Gregoria Ramírez denunció que funcionarios de la policía científica ajusticiaron a su hijo, César Ramírez, el 5 de marzo en La Pastora. Hace 10 meses también asesinaron a Keiber Ramírez, el mayor de los dos, en el mismo sitio.

Caracas. La rabia de Gregoria Ramírez brota con sus lágrimas. Las palabras salieron atropelladas cuando denunció que funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalística (Cicpc) mataron a su hijo de 19 años, César Alexander Ramírez, el pasado lunes 5 de marzo en Sabana del Blanco, La Pastora.

El joven, que vivía con su abuela y padre, salió de la casa para comprar unos cigarrillos, cuando funcionarios en una camioneta negra le dieron tres tiros en el pecho. Según la madre, los efectivos pertenecen a la división de robos.

Este es el segundo hijo que pierdo por culpa de las fuerzas de seguridad en 10 meses. Me lo pusieron como narcotraficante, delincuente, asesino. Mi hijo quería ser chef, se quería ir del país, contó.

De acuerdo con su relato, el pasado 2 de mayo de 2017 la policía científica asesinó a su hijo mayor, Keiber Alejandro Ramírez, de 21 años, también en Sabana del Blanco, a una cuadra de donde murió el menor. Ya no le quedan hijos vivos.

Para el momento, los funcionarios alegaron que el joven había robado en una panadería ubicada en la avenida Fuerzas Armadas, según la señora Ramírez, el propio dueño del comercio negó esta versión.

Desde que el Cicpc mató a mi primer hijo, dijeron que venían por el otro. Le quiero decir al director del Cicpc [Douglas Rico] que vea quiénes son los delincuentes, que los delincuentes están en su propio cuerpo policial.

La madre de ambas víctimas sostuvo que, tras colocar la denuncia del asesinato de su primer hijo, los uniformados rondaban la vivienda donde ambos vivían. En el supuesto operativo del lunes, los efectivos preguntaron a los vecinos por “El Gordo”, que era como tenían identificado al menor de los dos hermanos.

El joven estudiaba por parasistemas en el Liceo Ávila.

No me dejaron nietos, no me dejaron nada. Lo único que me dejaron fue dolor. En el Cicpc ya no tienen a quién matar.

Foto: cortesía Caraota Digital


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