Dos guayaneses explican lo que les ha tocado hacer para engañar el hambre, mientras las protestas por comida continúan: la caja del Clap no ha llegado ni siquiera porque es época de elecciones.

Ciudad Guayana. A veces, solo a veces, el hambre caldea los ánimos en Ciudad Guayana. Como ocurrió este lunes, cuando habitantes de los barrios Fronteras de Guaiparo, La Laguna y Angosturita cerraron la avenida Guayana, en San Félix, por una razón: desde hace meses no reciben la caja de comida de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap).

Pero eso es solo a veces. Otras, la mayoría, no es que haya parsimonia o indiferencia sino más bien resignación, porque muchos de los guayaneses sienten que protestar no va a servirles para nada: ya lo han hecho y nunca ha habido solución.

La protesta del lunes, por ejemplo, llevaba un lapso implícito: en esos barrios, la caja de comida que llevan los consejos comunales de Nicolás Maduro no les llega desde hace cuatro meses.

Hay otro factor en la merma de las protestas: como no se siente escuchada —ni “solucionada”— la gente entonces se dedica a buscar qué comer, a “resolver” el día.

Allí está Jairo González, un vigilante de Puerto Ordaz. Él y su esposa, por ejemplo, están ahora apelando a una estrategia: esquivar una y hasta dos comidas por día para que sus hijos sí puedan tener las tres.

A veces sacrificamos un día completo sin la comida de los adultos. Con todo y eso, ellos [los niños] pasan uno o dos días a la semana sin consumir alimentos. Todo por la situación económica del país, explica.

Para engañar al estómago, la pareja se “come” uno o dos cafés en la mañana hasta que llega la hora del almuerzo. Mi esposa y yo omitimos el desayuno con tazas de café. A mí, de una u otra manera, me disfraza el hambre hasta la hora del mediodía. Es la comida habitual. Si no hay café, hay que aguantar la necesidad hasta la hora de la comida.

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Calmar el hambre con harinas

Otros no se las apañan con café sino con harina. Yosmarlis Centeno, dueña de un quiosco, y su familia son ejemplo de ello: vive con sus dos hermanas y los hijos de todas ellas. Ocho niños en total.

Como el arroz no se consigue, han encontrado una manera simple de llenar el estómago: espagueti. En la mañana nosotras no desayunamos. A los niños les dan desayuno en la escuela. En la noche lo que hacemos es una cena general. Nosotras compramos un chorizo para cocinarlo como carne molida para las tres. En la noche compramos dos o tres panes y un pedacito para cada uno con café.

¿Alguna proteína? ¿Huevo, por ejemplo?

—No. Solo el pan con café. A veces compramos un trocito de queso cuando se consigue.

Ni modo: a los guayaneses también les ha tocado, como nunca, engañar el hambre en la misma ciudad en la que, este año, se han muerto por desnutrición más de 40 niños.

Foto: Cheche Díaz / Archivo


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