La mayoría de los habitantes de Caño de los Becerros subsisten con la siembra en sus conucos, que ahora no pueden atender porque la gravedad de las quemaduras que ameritan reposo médico. Algunos de los heridos por la explosión de los 161 cilindros de gas doméstico no cuentan con tratamientos para curarse ni dinero para comprarlos. Este sábado 13 de febrero, la Gobernación de Monagas envió de nuevo algunos enseres y medicinas.

Maturín. En el mueble principal de la casa de la familia Díaz estaba sentado José, este domingo 7 de febrero, porque no había electricidad. En vez de reposar en la habitación, se va a la sala para que la brisa que se cuela por la puerta le refresque las heridas. Fue dado de alta el 22 de enero luego de estar 23 días en terapia intensiva por quemaduras de segundo y tercer grado en 80 % del cuerpo. Es uno de los tantos a quienes les faltaba los tratamientos.

José es uno de los 32 heridos que han sido dados de alta por la explosión de 161 cilindros de gas doméstico en Caño de los Becerros. Es agricultor y su forma de sustento es la siembra de lechosa, yuca, maíz, frijol, chícharo y patilla. Por la cantidad de días que estuvo internado en el hospital perdió su conuco. Su preocupación principal es su hijo de un año de edad. Su esposa no trabaja y, ahora, él debe guardar reposo por un año tras las lesiones en el cuerpo.

Perdí mi conuco, ahorita no estamos trabajando porque yo tengo reposo por un año y no puedo agarrar sol. Quien nos está ayudando con la comida es mi papá, pero eso es una carga más para él. Los medicamentos son demasiado caros, dice José.

No recuerda con claridad lo que ocurrió el 28 de diciembre, asegura que su mente ha bloqueado el episodio. Sin embargo su esposa relata que durante los días que estuvo en terapia intensiva, despertaba gritando y nervioso, pues recreaba el momento en sueños.

“Pienso que mi familia se va a volver a quemar y esto ha sido muy difícil. Nosotros estuvimos desde el 28 al 31 de diciembre sin recibir tratamientos allá en el Hospital de Maturín. Y ahorita no tengo tratamiento, nada más el que comparten conmigo”.

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Los vecinos insisten en señalar que los trabajadores de la empresa Gasmaca sabían de los desperfectos de las bombonas. Foto: Natacha Sáchez.

Vale acotar que fue mes y medio después de este trágico accidente, el sábado 13 de febrero, que la Gobernación de Monagas mandó de nuevo enseres y tratamientos para los quemados de la explosión de las bombonas de gas, de acuerdo con información oficial emanada de la propia instancia. Antes, las penurias de los lesionados y sus familias eran mayores por la falta de atención gubernamental.

La imposibilidad de costear los medicamentos había despertado la generosidad de los demás heridos, quienes compartían cremas y antibióticos, como el caso de Dayana Gil, otra de las personas afectadas por la explosión.

Dayana sufrió quemaduras de segundo grado en la cara, piernas y manos. Cuando fue dada de alta el gobierno le entregó el tratamiento que fue el que compartió con José. Ella pasa el día en la vivienda de la familia Díaz. Para salir se tapa del sol con un sombrero, suéter y pantalón largo.

Mi casa está en construcción por eso paso el día aquí y en la noche cuando se baja el sol me voy a mi casa. A nosotros no nos han dado ningún tipo de ayuda, estamos prácticamente sin tratamiento porque ya no nos queda mucho. Yo tuve que compartir el mío. La única ayuda que nos han dado es un colchón lleno de resortes”, detalla Dayana.

Junto con José y Dayana está Cruz Zapata, sentada en otro de los muebles de la casa aireándose con un cartón las quemaduras. La señora Cruz tiene los brazos y piernas quemadas. Cuenta que cuando el calor arrecia le arden las heridas y ante la falta de electricidad debe recurrir a cartones o cualquier otro material para abanicarse.

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José Suárez estuvo en terapia intensiva por la gravedad de las quemaduras que sufrió. Foto: Natacha Sánchez.

