La Iglesia católica aprovecha las redes sociales y grupos de WhatsApp para llevar la palabra de Dios a los hogares zulianos en medio de la cuarentena, aunque las fallas eléctricas y de conectividad siguen siendo una barrera. Las comunidades añoran reencontrarse con su patrona, la Virgen de Chiquinquirá.

Maracaibo. La cuarentena estricta obligatoria mantiene a Maracaibo desolada. El bullicio típico del centro de la ciudad, escenario viviente de la fe por la Chinita, está en pausa. La basílica de Nuestra Señora de la Chiquinquirá, como todos los templos, también cerró sus puertas.

“Es el vacío más grande que la pandemia me ha hecho sentir, no ver a la Chinita”, dice Luisa Ortega, una joven estudiante de Contaduría Pública.

Los obispos de la Provincia Eclesiástica de Maracaibo, formada por las diócesis de Cabimas, El Vigía-San Carlos del Zulia, Machiques y la Arquidiócesis de Maracaibo, informaron en un comunicado su decisión de mantener los templos cerrados, celebrar la eucaristía a puertas cerradas. No pueden realizar ningún acto religioso con presencia de fieles debido al incremento de casos de COVID-19, tal como ocurre en todas las iglesias en el país.

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La redes sociales han sido de gran ayuda tanto para la Iglesia como para la feligresía. Foto: José Núñez

Ortega visitaba el templo todos los domingos con su familia. Cuenta que su abuela, María Chiquinquirá, la acompañaba siempre vestida de blanco y con su velo en el rostro. Ahora hacen un rosario en casa y se conectan a Instagram para participar en la misa. Reconoce que llevar la fe sin una guía espiritual es difícil.

Para mí esto ha significado un cambio drástico, porque, aunque los domingos eran especiales, durante la semana tenía un acercamiento personal. Antes de ir a la universidad entraba rapidito a encomendarme a la Chinita. Extraño la paz de aquellos días, no me puedo adaptar a esta nueva realidad de la que todos hablan, expresa.

La Iglesia se instaló en los hogares como un aliciente frente a la muerte, el desempleo, la migración y el hambre debido a la pandemia, una cruz que se ha hecho más pesada para el Zulia por las carencias provocadas por los apagones de 2019. La feligresía se ha adaptado a la nueva realidad en la que la tecnología es la herramienta principal para cobijarse en la oración.

Grupos de WhatsApp, transmisiones por Instagram, cadenas de oración, testimonios, funerales y hasta acompañamiento espiritual a venezolanos en el extranjero son algunas de las actividades que los sacerdotes realizan de manera virtual.

Nelson Sandoval, misionero capuchino en la misión El Tukuko, indica: “El acompañamiento espiritual es una necesidad de la gente que hoy no puede ir a la iglesia. Entonces lo vemos como una buena herramienta para hacer nuestro trabajo pastoral”.

A las 6:00 de la tarde se conecta desde la Sierra de Perijá para celebrar la misa a través de las redes sociales. Reconoce que la audiencia no pasa de 20 personas, pero “la lista de peticiones es larga”: “Esto va mucho más allá. La gente me pide que rece por ellos, por su salud, por sus difuntos, tanto dentro como fuera del país”.

El fray reconoce que hay limitaciones, como las fallas eléctricas y la señal telefónica, por eso le ha tocado transmitir desde la casa de un vecino que tiene Internet satelital colombiano.

La gente necesita a sus pastores y sienten emoción cuando uno los atiende. Se sienten confortados, y eso me hace sentir buen pastor, porque, aunque sea por este medio, estamos garantizando al pueblo una asistencia espiritual que a veces no consiguen, asegura Sandoval.

Edward Andrade, párroco de la basílica de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, considera que el confinamiento ha acercado aún más la gente a Dios.

“La Iglesia católica ha buscado la manera de poder acompañar este acercamiento y el deseo de nuestros hermanos de acceder a Dios como siempre lo ha hecho”, indica.

