A pesar de que algunos sectores desean una solución rápida a la crisis venezolana, las propias características del conflicto político, y los actores que juegan un rol dentro de este, hacen más factible la posibilidad de una solución negociada a través de un diálogo que permita lograr la transición en el Gobierno.
Caracas. “Todas las opciones están sobre la mesa”. Esa es una frase que ha sido repetida no solo por representantes del Gobierno de Estados Unidos, sino también por la dirigencia de la oposición, la cual pudiera entenderse como la posibilidad del uso de la fuerza para solventar el conflicto interno venezolano. Sin embargo, la misma frase señala la posibilidad de la existencia de otra vía, una que pudiera ser pacífica: la negociación y el diálogo, alternativa que pareciera ser inevitable en el escenario actual.
Un diálogo o negociación para romper el presunto estancamiento que se observa en la crisis venezolana pudiera ser la salida más viable para un conflicto, esto pese a la negativa de diversos sectores –principalmente opositores– a sentarse a hablar, al menos así lo creen estudiosos del tema como Benigno Alarcón o Miguel Martínez Meucci.
Se trata de una alternativa que no es bien vista por algunos sectores de la oposición, cuya cabeza más visible es la de Juan Guaidó, pero no por eso se trata de algo que debe descartarse. Algunos hechos recientes demuestran que, en efecto, acercamientos entre la oposición y el chavismo se han venido dando sin mucho ruido.
Mientras trasciende a la opinión pública información sobre una reunión entre representantes de Guaidó y Maduro en Noruega, lo cual sería el primer intento de diálogo desde la crisis política que se desató el 23 de enero de 2019, lo cierto es que aún la palabra “diálogo” sigue teniendo matices negativos debido a experiencias y fracasos previos de iniciativas similares, como la ocurrida en República Dominicana en 2017.
Reiteramos la información que oficializa nuestro partido y queremos aclarar que nos enteramos de esta iniciativa una vez ya era pública. https://t.co/U2urqRFjPS
— Julio Borges (@JulioBorges) 15 de mayo de 2019
Pero, más allá de la información que salga desde Oslo y de los tuits y mensajes encriptados emitidos por personeros como Nicolás Maduro o Diosdado Cabello, hechos más concretos apuntan a que se han estado haciendo negociaciones, aunque no siempre con la dirigencia o la cúpula del poder chavista.
“No hay camino para la paz, La Paz es el camino” M. Ghandi. Por eso, siempre apostaremos al diálogo!
— Jorge Rodríguez (@jorgerpsuv) 16 de mayo de 2019
Mientras se debate en la opinión pública acerca de las conversaciones entre Jorge Rodríguez, ministro de Maduro, y Héctor Rodríguez, gobernador del estado Miranda, como representantes del chavismo, y Gerardo Blyde, Stalin González (diputado de la AN) y Fernando Martínez Mottola, por la oposición, ya han ocurrido en el país hechos que indican que sí hubo ya conversaciones de acercamiento.
En paralelo algunos hechos, como la rebelión cívico militar del 30 de abril, cuando efectivos militares y el propio director del Sebin, se sublevaron al Gobierno de Nicolás Maduro, parecen indicar que “todas las opciones están sobre la mesa”.
Negociación o uso de la fuerza
La principal contrapropuesta a un proceso de diálogo y negociación entre en la dirigencia política del país es el uso de la fuerza: abiertamente un golpe de Estado o una intervención extranjera –que desde algunos sectores se invoca empleando el artículo 187 de la Constitución–. Pero muchos dudan del éxito que pudiera tener una iniciativa de este tipo.
Benigno Alarcón, politólogo y estudioso del tema de la transición en sistemas políticos, lo dice de una forma más directa: “Casi nunca un golpe de Estado lleva a una transición democrática”.
El también director Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello, asegura que es muy raro que un sector que esté dispuesto a arriesgar su vida y su libertad en una intentona golpista, también vea con buenos ojos el entregar el poder a civiles para permitir una transición pacífica.
