En las zonas productoras los precios, en ocasiones, pueden disminuir semanalmente a puerta de finca; sin embargo, ese efecto no es notorio en los mercados, pues a la hiperinflación se le suman factores como la escasez de gasoil y alcabalas que pueden exigir hasta cuatro bolsas de comida por dejar pasar a los ferieros.

Caracas. La mermada demanda de alimentos producto de la crisis económica y la hiperinflación ha hecho que los precios en el campo de algunos productos agrícolas disminuyan en ciertos momentos, aunque para el consumidor final los incrementos siguen siendo el pan de cada día ante las dificultades en el traslado de la mercancía que encarecen los costos. 

Productos como la berenjena, el cilantro o el tomate, por ejemplo, registraron disminuciones de 55 %, 16 % y 5 %, respectivamente, en sus precios promedio de julio respecto a junio de este año. Gerson Pabón, director general de la Confederación de Productores Agropecuarios (Fedeagro) explica que “si no hay mercado a quien vender” se siembra menos y eso produce la disminución de ciertos precios. 

Sin embargo, y a pesar de ese fenómeno y de que los precios del resto de productos agrícolas que se producen en la zona andina, salvo cilantro y ají dulce, no superan el dólar por kilo, en los mercados municipales y ferias de hortalizas de Caracas la situación es distinta y los precios pueden llegar a ser hasta tres veces superiores a los que se consiguen en el campo.

En el caso de la papa, Crónica.Uno registró en la primera semana de agosto un precio de Bs. 6.000.000 por kilo, equivalente a cerca de $1,5 al tipo de cambio oficial, cifra que es 295 % superior a los 38 centavos de dólar como el productor se lo vende a comerciantes y ferieros.

Y a pesar de que entre mediados de julio y principios de agosto el precio del kilo de papa aumentó, en promedio, un 2 % a puerta de finca, en el mercado municipal de Quinta Crespo el mismo rubro tuvo un incremento de 33 %. Pabón, de Fedeagro, señala que actualmente hay tres factores detrás de los incrementos que terminan afectando al consumidor final.

Cómo el transportista o el comerciante consigue el litro de gasoil y en cuánto los compra son ajustes que se le hacen a la mercancía; cuánto tenga que dejar en cada alcabala, sea dinero o bolsas de comida, lo termina pagando el consumidor; y también lo que cobre cada alcaldía como impuestos en el sitio donde esté la feria”, señala.

Por lo que, ni la baja en los precios a puerta de finca benefician a los consumidores, ni los montos finales que estos cancelen por los productos agrícolas inciden en favor de los productores, pues todo queda a mitad de camino. Pabón, por el contrario, señala que suelen verse más afectados por la importación de rubros desde Colombia bajo la anuencia del denominado “protectorado” del estado Táchira.

Pabón dice que la producción de papa en Colombia, por ejemplo, es subsidiada por su gobierno, lo que a la larga termina brindándoles precios más económicos que los que pueden ofrecer los productores venezolanos, quienes además deben comprar fertilizantes e insumos de ese país y pagar para que los pasen por las trochas ante el cierre de fronteras por la pandemia. 

Mientras que la pérdida de poder adquisitivo de la población, sometida en un ciclo hiperinflacionario de casi cuatro años consecutivos y con una continua devaluación del bolívar, ha estancado la siembra de productos agrícolas que tienen menos demanda por sus costos y lo rápido que se pueden dañar, como el cilantro, el repollo, el perejil y la lechuga.

Si yo sembraba papas, cebollas, zanahorias, cilantro y perejil, ahora siembro solo papa y zanahoria. Un feriero antes se llevaba al menos 15 toneladas de productos, ahora se lleva nueve toneladas para que no se pierda y eso motiva a que sembremos menos”, resalta.

Javier, uno de los encargados de una feria de verduras y hortalizas que frecuenta el municipio Baruta del estado Miranda, explica que, en promedio, por cada viaje desde Táchira a Caracas pueden toparse con entre 15 y 20 alcabalas “y en cada una pueden pedir dos, tres o hasta cuatro sacos de comida”. 

Lo “económico” que se encuentran los productos agrícolas en el campo venezolano, asegura, les da margen de maniobra para recuperar lo perdido en los puntos de control, a lo que deben sumar el costo del diésel que puede llegar a costar hasta tres dólares por litro, dependiendo de la dificultad para conseguirlo.

Gerson Gabón, de Fedeagro, indica que incluso dentro del estado Táchira los precios al consumidor final pueden incrementarse entre 10 % y 15 % por los problemas del gasoil para bajar los productos hasta ciudades como San Cristóbal. 

El sociólogo Alexander Campos, miembro del Centro de Investigaciones Populares (CIP), señaló en la presentación del índice de precios del Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF) que determinar en cifras el impacto de los costos extras que afectan la producción y traslado de mercancía es difícil dada la cantidad de factores que hay en juego.

El costo extra no solamente es en la vía, es aquí en el destino y allá en la zona productiva por el combustible, por el insumo que tienen que comprar contrabandeado, por la vacuna que tienen que pagar para que le cuiden la zona o la finca (…) Lo que sí sabemos es que el impacto es muy importante y relevante”, dijo Campos.

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