No solo para él, sino para sus compañeros, las nuevas tecnologías han significado un reto que han asumido con “humildad y valentía”. Según su experiencia, los hogares zulianos están experimentando una profundización de la fe a través de la iglesia doméstica.

“En los hogares se ha incentivado la oración íntima y eso es una ganancia, porque, cuando Dios permita que podamos volver a la normalidad, si transitamos con fe y esperanza este valle de lágrimas, vamos a tener mayor fortaleza para poder volver a nuestros templos”, apunta.

La fe crece en los barrios de Maracaibo
El Zulia tiene ocho zonas pastorales. Todas continúan con sus actividades, apoyadas en grupos juveniles y de apostolado de laicos para seguir evangelizando, a pesar del confinamiento.

Robert Arámbulo, miembro de Emaús TV, una hermandad que sirve a la Iglesia católica, dice que desde que inició la cuarentena comenzó a apoyar a su parroquia en el área digital y asistiendo con las redes sociales.

Ahora todo se hace vía online. No todas las familias pueden conectarse a las redes, porque no tienen teléfonos inteligentes, pero se unen entre sí para participar en pequeños grupos y cumpliendo con las medidas de distanciamiento y uso de tapabocas. Por WhatsApp se reciben peticiones diarias, oramos, comparten sus testimonios y reciben la novena. Esto antes no se hacía en el barrio, ahora vemos comunidades más interesadas, presentes y receptivas. La espiritualidad ha crecido porque la gente está orando en casa. La fe ha crecido en los barrios, añade.

La atención a las comunidades es otra de las actividades que han reinventado. José Medrano, miembro de la hermandad, considera que la COVID-19 lejos de poner en pausa la fe cristiana le ha dado un impulso. Agrega que mantener el teléfono celular activo es imprescindible para continuar unidos, en formación y brindando guía a otros hermanos: “Lo importante es que no hemos perdido la esencia ni el trabajo”.

En la parroquia Santa Mariana de Jesús, del municipio San Francisco, el trabajo de estos jóvenes es inagotable en la entrega de medicamentos, comida y asistencia médica. De manera personal, todos los días José activa sus grupos de WhatsApp en cadena de oración. “A varios hermanos les ha dado COVID-19 y hemos tenido que orar el triple, hacemos rosario, la hora de la misericordia, y el sacerdote nos envía la palabra de Dios”, señala Medrano.

La Iglesia ayuda a paliar el hambre
Cáritas Venezuela es una de las organizaciones que no ha parado de trabajar en medio de la pandemia. Amarilis Ibarra, directora de Cáritas en el Zulia es tajante: “La Iglesia no se ha detenido, Cáritas jamás se puede detener y menos en este momento tan difícil”.

Cambiaron las actividades colectivas por el “casa a casa” y dan prioridad a la alimentación y al cuidado de la salud a través de sus 43 Cáritas parroquiales distribuidas en el Zulia.

Kits de higiene, de alimentos, escolares, acompañamiento psicosocial y psicológico a través de llamadas telefónicas, foros para educadores en tiempos de pandemia y la entrega de la olla solidaria son las actividades que se mantienen vigentes, apunta Ibarra.

La desnutrición en niños de cero a cinco años de edad sigue siendo su mayor preocupación: “Esta es una situación muy dura y me sorprende ver cuánta necesidad hay. Lo peor es que no sabemos cómo va a quedar toda esta gente después de la pandemia, porque hay tanta hambre que ha aumentado la desnutrición. ¿Cómo será después? Será un trabajo muy arduo”.

Ibarra asegura que los índices de desempleo en el Zulia agravan la situación económica de los hogares: “La gente está más preocupada por la alimentación que por el virus. Los que no tienen qué comer se ven obligados a salir para buscar algo. La gente dice que tiene mucha hambre”.

El cardenal Baltazar Porras, arzobispo de Mérida y administrador apostólico de Caracas,  desestima la petición de Nicolás Maduro de que las iglesias prestaran sus instalaciones para atender pacientes contagiados por coronavirus. “La Iglesia católica mantiene su posición de seguir ayudando a la población vulnerable en medio de la pandemia”, subraya.


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