Alejandro Bellame fue el encargado de adaptar la novela Blue Label/Etiqueta azul de Eduardo Sánchez Rugeles, un proyecto que finalmente se estrena en las salas venezolanas.

Caracas. Blue Label/Etiqueta azul de Eduardo Sánchez Rugeles es una novela que removió los sentimientos de lectores en un país incierto, en el que la juventud intuía un futuro arraigado a la idea de partir. Un descontento generacional por la pérdida del porvenir delineado desde la seguridad, la improvisación de nuevos senderos con sismos en la dinámica de las relaciones, jóvenes que descubren pasiones mientras internalizan sentimientos y desencuentros, los pasos previos a la despedida.

La historia se convirtió en una referencia generacional, en una obra de la literatura venezolana ineludible para hablar sobre una época de destierro y éxodo, de descontento y dolor. 

Y finalmente esa novela se convirtió en película que desde el jueves 16 de diciembre estará en salas venezolanas, luego de su paso por festivales. Su adaptación tiene el nombre de Dirección opuesta, como también se llama la canción de otra referencia generacional: Carlos Eduardo “Cayayo” Troconis.

Dirección opuesta
Erick Palacios, Claudia Rojas y Christian González, una dinámica en pantalla que cautiva. Cortesía de Rafael Salvatore

El director es Alejandro Bellame Palacios, quien ha sumado a la cinematografía nacional obras como El tinte de la fama (2008) y El rumor de las piedras (2011). Ahora, presenta al público esta adaptación de la que también es guionista junto con el escritor de Blue Label/Etiqueta azul, Eduardo Sánchez Rugeles.

Dirección opuesta es protagonizada por Claudia Rojas como Eugenia Bianchi, Christian Josué González como Luis Tevez y Erick Palacios como Vadier. Son ellos quienes ponen el rostro a esos personajes que han vivido en la mente de tantos por más de una década, desde que salió la primera edición de la novela en 2010. 

El largometraje obtuvo el tercer lugar en el Premio de la Audiencia del Festival de Cine Latino de Chicago. Este año ganó el Premio de la Prensa Amy Courvoisier del Festival del Cine Venezolano, certamen en el que obtuvo cinco reconocimientos más. 

Tengo todas las expectativas y ninguna. Sabemos que hay un público cautivo por el éxito de la novela hace varios años. Contamos con la fidelidad de ellos, pero también deseamos que llegue a más personas”, afirma Alejandro Bellame sobre Dirección opuesta.

Dirección opuesta
El director Alejandro Bellame actualmente está residenciado en Italia. Cortesía de Rafael Salvatore

—Sé que fue su esposa quien le dio el libro para que se animara a adaptarlo. ¿Qué le llamó la atención de la novela?

—(Ríe). Sí, Elsy Gomes, mi esposa se ha hecho famosa por esta anécdota. Ella estaba leyendo mientras yo escribía otra historia, que en aquel momento estaba trabada. Estaba bloqueado y no encontraba solución. Cuando terminó de leer la novela, me dijo que pusiera a reposar lo que hacía. Creía que esa historia podría ser mi próxima película. Efectivamente, me di cuenta de la naturaleza narrativa de la novela, de la cercanía del trabajo de Eduardo con lo cinematográfico. Me llamó mucho la atención la pertinencia temática con lo que vivíamos entonces, y lo que se avizoraba. En aquel momento la diáspora era incipiente y ahora es un fenómeno social que nos ha marcado. El otro punto que me atrapó fue la capacidad de conexión emocional con el lector. 

Eso trasladado al cine me interesa mucho. Quedé con ganas de ver todo eso en pantalla. Comenzó este proceso de conocer a Eduardo, escribirle para tratar de conseguir los derechos. No fue tan fácil porque él estaba comprometido con otro proyecto. Luego las cosas se fueron alineando.

—Esos protagonistas en cierta forma se convirtieron en profetas. Visualizaron un fenómeno que se profundizaría en el país, eso que ahora se llama diáspora.

—Creo que ya estaba en el ambiente. Se hablaba sobre eso, especialmente entre los más jóvenes. No olvidemos aquel video de Caracas, ciudad de despedidas. De alguna manera el tiempo ha reivindicado esa postura. Quizá desde un lugar ingenuo o visceral, pero que de alguna manera esa percepción que tenía aquella juventud, con el tiempo, se ha ido reafirmando hasta lo que tenemos ahora, la enorme diáspora. No solo es de jóvenes, sino de personas de todas las edades 

—¿Considera un problema que Dirección opuesta se inscriba en la etiqueta de historia juvenil o historia de chamos, como dice un titular?

—Creo que hay historias que son de y otras que son para. Esta es una sobre adolescentes, sobre un amor adolescente, pero también sobre la memoria, la amistad, el país y la nostalgia. Siendo una historia contada desde la memoria, tiene una carga de nostalgia fundamental. Diría que es de adolescentes, y que puede ser disfrutada también por un público adulto. 

Dirección opuesta
Laura Portela interpreta a la amiga más cercana del personaje de Claudia Rojas. Cortesía de Rafael Salvatore

—En su cinematografía el país es visto a través de distintos personajes. En El tinte de la fama vemos a Elaiza Gil en su obsesión por ser reconocida desde su versión de Marilyn Monroe. En El rumor de las piedras está el vestigio de la tragedia de Vargas, y ahora, en Dirección opuesta vemos el país que se desdibuja para unos adolescentes

—No lo racionalizo mucho. Trato de no buscarle las razones. Yo me dejo llevar por historias que me mueven. Pero has dado en el clavo al decir que el país siempre está presente. Al final, los creadores, en este caso los cineastas, hacemos cine desde donde somos y lo que somos. Hago películas desde una forma de ser venezolana, aunque esté fuera del país. Creo que es inevitable por ser natural. Eso está en las cuatro películas porque incluiría Fosa común (1998), mi cortometraje. Hay una necesidad de pensar el país, de tenerlo siempre como una referencia, pero también buscar en esa contextualización una temática y una historia fundamentalmente humana. Ahí está el discurso universal. Cuando la historia es fundamentalmente humana, es universal por naturaleza. Digamos que lo local pasa a ser un contexto, y un telón de fondo, pero no necesariamente lo más importante. 

