Urgen campañas educativas para evitar estigma, rechazo y discriminación por COVID-19

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La vivencia de un residente de la parroquia Coche antes, durante y después de someterse a una prueba para determinar si tenía el coronavirus lo motiva a solicitar campañas educativas para evitar el estigma, el rechazo y la discriminación a personas afectadas por esa enfermedad.

Caracas. A mediados de junio en la parroquia Coche, al sur del municipio Libertador, se conocieron los primeros casos del COVID-19. El anuncio de la vicepresidenta Delcy Rodríguez trajo consigo la aplicación de pruebas rápidas para detectar la enfermedad.

Estas jornadas se comenzaron a realizar bajo la coordinación de representantes de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap). El trato que esas personas dieron a sus vecinos con resultados positivos en sus pruebas rápidas no fue el idóneo.

Uno de los afectados —lo llamaremos el Portu para salvaguardar su integridad— cuenta que salió positivo en la prueba rápida y negativo en el estudio confirmatorio o PCR. No quería practicarse la prueba porque se sentía bien, a la vez lo asustaba su antecedente de afección pulmonar desde hace 25 años, pero accedió por la presión vecinal.

El resultado de la prueba rápida fue positivo, se le indicó que fuese a buscar ropa y artículos de higiene personal porque sería trasladado a otro sitio a cumplir la cuarentena.

Pasadas cinco horas desde la prueba rápida, los miembros del Clap, sin ningún tipo de bioseguridad ni control, trasladaron a los pacientes a un hotel en Sabana Grande.

Al Portu le correspondió una habitación solo para él. En cambio, pese al llamado al distanciamiento, en muchos casos asignaban una habitación para dos personas provenientes de distintas zonas para dormir en el mismo cuarto y usar el mismo baño.

Metieron a un señor que vive en El Valle junto con un muchachito de unos 20 años, y cuando nos dieron el resultado ese señor resultó negativo, pero el muchacho salió positivo, y entonces de qué sirvió la cuarentena para ese señor.

Los 10 días que estuvo allí no presentó síntomas. En el desayuno y cena les daban pan con mortadela, en el almuerzo recibían dos piezas enteras de pollo. Sus familiares les llevaban artículos de limpieza para mantener el cuarto limpio.

Los militares se encargaban de limpiar el pasillo por las mañanas y durante la noche, pero la limpieza del cuarto era responsabilidad de cada ocupante.

A los tres días de su llegada, al Portu le tomaron la muestra para la prueba PCR. Recibió buena atención del personal de salud. El resultado lo recibió siete días después. “Fue cuando me dieron mi alta y me regresaron a mi hogar con mi esposa”.

Al regresar a casa, el Portu se encontró con vecinos que evitaron saludarlo.

Otros me preguntaban por qué nos habían regresado. El peor trato lo recibí de mis vecinos que son del Clap, hasta les mostré mi hoja de alta para que así como divulgaron que estaba positivo, también dijeran y mostraran que no tenía nada y estaba de alta médica, pero ya han pasado dos semanas y hasta ahora no han hecho nada.

Atención precaria

Otra vecina, a quien llamaremos Karelia, resultó positivo en la prueba rápida. Fue trasladada al Centro Diagnóstico Integral Villegas de Coche y al día siguiente al Hospital Universitario de Caracas, en este último permaneció 16 horas. Decidió regresar a su casa porque no recibió ningún tipo de alimentación.

El día siguiente de haber retornado a su hogar, los representantes del Clap llamaron a la Guardia Nacional, quienes bajo presión convencieron a Karelia para que regresara al Hospital Clínico. En su comunidad no saben nada de ella porque no tiene familiares.

Cada día suben las estadísticas de infectados con COVID-19. En El Valle y Coche impera el miedo al contagio con esta enfermedad, al no encontrar la adecuada atención en los centros de salud y al rechazo y la discriminación por parte de vecinos.

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Con información de cronista popular Edward Ocariz | @Ocariz_ed

Foto principal: Luis Morillo


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