A más de seis meses del inicio de la cuarentena y el auge de las entregas a domicilio, estas se enfrentan a una escasez de gasolina que sigue agudizándose. A pie, en bicicletas o mandando varios pedidos en una misma ruta, tanto comerciantes como repartidores sortean la falta de combustible para cumplir con sus clientelas.

Caracas. Para Ximena Quintero la pandemia por COVID-19 ha significado el reto de su vida. A cinco meses de haber perdido su empleo como consecuencia de la cuarentena, y el punto donde vendía sus tortas y la bisutería que hace su hija, Ximena se enfrenta –nuevamente– con un factor que le ha causado más de un dolor de cabeza: la escasez de gasolina.

Debido a la crisis económica, desde hace tres años vendía sus productos a compañeros de trabajo, personas que laboraban en el edificio donde estaba su oficina o referidos de la zona. Ante la imposibilidad de hacerlo –por la cuarentena– decidió optar por las entregas a domicilio.

Al principio fue difícil porque antes casi todas las entregas las hacía en la oficina o en lugares aledaños en Altamira. No tenía que hacer muchos desplazamientos, pues mi esposo me dejaba allí con los productos y él seguía a su trabajo, cuenta Ximena.

La escasez de gasolina fue un factor adicional a la pérdida de su empleo. Al momento de retomar la venta de sus tortas, en mayo, la falta de combustible ya era más que notoria en la capital y aún no habían llegado los buques iraníes.

La Encuesta Nacional Impacto COVID-19, llevada a cabo por la Asamblea Nacional, señalaba que entre abril y mayo la escasez de gasolina rondaba entre el 85 % y 95 % en todo el país.

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Es por ello, que empezó a publicar anuncios en su estado de WhatsApp, mandaba cadenas y pegaba carteles hechos a mano promocionando su emprendimiento, todo cerca de su residencia en Capuchinos.

Hubo mucha receptividad. Las entregas las hacía personalmente porque eran aquí mismo en el edificio o en calles cercanas. El problema empezó a surgir cuando comenzaron los pedidos desde otras zonas como Montalbán o Catia, ya ahí tenía que coordinar bien con mi esposo por el tema de la gasolina, señala.

Ambos llegaron al acuerdo de hacer entregas lejanas solo un día a la semana, de manera de hacer “un solo viaje”, preferiblemente sábados o domingos. Pero cuando empecé a hacer tres leches, pies, brownies y otros postres, perdí varios clientes porque compraban para consumo propio o como regalo para algún familiar y la idea era mandarlo un día específico.

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Foto: Gleybert Asencio
De taxistas a repartidores

Problemas como el de Ximena han encontrado una solución en los taxistas. Afirma que, cuando son entregas en zonas distintas a San Martín, El Paraíso o El Silencio, ahora opta por ofrecerle a sus clientes la opción del delivery a costos que varían según la distancia. En su caso, acude a tres conductores conocidos que son contactados justo al momento de recibir la orden.

Cristóbal Muñoz, con más de 30 años trabajando en una línea privada de taxis, indica que semanalmente puede producir entre 10 y 15 dólares, como mínimo, y eso compensa parte del tiempo que debe dedicar a llenar el tanque de gasolina. La AN señala que, al 29 de septiembre, la ausencia de combustible es de 71,9 % en todo el país.

Manifiesta que como él hay otros colegas que se dedican a las carreras y a las entregas a domicilio al mismo tiempo. “No sé si es la falta de gasolina que ha producido eso, pero ahora las personas están más dispuestas a pagar lo justo por las entregas”.

aumento del precio
Foto: Luis Morillo
Limitando las entregas

El problema de la gasolina también ha tenido efectos en el pequeño negocio de helados caseros que lleva adelante Elías López y su mamá, en Baruta. Aunque de momento no tienen pensado hacer algún cobro extra por llevar sus productos hasta la casa de los clientes, apunta que la falta de combustible sí los ha limitado un poco.

La familia López tiene su principal clientela en zonas aledañas a su residencia, como Terrazas del Club Hípico, La Trinidad y otros sectores del sur baruteño. Al principio, antes de que arreciera la escasez, las entregas las hacían al instante, tan pronto recibían el pago, pero ahora han optado por tener un mínimo de tres helados ordenados para empezar a rodar.

Cuando la entrega no es cerca, cobramos uno o dos dólares de delivery, dependiendo de lo lejos, aunque no nos han pedido desde muy lejos. Cuando es muy lejos, así cobremos delivery, no vamos a ir por un solo helado, no solo por la gasolina sino por desgaste del carro, indica Elías.

El límite de una salida diaria para entregar los helados lo empezaron a implementar apenas empezó a escasear el combustible. Aun así, tratan de aprovechar algún trabajo o diligencia personal que deba hacerse en ciertas zonas para mandar los pedidos y entregarlos en el camino.

La familia López ha tenido que dejar de despachar sus helados cuando pasan horas tratando de echar gasolina. Foto: Luis Morillo
A pie o a pedal, todo cuenta

Otra alternativa para cumplir con las entregas a domicilio, debido también a la crisis del transporte público, es hacerlo a pie, aunque con sus limitantes. Tal es el caso de Moraima Obando, quien vende sus yogures caseros desde hace tres meses y recorre parte del centro y norte de Caracas para cumplir con los pedidos.

La mayoría de las entregas a domicilio que ha hecho han sido en zonas como Candelaria, La Pastora, San Bernardino y sus alrededores, lugares que, por la cercanía con su hogar, recorre a pie para limitar el uso del carro familiar, el cual utilizan para lugares distantes como Chacao, Baruta, Sucre y otros sectores del municipio Libertador.

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La falta de transporte público, tanto terrestre como subterráneo, ha sido otra limitante al hacer entregas personales de productos. Foto: Gleybert Asencio

Otros, sin embargo, han encontrado en las redes sociales y el networking una oportunidad más económica –aunque riesgosa– de enviar sus productos: el bicidelivery. Por un precio que varía entre uno y tres dólares, Armando Peña pedalea diariamente las calles caraqueñas por un servicio que beneficia a comercios y particulares por igual.

Señala que lo que más le ha costado es ganarse la confianza de sus clientes, pues la inseguridad y el estado de las vías son factores que juegan en contra de su oficio. Es por ello que, dependiendo de la zona de entrega, toma en consideración el tamaño y valor del pedido, así como la distancia y la ruta.

Para largas distancias o zonas ‘rojas’ –por así decirlo– trato de que solo sean documentos o paquetes de bajo valor. Cuando es comida rápida, que el sitio de entrega esté cerca del local para que no se enfríe y si es entregar algún mercado o ir a hacer compras en algún sitio, suelo hacerlo solamente en Chacao, por seguridad y porque es una zona plana y de fácil acceso, exclama.

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Foto: Luis Morillo

Aún así, resalta que cada vez son más los ciclistas que se dedican a las entregas a domicilio, por lo que ahora son menos comunes las trabas como las alcabalas. Los tres meses de experiencia, dice, también le han servido para reconocer sus límites y oportunidades a la hora de brindar un servicio que sigue expandiéndose a raíz de la pandemia.


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