—Parte de ese público ha emigrado. Me imagino que muchos venezolanos afuera han tenido la oportunidad de ver Dirección opuesta en los festivales en los que se ha proyectado. ¿Cómo ha sido esa interacción?

—En todos los festivales en los que hemos estado hay un importante interés del público que está fuera del país, la llamada diáspora. La experiencia más reciente fue en la sala de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, donde por lógica, había muchos venezolanos que la querían ver. Fue muy emocionante ver las reacciones de ese público, que además se siente muy identificado con la historia. 

—¿En algún momento pensó que se podía caer el proyecto especialmente por la partida de María Gabriela de Faría?

—No. Fue un momento álgido, inesperado y muy difícil. Después de dos semanas de rodaje, ocurrió eso. Pero la verdad es que nunca me detuve a pensar que la película se iba a caer. En esos momentos se busca la solución. Bueno, así se trabaja conmigo. Los problemas pueden darte soluciones que son mejores. Creo que María Gabriela en el tiempo que estuvo fue maravillosa, una persona disciplinada, con un resultado bastante excelente. Fue una gran Eugenia. Pero sin ánimo de comparar a las actrices, cuando llegó Claudia, nos dimos cuenta de que ella era Eugenia. Por cosas del destino ocurrió esta dificultad. A estas alturas lo que puedo decir es que no hay una Eugenia mejor que ella. Una vez que arranco, es tanto lo que está en juego, que es inconcebible que un proyecto se caiga. Solo hay que buscar la manera de solventar. Siempre ha sido de esa forma, y así será. La naturaleza de hacer cine es siempre ir con el viento en contra.

—Y más si es cine venezolano.

—(Ríe). Exacto. Me refiero a eso.

Mérida fue uno de los lugares del rodaje de Dirección opuesta, así como Caracas e Italia. Cortesía de Rafael Salvatore

—¿Cómo fue trabajar en el guion de una adaptación de una novela con el autor del libro? ¿Cómo fueron las negociaciones sobre lo que va y no para Dirección opuesta?

—Tengo que confesar que al inicio, antes de conocer a Eduardo, ese era uno de mis temores. Conocía otras experiencias de personas que trabajaron adaptaciones que no habían sido tan felices. Me refiero a colegas con otros autores. Obviamente no voy a nombrarlos. Cuando contacté a Eduardo, como dije al principio, él tenía a otra gente con este proyecto. Unos meses después me llamó para preguntarme si seguía interesado. Creo que hay una clave que es la paciencia para que las cosas vayan llegando a su lugar. Él quiso hacer una primera versión del guion. Le dije que sí. Cuando él se pone a trabajar, es muy efectivo. Esa versión llegó muy rápido, pero era prácticamente el vaciado de la novela en formato de guion. Larguísimo. Prácticamente una película imposible. Comenzamos entonces las discusiones. Fue sumamente grato. También llegamos a un acuerdo, que está en nuestra naturaleza, y fue no hacer puntos de honor que no tuvieran que ver con el bien del proyecto. Muchas veces yo cedía o lo hacía él. Con el tiempo, alguno de los dos volvía para decir que el otro tenía razón. Considero que fue un proceso suficientemente generoso e inteligente por parte de ambos para llegar a esta versión de guion sin puntos de honor que no tuvieran que ver con la calidad de la película. 

—¿En qué trabaja ahora? ¿Retoma el proyecto que pausó para dedicarse a Dirección opuesta?

—Tengo tres guiones en los que trabajo. Ya están escritos en versiones avanzadas. Hay dos de ellos que tienen aprobado desarrollo de proyecto por parte de Ibermedia. Uno que me acaban de aprobar está en desarrollo, pero lo metí con una una productora italiana, así que será minoritariamente venezolano. Su título es Mitzael. No quiero hablar mucho sobre qué va. Hay otro que tiene dos años en desarrollo. Trato de que se puedan lograr las condiciones para que se lleve a cabo la producción. Se llama Tía mermelada. Y está aquel proyecto al que me refería cuando llegó Blue Label a mis manos. Es una película muy pequeña, pensada en una sola locación, con muy pocos personajes. Yo venía de trabajar con El rumor de las piedras. Estaba como agotado, y un poco contrariado con el hecho de hacer una película tan complicada, en lugares tan difíciles. Entonces me planteé hacer un largometraje mucho más pequeño, y bajo control. De ahí nació esa historia que se llama El vacío. Estoy tratando de conseguir los fondos para poder rodar en Venezuela. 

—¿El vacío sería la única rodada en Venezuela?

—Dependerá de las condiciones de producción que se logren. Todas comenzaron ubicadas en Venezuela, pero como se trata de historias humanas, son susceptibles de ser adaptadas a cualquier lugar del mundo. Dependerá de las condiciones. Es conocido que el financiamiento en Venezuela resulta cada vez más difícil. Estoy buscando maneras. Creo que muchos cineastas venezolanos estamos buscando la fórmula de conseguir recursos afuera, así como también formas de hacer películas venezolanas en el exterior. 

Rodaje
El rodaje de la película comenzó en el año 2017. Cortesía de Rafael Salvatore

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