En estos casos terminas teniendo escenarios como el de Egipto donde los militares dieron un golpe, llamaron a una elección y poco tiempo después dieron otro golpe y se quedaron con el poder. Otro escenario fue el de Zimbabue, allí se le dio un golpe a Mugabe y se colocó a alguien que había sido del gobierno, pero los militares siguen gobernando detrás de esos”, explica.
En síntesis, Alarcón indica: “En los escenarios de violencia puedes terminar con una transición o con algo aún peor que lo que tenías”. A su juicio “toda esta presión que se está generando debe servir al final del día para obligar a una salida negociada” .
¿Qué significa una negociación y con quién se haría?
La historia reciente de Venezuela ha mostrado ejemplos de diálogo con representantes de alto nivel de ambos bandos, esto de forma pública para tratar de estabilizar la crisis política, el caso más reciente fue el del diálogo en República Dominicana en el que participaron figuras de gran proyección y que representaban a la máxima dirección de ambos sectores.
Ahora bien, una negociación no necesariamente debe incluir a representantes del alto chavismo, es decir del propio Nicolás Maduro, pues si lo que se busca es un cambio de Gobierno, esto se puede lograr con otros factores.
Ese es otro punto que resalta Alarcón al hablar de una eventual negociación, que “el diálogo muchas veces no se produce con quien uno cree”, mucho más para definir el destino de un gobierno de Nicolás Maduro, quien no llegó al poder ni se mantiene en él por liderazgo propio, sino por un grupo de personas y una base que lo “sostiene”.
Maduro no está ahí (en Miraflores) por sus propios poderes, hay una base que lo está sustentando y básicamente que Maduro permanezca en el poder o no, depende de esa base que lo sostiene, no de él. Entre Maduro y su base de sustentación hay gente, instituciones, FANB, policía, bolichicos, todo lo que quieras, y básicamente en un gobierno que no tiene apoyo político, su base de sustentación está en torno al aparato represivo: policías, jueces y militares”, indica.
Precisamente por esto, no sería descabellado pensar que contrario a una negociación directa con representantes de Maduro, se podría ir tras su base, aquellos que lo mantienen en el poder y que garantizan hasta cierto punto –como señala Alarcón– el precario statu quo entre los bandos políticos del Gobierno.
Si se genera una negociación con la base que mantiene a Maduro, existe un sector que no puede ser excluido de tal proceso, un sector al que Guaidó ha hecho llamados desde que asumió las competencias de la presidencia de la República el pasado 23 de enero: el sector militar.
El rol de los militares
En el escenario actual, en el que el sector militar se encuentra menos institucionalizado y que controla cada vez más sectores a través de los cargos y concesiones que Nicolás Maduro le ha otorgado, es poco probable que un diálogo o negociación tenga éxito sin la presencia de representantes de las Fuerzas Armadas.
El profesor de Estudios Políticos de la Universidad Austral de Chile y doctor en conflicto político y procesos de pacificación, Miguel Ángel Martínez Meucci, considera que sin este sector no se puede tener un diálogo que verdaderamente sirva para encauzar las fuerzas de la lucha política a una solución real.
Él destaca que, en casos como el venezolano, en el que las instituciones democráticas ya no son una vía para dirimir la conflictividad social y política, este proceso se hace con el uso de la fuerza y ahí son los militares los que “tienen siempre la última palabra”.
Si finalmente se va a producir una solución negociada, esta deberá pasar por los militares. No obstante, lo que complica tremendamente el asunto es que Venezuela no cuenta ya con una fuerza armada institucional, con una organización jerarquizada y subordinada, sino que se ha copiado el modelo castrista, por el cual la organización militar se ha achatado, se ha ensanchado el estrato dirigente y se ha apoderado de las funciones neurálgicas del Estado, aprovechándolo para el expolio de la nación”, señala.
Martínez Meucci también explica que existe un sistema de incentivos que pueden aplicarse para que, en un hipotético proceso de negociación, los militares apoyaran un cambio político. Sin embargo, el grado de vinculación de los uniformados con hechos delictivos hace que estas ofertas “solo puedan ser más negativas que positivas” y añade que esto resulta en un “dilema” para quienes los ofrezcan, porque se complica el hallar un balance entre ambos tipos de incentivos o garantías.