Las solicitudes de ayuda están a la orden del día, los habitantes del caño, además de desatendidos están desempleados, pues han perdido su principal fuente de ingresos, sus conucos, aunado a que la mayoría no puede trabajar por recomendación médica.

“Yo estoy que me voy para el conuco”, dice José Candurin, que sufrió quemaduras de segundo grado en la espalda, pierna y codos, y a pesar de que no fue atendido en el Hospital de Maturín porque sus lesiones no fueron graves, sostiene que la situación ha sido difícil. Debe estar tres meses sin trabajar para cumplir con el reposo médico.

Aquí hay padres de familia que somos los que traemos la comida a la casa y ahora no podemos salir. Da cosa con los muchachitos, porque uno cualquier cosa come. Pero de verdad es muy duro aguantar tres meses sin trabajar y más si uno tiene muchacho. Yo tengo uno que anda por ahí, expone Candurin.

“Ese día corría gente hasta en ropa interior”
El 28 de diciembre de 2020 es definido por los habitantes de Caño de Los Becerros como un día de terror, algunos lo recuerdan cual película, mientras que otros han bloqueado el momento o simplemente corrieron para salvar sus vidas sin ver mayores detalles.

Toda la comunidad estaba reunida en frente de la casa donde se realizaría la entrega de los cilindros de gas. El camión de Gasmaca llegó y descargó las bombonas, los vecinos explican que los trabajadores de la empresa los lanzaban desde la plataforma del camión. “Ellos tiraban las bombonas como siempre, las bajaron todas y se fueron”, dice Leibys Hernández, de 22 años de edad, que acompañó a su papá a retirar la bombona.

Leibys se sienta en su cama rodeada con un mosquitero blanco y un pequeño ventilador que apenas refresca la habitación. Ella era una de las primeras en la fila que habían organizado los vecinos para retirar la bombona. Sufrió quemaduras de segundo grado en pies, pecho, abdomen, piernas y brazos. El humo que inhaló como consecuencia de la explosión y posterior incendio desencadenó en ella una pulmonía que le dificultaba respirar.

Después de 35 días entre hospitales y clínicas, Leibys volvió a su casa. Su madre interrumpe la conversación para comentar que no tiene el tratamiento completo y que el agua que llega en la comunidad está sucia para poder asear a su hija. El colchón que donó la gobernación, antes de este 13 de febrero, así como en el resto de las casas de los afectados, está arrumado en un espacio. Nadie lo usa pues aseguran que está lleno de alambres.

“Vi la primera bombona que explotó como venía por al aire”, relata Luis Tillero, que recuerda ese día con todos los detalles y entre onomatopeyas narra cómo fue el incidente. Luis dice que no vio a nadie quemándose, pero veía a las personas corriendo hacia la maleza y otros quitándose la ropa.

“Ahí estaba toda la comunidad. Las bombonas desde que llegaron tenían ruidos como si se estuvieran botando (explica el ruido). Varios le dijimos eso a los muchachos de Gasmaca y ellos lo que hicieron fue abrirles las válvulas como para que botaran el gas que sobraba, nosotros pensamos que era normal porque a veces hacen eso. Al momentico que ellos se fueron escuché un ruido muy fuerte y cuando vi venía una bombona por el aire, salí corriendo como hacia el monte. Cuando pasó todo, regresé con un ardor en la pierna y vi gente que quedó hasta en ropa interior, otros echándose agua”, cuenta Tillero.

La versión de los hechos coincide entre todos los afectados y testigos. Los trabajadores de Gasmaca sabían de la fuga en los cilindros, pues los mismos vecinos se aseguraron de que estuvieran enterados. La primera bombona que explotó fue una de 18 kilos y, posteriormente, en cadena estallaron las demás.

Las fuentes oficiales han afirmado que el suceso fue debido a una colilla de cigarro, los presentes sostienen que en el lugar no había nadie fumando.

Yo estaba cerca de las bombonas y por ahí no había colilla de cigarro, por aquí nadie fuma. ¿Usted sabe cuánto cuesta una caja de cigarros?, increpa José Candurin para desmentir la versión oficial.

