La cofradía de los Diablos Danzantes de Yare —la más grande del país, según sus mismos integrantes— celebra 160 años de tradición y este jueves 20 de junio festejó el Corpus Christi, no solo con misa, sino con una procesión que recorrió las calles centrales del pueblo de Yare, en Los Valles de Tuy.

San Francisco de Yare. No hay distinción en las edades, ni en las condiciones físicas. Todo aquel que pueda danzar y rendirle tributo al Santísimo puede ser un promesero. Un diablo bueno, diría el capataz Cruz Rivas.

Y esa es la máxima que se necesita para formar parte de la Cofradía de los Diablos Danzantes de Yare —la más grande del país, según sus mismos integrantes— que conmemora 160 años de tradición y este jueves 20 de junio celebró el Corpus Christi, no solo con misa, sino con una procesión que recorrió las calles centrales del pueblo de Yare, en los Valles de Tuy.

El sol fue implacable. Pegó de frente, comentaban los asistentes. Aún así, la gente aguantó de pie, trajeada de rojo y con máscaras de más de un metro en proporción.

La máscara de cuatro cachos solo la usa el capataz, el líder de la cofradía. El segundo de abordo usa tres y los promeseros una máscara con dos cachos. Estos abundaban en las afueras de la iglesia San Francisco de Padua, donde se ofició la misa para celebrar la sangre y el cuerpo de Cristo.

Arrodillados y con el rostro tapado, hombres y mujeres mostraban respeto al Santísimo.

Es el acto más sagrado para nosotros. La misa representa la remisión, dijo uno de los diablos que junto con su hijo cargaba una enorme y colorida imagen con dientes, púas y cachos.

diablada danzante
Foto: Gleybert Asencio

Desde el miércoles 19 la diablada está celebrando el Corpus Christi. Lo hace cada año, nueve jueves posteriores al Jueves Santo.

En Yare suman 2586. Este año se juramentaron 10, luego de ir en procesión mañanera al cementerio del pueblo para rendirle honor a los caídos.

La misa, que inició a las 10:00 a. m., la presidió monseñor Freddy Fuenmayor, obispo de la Diosecis de Los Teques y fue quien, en compañía de religiosos de Vargas y Barquisimeto, guiaron al son de los gritos y la danza de los diablos (bailaron de espaldas) la bendición de los altares de la Cruz de Mayo, dispuestos en las casas contiguas a la iglesia.

Nelly Muñoz estaba ahí, como promesera, con su falda, medias, zapatos y pañuelos rojos (las mujeres sus blusas blancas) esperando para enfilar con su mandadero (un paño fino del que cuelga una trenza hecha en cuero) a los diablos. “Les digo cuándo arrodillarse y cuándo rendir honores”.

En la procesión cada quien sabe su papel. El que baila, el que grita y el que se arrodilla.

Nelly también baila, y lo hace desde que su mamá hizo la promesa hace 20 años.

Estaba enferma de los riñones y ella le pidió al Santísimo para que me recuperara. Ella pidió y yo estoy pagando la promesa. Lo hago con gusto porque sané.

Los niños igual exhibían sus máscaras, y pedían bailar. Pero desde la puerta de la iglesia el capataz que juramentada a los nuevos promeseros decía que solo cuando hicieran la comunión y la confirmación podían oficialmente ser diablos buenos.

Foto: Gleybert Asencio
Las mujeres usan falda roja y blusa blanca. Foto: Gleybert Asencio

Las máscaras, las cruces de palma bendita, las maracas y los collares de madera y multicolores con la imagen del Santísimo son características del atuendo que se usa una vez al año.

Antes, dijo Juan Vicente Morgado, uno de los hacedores de máscaras más antiguos, los trajes eran de rayas.

Y durante una visita de Rómulo Gallegos, el historiador Juan Liscano propuso que fueran rojos pues se identificaban con los diablos, se pidieron 20 metros de tela y se hicieron 40 bragas. Desde entonces el color es todo rojo para los hombres y faldas con blusa blanca para las mujeres.

Pasado el mediodía los promeseros se fueron al tradicional sancocho que prepara la señora Irene Aparicio, desde hace casi 30 años.

Al terminar la procesión van al sector El Empedrado a tomar mondongo “bien resuelto”.

La señora Irene, junto con sus hijas, nueras y nietas, preparó 15 ollas de sopa, con más de 150 kilos de verduras y 250 kilos de pata. Ella heredó la tradición de una tía de su esposo que pagaba promesa. “Me dijo un día que me iba a encargar de esto y bueno, aquí estoy”.

La señora Irene. Foto: Mabel Sarmiento

Dos días lleva trajinando con la sopa. Su rostro cansado lo dice con más exactitud. Sin embargo, eso no le resta fervor. Estoy agradecida con el Santísimo. Todos los favores que le pido me los cumple. Y ahora es que falta celebración, el domingo todavía hay más danza, dijo mientras era rodeada por la familia que la acompaña en esta tradición para rendir homenaje a la sangre y el cuerpo de Cristo.

Cuando empezó hizo mil y pico de sopas. Para este jueves preparó 3000.

Cada día se suman más. Las peticiones por sanación no se detienen, así que el Santísimo, que está presente en imágenes en todas las casas, tiene trabajo durante todo el año.

A las 4:00 p.m. las calles de Yare, un pueblo pintoresco, seguían adornadas de rojo y los cachos se exhibían no solo en las esquinas, sino en las puertas y salas de todas las casas. “Ahora es que queda diablo pa’rato”, se les escucha decir.

Los Diablos danzantes de Corpus Christi ingresaron, junto con otras 11 cofradías del país, a la lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad que aprueba la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y la Cultura (Unesco), en París, el 6 de diciembre del año 2012.​


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