“Si los incentivos positivos suben demasiado, corremos el riesgo de hacer una negociación que simplemente le lave la cara a quienes ya manejan el statu quo; si realmente no estamos dispuestos a incrementar los incentivos negativos, es posible que no se alcance un acuerdo negociado; y si aceptamos la necesidad de aumentar los incentivos negativos, dependemos entonces de la disposición real de los aliados foráneos para actuar en ese sentido”, explica.
No es solo un cambio de cara en Miraflores
Una negociación o diálogo girará en torno a una idea central: el cambio de gobierno, pero Martínez Meucci opina que existen otras cosas que también deben ser consideradas al momento de que las partes se sienten a hablar.
“Todo lo que no sea un cambio, no de gobierno, sino de régimen político (o sea, el paso de un régimen autocrático a uno democrático) significa un mantenimiento del statu quo. En mi opinión, la única manera, no solo de encauzar la conflictividad política, sino de atender la crisis humanitaria y estructural, es que se produzca una genuina transferencia en el control del Estado”, afirma el académico.
Explica que no se debe pensar en un simple cambio de gobierno, sino en la transformación completa del Estado venezolano, ya que “la cúpula que lo ha controlado durante los últimos 20 años lo ha transformado profundamente, disolviendo su carácter democrático y convirtiéndolo en una mera máquina de expolio indiscriminado”, algo que, a su juicio, no se puede solventar si las políticas del Gobierno “no pasan a manos de actores sustancialmente distintos”.
“De ahí que la negociación sea tan complicada”, añade.
Martínez Meucci también pone un tercer punto sobre la mesa: la atención de la crisis humanitaria, pero dice que esta, junto al cambio de gobierno y la transformación del Estado, deben ocurrir de forma simultánea y con otras personas frente al Gobierno venezolano.
Nada podrá hacerse si en primera instancia no hay un cambio en la coalición de poder que maneja el Estado”, complementa.
Transición negociada, ¿cómo se vería?
Benigno Alarcón asegura que hoy en día Venezuela se mantiene en un statu quo, una correlación de fuerzas en pugna en el que Maduro aún permanece en el poder. “Está ahí, aunque esté en un equilibrio precario”, dice. Ese factor, junto con la realidad política del país hace que él considere que, en el supuesto que se logre negociar o acordar una transición, esta no sería una transición plena ni rápida.
“No se puede pretender una transición rápida cuando se tienen tantos años metidos en este tema. Y no es solo por los años, sino por todo el poder que se acumuló en este tiempo. Hay una élite político-militar que tiene un enorme poder económico que, aunque no tengan una base de apoyo político, manejan instituciones, gobernaciones y alcaldías. Son un poder político real”, señala.
Alarcón argumenta que en el país aún existe un 25 % de la población que se considera chavista, y dice que es un sector que, aunque adversa a Maduro, es leal a la figura que representó Hugo Chávez, por lo que es posible que, durante un período de transición, el gobierno que asuma el control del país tendrá que saber convivir con ella y con factores casados con la idea del revanchismo.
“El revanchismo va a ser uno de los principales retos de gobernabilidad. La mayoría de los procesos de transición se han perdido por eso. Parte de las demandas que entran a un sistema tras un cambio político tienen que ver con justicia, con devuélveme lo mío, con botar a los de la administración pública para colocar a los nuestros, cerrar las empresas de quienes montaron empresas con el gobierno. Eso en buena medida termina entorpeciendo todo el proceso de una transición política”, comenta.
Para él, manejar las diferentes facciones y saber mantener las garantías e incentivos que se ofrezcan a ciertos grupos durante un posible proceso de negociación será fundamental para lograr la transición política en Venezuela, algo que dice pudiera llevarnos a una “transición tutelada”, escenario que para él es hoy en día el más factible sobre una transición plena, único escenario que él aseguró descartar.
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