A sus 70 años de edad, la profesora Ana María Albero asegura que no puede abandonar la docencia. Todavía no ve como una posibilidad retirarse de las aulas del Instituto Pedagógico de Caracas.

Caracas. Mientras caminaba de la mano de su hermano, quien la llevó por primera vez al Instituto Pedagógico de Caracas, Ana María Albero supo que quería estudiar Educación. Tenía 11 años de edad.

Esto es lo que quiero hacer, se dijo al observar el Auditorio Central, donde se graduaban los educadores, pero que en la actualidad ya no existe.

Escuchar hablar a su hermano con sus compañeros de clases y visitar los salones de la institución, como oyente, la hicieron confirmar la decisión de inscribirse en el Pedagógico. Se graduó en 1983 como Profesor con especialización en Contabilidad secretarial e hizo una maestría en Orientación.

La profesora Ana María ejerce la carrera desde que tiene 20 años de edad. Fotografía: Tairy Gamboa

La universidad tenía unos salones bellísimos, carteleras, pizarrones, pasillos hermosos. Todo eso me enamoró, rememora.

El amor y dedicación por enseñar la ha mantenido 50 años en las aulas, en la labor de formar a los futuros docentes del país.

Cada lección y consejo dado a sus estudiantes durante su trayectoria, los elige con completa responsabilidad.

Si un docente dice algo mal, o equivocado, ese error sigue caminando por la vida, enseñando cosas equivocadas, cuenta la profesora de 70 años de edad.

Mientras camina por los pasillos del Instituto Pedagógico de Caracas, la profesora Ana María recuerda la primera vez que estuvo en el lugar. Fotografía: Tairy Gamboa
De sol a sol

La Educación ha sido mi vida. Yo dejaba de lado mi hogar, mi casa y mis hijos por estar en el trabajo. En casa tuvieron poco de mí, confiesa Ana María.

En ocasiones, dejó su vida personal de lado por dar clases de sol a sol. Sin embargo, para sus tres hijos es un ejemplo de constancia. Su hija menor siguió sus pasos, también se dedica a la docencia.

Ana María no se arrepiente de lo dedicado a la vida profesional, porque para ella sus estudiantes también han sido hijos que la vida le regaló.

Ahora están regados por todo el mundo. Lastimosamente muchos no están ejerciendo, dice la docente, especializada en Educación Comercial.

Lamenta que muchos de sus alumnos que siguen en Venezuela tampoco estudien por la desmotivación y los bajos salarios, por los cuales protesta el sector educativo desde hace años.

Aunque es amiga de la tecnología, la profesora afirma que prefiere las clases presenciales. Fotografía: Tairy Gamboa

Los profesores no son los únicos que dejaron la universidad. El personal de mantenimiento y administrativo también se ha ido. A muchos profesores nos toca hacer tareas administrativas porque no hay quien lo haga.

Enseñar de todo

Mamá, ¿por qué no dejas de trabajar?, le plantean sus hijos. Creen que por el salario que devenga como profesora no vale la pena trabajar.

Muchos de sus compañeros del Pedagógico, se vieron obligados a dejar su profesión y dedicarse a emprendimientos y actividades alejadas de la docencia.

Para Ana María esa no es una posibilidad. Aunque hizo cursos hasta de manicurista, enseña lo aprendido a otros.

A sus 70 años de edad, la profesora Ana María no se ve en otro lugar que no sean las aulas de clase. Fotografía: Tairy Gamboa

Su pasión por la enseñanza también la aplica en las alternativas extras que tiene para buscar ingresos, los cuales no lleganni a 50 dólares.

A diferencia de períodos anteriores, este 2024 se inscribieron más alumnos en las distintas áreas de Educación Comercial. Eso es una excelente noticia.

La tizana

Presten atención ¿Quién quiere comenzar, les dice la profesora Ana María a sus estudiantes. Acto seguido, les dicta las instrucciones de lo que, pese a tratarse de un juego, los hace poner en práctica distintas estrategias enseñadas en sus clases.

Sus alumnos de Planificación de los Sistemas de Enseñanza y Aprendizaje saben quecasi nunca se mantendrán sentados al inicio de clases. La educadora siempre busca mantener la atención de quienes ven la materia de 9:00 a. m. a 1:00 p.m.

Alumnos de especializaciones en Educación física, Física, Matemática, Geografía, Historia, Educación Musical y Artes Escénicas, cursan su materia.

La docente siempre inicia sus actividades con propuestas dinámicas para captar la atención de los estudiantes. Fotografía: Tairy Gamboa

A mí no me gusta estar encerrada. Algunas de mis clases son fuera del salón. Es que estas cuatro paredes no son el único lugar en el que se puede enseñar, afirma, mientras mira el aula que visita tres veces por semana.

El proceso para formar grupos en las aulas también es dinámico. Con la tizana, los alumnos se ponen nombres de frutas en las que eligen a los compañeros con los que van a trabajar.

Es por ello que cuando tuvo que dictar clases en línea, por la pandemia de COVID-19, no lo disfrutó. Para mí no era igual porque nada se compara con estar en el salón, ver al alumno, tocar las pruebas, trabajos y dedicar atención en persona.

Los alumnos de la profesora Ana María aprenden distintas estrategias de planificación docente, la cual varía según cada especialización. Fotografía: Tairy Gamboa
El Pedagógico

El Auditorio Central, espacio que la inspiró y la vio graduarse, ya no existe. En su lugar, está una estructura que, por el deterioro de la construcción, debe ser demolida.

Esa era como nuestra Aula Magna, compara la educadora en referencia a la Universidad Central de Venezuela. Actualmente, los egresados del Pedagógico de Caracas deben pedir espacios en otros lugares para llevar a cabo sus graduaciones.

Otros espacios de la casa de estudios fueron descuidados: salones, pasillos y hasta el autobús de la universidad reflejan la desidia en la institución.

Distintos problemas visibles de infraestructura aquejan la casa de estudios que forma docentes de distintas áreas. Fotografía: Tairy Gamboa

Paredes roídas y pupitres destartalados. Eso no se veía aquí, dice la profesora que recuerda que cuando los ascensores se dañan, debe subir cuatro pisos para dar clases.

Para ayudar un poco, una de las asignaciones para sus estudiantes al final del semestre es hacer algún aporte que ayude a la universidad que puede ser podar un jardín, o arreglar algún espacio.

Muchos autobuses que trasladaban a personas desde distintos punto de la ciudad, hasta la casa de estudios, ya no funcionan. Fotografía: Tairy Gamboa
Algunos espacios del Pedagógico de Caracas lucen abandonados. Fotografía: Tairy Gamboa

Mientras muestra algunos lugares y cuenta cómo se veían antes, expresa que desearía verlos tal y como lucían en el pasado. Eso incluye la cantidad de estudiantes con deseos de educar y que, en los mejores tiempos, colapsaban las escaleras de la institución.

Todavía camina por los pasillos que visitó junto con su hermano  Tomás Ramón Albero, quien falleció el domingo, 31 de marzo. Como cuando era una niña, observa el Auditorio Central, que aunque no está le recuerda a él, quien fue profesor  y jefe del departamento de Matemática y Física.

Esta es una de las razones por las que no abandonará a sus alumnos, ni las aulas del Pedagógico de Caracas.

No me veo de otra manera. Estos pasillos y toda la universidad son mi casa.

Ana María espera que en algún momento, la que fue su universidad recupere sus espacios. Fotografía: Tairy Gamboa

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