“Primera vez que en mi casa se hace la entrega”
Berenice Amundaray es la responsable de las UBCh en el caserío. Explicó que desde que está en ese cargo ha luchado porque todos los beneficios lleguen al pueblo y a pesar de que no comparte ideología política con varios de los vecinos asegura que en la zona todos son familia.

Ella perdió su casa y mientras, el gobierno cumple su promesa de construir otra vivienda, se mudó a una cercana en el mismo sector.

No sé en cuánto tiempo van a construir la casa, perdí todo y veo que la están construyendo más pequeña. Sobre la explosión, ese día fue la primera vez que se repartía el gas en mi casa, antes eso se hacía en la casa del muchacho del Clap, pero ocurrió un problema y me llamaron para decirme si la entrega se podía hacer en mi casa y yo dije que sí, manifestó.

“Desde que bajaron las bombonas del camión nos dimos cuenta de que tenían una fuga y se le dijo al chofer, y este dijo que eso era normal. Ellos se fueron y al rato explotó una bombona, yo no vi más nada, salí corriendo por la puerta de atrás de mi casa, esa puerta estaba cerrada y entre varios la forzamos y logramos salir”, agregó.

Berenice aclaró que el incidente no fue un “atentado” como una versión que se corrió en el pueblo y repite que en el lugar todos son familia, por lo tanto, no se harían daño entre ellos mismos.

“Eso no fue ningún atentado como dicen, que querían hacerme un atentado a mí. Alrededor de las bombonas no había nadie fumando y nosotros los jefes de calle y líderes en comunidades nunca hemos recibido una inducción sobre el manejo de bombonas”, puntualiza.

Remedios caseros para suplantar medicamentos
Cuando falta el tratamiento y hay poco dinero para costearlos, algunos de los afectados recurren a remedios caseros para calmar dolores y molestias como consecuencia de las quemaduras. Ese es el caso de Marisela Suarez, quien tiene quemaduras de segundo grado en 18 % del cuerpo. En los días cuando el dolor es más fuerte se aplica aceite de coco con onoto en las piernas, que fue donde sufrió más quemaduras.

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Marisela Suárez se lava las heridas con jabón azul. Foto: Natacha Sánchez.

Dijo que no tenía crema hidratante, pero aclara que mientras estuvo en el Hospital de Aragua de Maturín nunca le faltó ni tratamiento ni atención.

Hay días en que el dolor es muy fuerte entonces me lavo las piernas y me echo aceite de coco con onoto y se me calma porque eso me refresca la piel. También me lavo las heridas con jabón azul. Pero en esos momentos en los que no tenemos luz y hay calor me da mucha piquiña (picazón) y paso todo el santo día echándome aire con un cartón”, asevera.

Los heridos por la explosión en Caño de los Becerros fueron recluidos en distintos centro de salud. Quienes fueron internados en el Hospital Doctora Elvira Bueno Mesa de Aragua de Maturín sostienen que la atención fue muy buena y que el tratamiento nunca faltó, esa misma opinión la comparten quienes fueron trasladados hasta Ciudad Bolívar. La situación cambia para los recluidos en el Hospital Universitario Manuel Núñez Tovar de Maturín.

“En el Hospital por momentos nos quedábamos solos, tenían que estar nuestros familiares detrás de las enfermeras para que nos atendieran. El 31 de diciembre no había ni una enfermera ni un doctor de guardia, no había tensiómetro, tampoco termómetro. Del hospital de Aragua no puedo quejarme. A pesar de que la gestión del alcalde de aquí de Piar no ha sido muy buena, tengo que reconocer que nos ha ayudado hasta donde ha podido”, subraya Rutnelis Chinchilla.

Los habitantes de Caño de los Becerros siguen clamando por ayuda, para sanar sus heridas tanto internas como externas. “Nosotros no estamos buscando enemigos porque nosotros no hemos robado ni matado a nadie, lo que queremos es atención”, exclaman.

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