. La amnistía trató de integrar a todos dentro de la nueva realidad democrática; permitió el retorno de los exiliados que llevaban muchos años fuera. Fue una posición generosa hacia los vencidos, hacia los opositores y a partir de ahí se comenzó a construir de nuevo sin ninguna revisión del pasado. Luego, en procesos mucho más distanciados en el tiempo, ha habido procesos de reparación histórica y otras iniciativas en los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez. Esos gobiernos han tenido gestos hacia las personas que se consideran víctimas del franquismo. La idea de la transición es empezar de cero y mirar hacia el futuro y luego, con el paso del tiempo, con más distancia y una democracia más consolidada, entonces revisar.

Le agradezco la precisión sobre el alcance de la amnistía. Aunque no es mi intención ponerlo a hablar del caso venezolano, usted comprende que este tema de la amnistía es sensible en Venezuela…

—En España no hubo una sustitución de un régimen por otro, sino que fue una evolución del régimen. Allí, naturalmente se fueron apartando los que habían tenido un protagonismo político en el franquismo y se fue incorporando a gente nueva, pero no se excluyó a nadie.

Partidos y economía
transiciones politicas
Jesús Silva advierte que la sociedad española vio el tránsito a la democracia como el paso de evolución política natural. Foto cortesía prensa Embajada España

A diferencia de otros procesos de transición, como el polaco o el alemán, la crisis económica no parece haber jugado un rol protagonista en la transición de España.

A mediados de los años cincuenta, Franco adoptó un amplio proceso de reformas que permitió a la sociedad española superar la trágica situación en la que quedó tras la guerra civil.

Aunque en 1975, la situación económica era abismalmente mejor que en 1939, en los días de la muerte de Franco el país atravesaba una crisis de ingresos.

¿Por qué cree usted que la mayoría española no sintió la necesidad de continuar con el modelo franquista, si en términos económicos y pese a la crisis de mediados de los setenta, su modelo los había ayudado a estar mejor? ¿En el caso español lo económico no fue un elemento definitivo para la transición?

—Lo uno no es indisoluble de lo otro. La Guerra Civil Española fue el punto más bajo de nuestra crisis moral, política, social y económica. Un país destruido que a partir de ahí se fue reconstruyendo. Es muy difícil disociar una cosa de la otra. Es decir, la evolución económica produce un desarrollo social y al final el desarrollo social exige un desarrollo político también. La situación natural y normal de la vida en sociedad es la democracia, donde la gente tiene el derecho y la obligación de elegir a sus gobernantes y donde las personas tienen una serie de derechos que tienen que ser respetadas por todo el mundo, comenzando por los gobernantes. Desde ese punto de vista lo que hizo España fue normalizar su situación.

El Partido Comunista de España (PCE) tuvo un rol importante en el impulso del proceso de transición, pero luego, cuando se hicieron las primeras elecciones democráticas, quedaron relegados, ¿a qué cree usted que se debió eso?

—Hay dos cosas. Por un lado, el PCE era una organización muy estructurada, muy organizada, que seguramente contaba con personalidades que luego se fueron separando porque quizá tenían en común su lucha contra el régimen franquista, pero no tanto la ideología comunista. Y por el otro lado, la propia sociedad española impuso una visión moderada y la ideología comunista, en ese momento, no respondía a aquello con lo que se identificaba mayoritariamente la población, que quería una visión más moderada de la política y las ideologías.

Ya vimos que no fue lo económico lo determinante en el proceso de transición, ¿fue la unidad de la oposición, la gente protestando en la calle? En su opinión, ¿qué fue lo más determinante para que avanzara exitosamente la transición?

–Yo creo que, y eso sí es una experiencia aplicable a Venezuela, al final el que quita y da razones es el pueblo, el ciudadano y las elecciones. La posibilidad de que todos los partidos se presentaran a las elecciones y de que unos fracasaran y otros triunfaran le dio un papel a cada partido. Los partidos que se convirtieron en minoritarios eran conscientes de que compitiendo por un mismo espacio político tenía más sentido adherirse a la fuerza mayoritaria y consolidar un proyecto único. Y eso en algún momento tendrá que ser el caso en Venezuela, seguramente. La proliferación de partidos de oposición es resultado del tiempo en que no han tenido posibilidad de competir entre sí para ver quién tiene más respaldo del electorado. Cuando hay elecciones libres, transparentes y con igualdad de oportunidad, son los electores quienes deciden cuántos partidos tiene que haber, cuál es el mayoritario y ese es el que tiene más derecho a hablar. Ahora mismo aquí hay partidos que tienen todos el mismo derecho a decidir en el ámbito de la oposición porque no ha habido competencia entre ellos.

Disidentes y prensa

El 18 de noviembre de 1976 el gobierno de Adolfo Suárez logró que el congreso español (franquista) aprobara su proyecto de Ley para la Reforma Política. Un instrumento de cinco artículos que básicamente contenía el fin del franquismo. Ese acto de votación de los franquistas a favor de la disolución de su modelo se ha llamado el harakiri franquista. Ese instrumento fue luego sometido a referendo popular y aprobado también.

¿Por qué cree usted que si dentro del franquismo hubo la conciencia de que era necesario hacer un cambio al punto de que los congresistas aprobaron la reforma política, estos no se expresaron antes?

–Esos sectores estaban de acuerdo con Franco, eran herederos del franquismo sociológico, ellos mismos o sus padres o sus familias habían participado en la guerra civil del bando franquista y estaban de acuerdo con ese proceso. Pero ellos se daban cuenta de que una vez concluido el período de la dictadura con el dictador vivo, ese modelo sin el dictador no tenía continuidad o no se correspondía con el momento de la evolución. En los últimos años del franquismo empezó a haber tensiones y síntomas de que el régimen comenzaba a agrietarse: empezó la ETA, las tensiones sociales, las protestas estudiantiles, las protestas sindicales. Había una creciente sensación de que era necesario cambiar el régimen, que ya no servía para los nuevos tiempos. Creo que los propios franquistas se daban cuenta de que prolongar un régimen agonizante no tenía sentido porque el final podría ser mucho peor para ellos, era mejor adaptarlo y dejarlo evolucionar de una forma moderada, razonable y progresiva.

¿Hubo voces disidentes de los altos cargos del gobierno de Franco antes de su muerte?

—Minoritariamente, pero sí. Hubo dos fases en el franquismo. En un ambiente de polarización extrema hubo que tomar bandos, gente que optó por el franquismo y gente que optó por la República. Un sector del franquismo sociológico se fue separando de Franco porque consideraban que la opción del futuro era una democracia con partidos políticos. El primer grupo fue el sector monárquico en torno a la figura de don Juan de Borbón, el conde de Barcelona, padre del rey Juan Carlos. Ese sector se distanció del franquismo y propugnó una evolución hacia la democracia. Eso sucedió de forma creciente y en los últimos años hubo gente del sector empresarial, de los medios que claramente se identificó con una evolución hacia la democracia y se distanció de la visión más retrógrada y conservadora del franquismo.

¿Hasta qué punto la Ley de Prensa aprobada en 1966 ayudó a la sociedad española a estar más abierta para aceptar y respaldar la transición a la democracia que iniciaría nueve años más tarde?

—La transición no es un fenómeno aislado que surge de la nada y se desvanece, sino que tiene unos orígenes y consecuencias. Todo ese proceso de modernización y reformas en la sociedad española durante los años sesenta y setenta son el germen que da lugar al proceso de transición que concluye en la democracia española. En el ámbito de la prensa eso también sucede. Cuando se aprueba la Ley de Prensa, que vista con la perspectiva de hoy sería una ley muy restrictiva, se ofreció un avance, un pequeño margen a la prensa para hacer algo más. Dio lugar a periodistas más conscientes de su rol como periodistas, de objetividad, de profesionalidad, de servicio al ciudadano para informar. Toda esa deontología profesional generó más periodistas más preparados para jugar un papel muy importante en la transición.

Perfil

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El embajador Silva Fernández llegó a Venezuela en 2017. Foto cortesía prensa Embajada España

Jesús Silva Fernández es funcionario diplomático de carrera en el servicio exterior en España desde 1989. Su experiencia como cónsul y embajador ha sido principalmente en el Caribe (Jamaica, Bahamas, Antigua, Barbuda, Santa Lucía y San Cristóbal y Nieves), pero también ha representado a su país en Panamá, Argentina y Alemania.

Nació en 1962 y es abogado de la Universidad Complutense de Madrid, está casado y tiene tres hijos.

Fue asignado a Venezuela el 10 de marzo de 2017, a 20 días de que estallaran las protestas contra las sentencias del TSJ que anularon las competencias de la Asamblea Nacional y que dejaron un saldo de violencia y muerte, hoy en manos de la Corte Penal Internacional.

El 25 de enero de 2018, la cancillería de Maduro dirigida por Jorge Arreaza, ordenó la expulsión de Silva del país, en respuesta a las posturas críticas del gobierno de Mariano Rajoy contra el gobierno venezolano y su apoyo a las sanciones contra funcionarios maduristas.

Tres meses después, el 23 de abril de 2018, Silva volvió a sus funciones en Caracas. Desde entonces, el embajador ha respaldado con su presencia distintos actos de la Asamblea Nacional, presidida el año pasado por Omar Barboza y este año por Juan Guaidó. A la par, su país ha reconocido a Guaidó como presidente interino de Venezuela.


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